

Me gustaría contarles con mucha alegría que hace unos días participé de la Marcha por la Vida que se realizó tanto en Buenos Aires como en distintas partes de la Argentina. Hace un tiempo venía triste al ver con mucha desesperanza cómo la ideología de género, y sobre todo el tema del aborto, habían impregnado en la cultura y en la sociedad, cuyas raíces son fuertemente católicas.
Solo hace falta recordar algunas festividades religiosas de aquí, la peregrinación a la Virgen de Luján, San Nicolás, grandes Santos como el reciente San Cura Brochero, las primeras misiones Salesianas, fueron en Argentina enviadas por el mismo Don Bosco, y muchas más personas con un gran sentir Cristiano hacen parte de nuestras identidad espiritual. Al llegar a la marcha, muchas cosas llamaron mi atención. Pero hay cinco en especial de las que podemos aprender:
1. Familias completas salieron a marchar
Familias enteras, padres e hijos y distintas personas que llevaban la bandera Argentina, no banderas políticas (ni importa de qué bando). La multitud se tiñó de los colores del cielo, celeste y blanco. Eso realmente me conmovió mucho. Me refrescó ver a estas familias, ya que la fe se vive con los demás. Hay una dimensión individual, la relación que tiene cada uno de manera personal con Dios, pero también, una que se vive en comunidad con los demás. Recordemos los pasajes del Buen Samaritano, el hijo pródigo, o la misma invitación de Jesús: «Ámense los unos a los otros, como Yo los he amado».
2. Se vive una verdadera batalla espiritual



Es una batalla espiritual que todo cristiano tiene que llevar a cabo, porque la vida es querida por el mismo Dios. Nosotros fuimos creados desde su infinito amor. Digo que es una batalla espiritual ya que se lleva a adelante por medio de la oración, una vida espiritual sólida y sobre todo una vida sacramental. Por ejemplo, rezar frente al Santísimo por las almas de los niños no nacidos, por las futuras madres para que sepan acoger el don de la vida que llevan dentro.
3. Laicos y religiosos en el camino



Mares de personas en las calles, una multitud que necesitaba expresar el grave daño que provoca el aborto a la célula más importante de la sociedad, la familia. Se estima que más de dos millones de personas se unieron a la marcha en todo el país.
Me sorprendió ser testigo de la fuerte participación de la Iglesia, religiosos y sacerdotes que acompañaban con sus oraciones y también realizaban servicios sacramentales, confesando mientras caminaban. No olvidemos que la defensa de vida, implica también la ayuda de la Gracia de Dios, su compañía y caminar.
4. La esperanza viva en los corazones
Luego de ver a esta multitud solo en Buenos Aires, fue inevitable sentir mi corazón lleno de esperanza. Descubrir que no todo está perdido, que no estamos solos, sino que hay muchas personas como tú y como yo, que defienden la vida y que no están dispuestas a renunciar a este derecho que tenemos todos. Ser parte de esta marcha y de la alegría e ilusión de estas personas, también se transformó en un impulso para mi vida espiritual. Y seguramente lo mismo ocurrió en el interior de cada una de las personas que participó.
Recordemos siempre que la esperanza es un don del Espíritu Santo. Podemos y debemos pedirla sin miedo ya que perderla es bastante fácil. Frente a un contexto mundial que parece que va cada vez más en decaída, guerras, muertes, pérdida de valores morales y éticos, incluso los valores más humanos.
5. El poder de la oración
Esta marcha solo nos deja claro que hay que seguir orando para que el aborto tanto en mi país como en cualquier otra parte del mundo, no sea aprobado. El aborto es muerte y produce un inmenso daño a la sociedad. La oración es el diálogo que tenemos con Dios, el puente que nos permite clamar por justicia y perdón. Son esas palabras que queremos decirle a Dios, como una persona, como un amigo.
La vida es valiosa porque el mismo Señor la crea y es querida por Él ¡No nos cansemos nunca de luchar por la vida!
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