Si hace tiempo sueñas en convertirte en un «católico hater» has llegado al lugar indicado. Quiero darte unos cuantos consejos para que tu ascenso al altar de los haters de carácter religioso (porque los hay de muchos tipos) sea fulminante. Entonces, manos a la obra, te recomiendo lo siguiente:

1. Confiésate de paporreta

Confiésate siempre de lo mismo, de esas dos o tres cosas que no le hacen mal a nadie y que te permiten cumplir con tu visita periódica al sacramento. ¿Un ejemplo? Mmmm, se me ocurre «perdí la paciencia con mi hermanita» o «a veces pierdo mucho tiempo en el celular».

Eso funciona bastante bien. Lo esencial es que nunca hagas un examen de conciencia profundo, que nunca te sientas demasiado pecador, ¿me entiendes? Por la simple razón de que los pecadores se entrampan, pierden la natural compostura del intelecto y comienzan a experimentar el cáncer de todo verdadero hater: la compasión.

2. Nunca dudes

La fe nos ha sido entregada por el mismísimo Dios hecho hombre. ¿Qué mas quieres? Tener dudas o, lo que es lo mismo, hacerte demasiadas preguntas, puede solo dañar tu vida cristiana y ofender la confianza que Dios ha depositado en ti.

Además, las dudas (especialmente cuando son sinceras) generan un vicio que ningún hater debe permitirse. Sí señor, hablo de la empatía, ese vómito del espíritu que sirve de puente al diálogo con aquellos que no creen ni piensan como nosotros. ¿Puedes imaginarte algo más aberrante?

3. Moraliza apenas puedas

Recuerda que los no creyentes y los creyentes tibios siempre quieren salirse con la suya. Les gusta decir que «todos creemos a nuestra manera», que «lo importante es no hacerle mal a nadie» y toda esa cantidad de sandeces que un buen hater sabe reconocer y detener en el momento indicado.

¡Pues hazlo! Que no abandonen una reunión contigo sin antes haberles asestado un golpe concreto en esas conciencias mezquinas y escurridizas. Además, recuerda que en la sexualidad siempre encontrarás munición.

Pregunta, por ejemplo, por ese divorcio del pasado, por alguna convivencia antes del matrimonio o por el uso de métodos de planificación familiar... ¡evidéncialos, hater! Hurga en sus vidas sin su permiso y hazlos sentir la vergüenza que sintieron Adán y Eva después de haber comido el fruto prohibido. Así cumplirás con la misión que el Padre nos ha encomendado.

4. Reza por la conversión de los demás

Así es. Ni se te ocurra rezar por tu propia conversión. ¿De qué tienes que convertirte tú? Tienes una fe sólida, no albergas dudas de ningún tipo y ve por el mundo señalando las conductas equivocadas que impiden la conversión de las personas.

Sé que has oído que todos debemos rezar por nuestra propia conversión, pero eso es un eufemismo de los curas que tienen que lidiar con todo tipo de personas. Tú estás en otras ligas, lo tuyo no es la conversión sino la santidad, recuérdalo siempre.

5. Juega la guerra de las dos banderas

Este consejo es importante: el mundo se divide en buenos y malos, creyentes y no creyentes, hombres y mujeres fieles a la Iglesia y personas que quieren destruirla, etc, etc. Los grises no existen, los grises te confundirán y te harán querer sentir compasión y empatía, ¡no cedas!

No hay ateos con hambre de Dios, ni creyentes que hayan experimentado la ausencia de lo divino, no existen feministas heridas tratando de reivindicar derechos legítimos, solo existe el movimiento feminista que quiere destruir a la Iglesia.

No hay homosexuales buscando liberarse del linchamiento social, solo existe el lobby gay y sus demenciales «gay prides». Mantén la cordura en todo momento, y cuando algún católico tibio te señale los grises, tú presiónale el lápiz hasta que aparezca el negro sobre el blanco.

6. Aconseja a diestra y siniestra

Toda oportunidad es buena para aconsejar y señalar el camino de la rectitud moral. Cuando un amigo te cuente sus problemas, escuchar y acompañar en silencio, aunque parezca hermoso, solo evidencia tu falta de actitud apostólica y, de ser el caso, tu complicidad con el pecado.

No desaproveches nunca, por más dolorosa que sea, una ocasión para poner los puntos sobre las íes. Así es, no importa si se trata de la intimidad de las personas o si no tienes todos los elementos para juzgar la situación, el Evangelio siempre hace bien, especialmente cuando cae como una piedra davídica en la cabeza de Goliat, ¿te gustó la analogía?

7. Si no tienes algo bueno que decir, ¡dilo!

Esto es clave, mi querido hater. Mientras vayas creciendo en el camino del «haterismo» verás que cada vez con más frecuencia aparecerán en tu mente y en tu corazón juicios sobre los demás y críticas del ambiente en general.

Esto será el termómetro que te indique tu crecimiento en las virtudes del hater. Déjalas salir todas, no te contengas. Dios te juzgará por cada conducta que no corregiste, por cada temática pro-vida que no abordaste, por cada cruzada que no defendiste, por cada dólar del Vaticano que no justificaste. ¡La vida cristiana es una batalla hermosa! Y los haters estamos en primera línea.

8. Lee sobre Jesús en blogs, no en los Evangelios

Este consejo te parecerá un poco extraño pero es de vital importancia. Verás, Jesús es hijo de su tiempo y sus conductas hacia los pecadores, las prostitutas, los samaritanos, etc., son propias de un contexto que ya no existe más.

Jesús podía darse el lujo de ser caritativo y compasivo porque no vivió en la guerra anti- eclesial en la que vivimos nosotros, por eso, es mejor leer sobre Jesús en libros, blogs y páginas web de otros haters. ¡Hazme caso! Los Evangelios podrían confundirte si es que los lees durante tu proceso de formación como hater.

Pero eso sí, cuando seas un hater consumado podrás leer el Evangelio cuantas veces quieras y nunca verás nada que te cuestione. Ni la compasión, ni el perdón, ni la dulzura de las actitudes de Jesús podrán tocar tu corazón. ¡Esa es la magia del hater!

9. Compara a tu grupo con otros

Más que un consejo, esto es algo que todos los haters hacemos naturalmente. ¿Quién está más adelantado en la virtud? ¿Estos o aquellos? ¿Tu grupo o el mío? ¿Quiénes celebran mejor la Eucaristía? ¿Tu parroquia o la mía? ¿Quién tiene los mejores predicadores? ¿Tu movimiento o el mío?

Debemos estar siempre en tensión de santidad y por ello las comparaciones nos ayudan a mantener vivo el deseo de ser cada día más perfectos. ¿No es esa la invitación de Jesús? ¿Acaso no lo dice el Lucas en su post 15:2018?

10. Apologética, no catequesis

El Evangelio ya fue anunciado, si no lo escucharon es su problema. Casi todos tuvieron catequesis en el colegio o en sus familias, si no se convirtieron es rollo de cada quien. Un hater no está aquí para hacer catequesis sino apologética. Al estar en la primera línea de pelea, a nosotros nos toca defender la fe, no anunciarla, ¡recuérdalo siempre!

Si un amigo te pregunta por qué vas a Misa todos los domingos, explícale que fue instituida por Jesucristo y que es un deber de todo católico asistir, ni se te ocurra decirle que ahí experimentas el amor de Dios, ¿me entiendes?

Si una prima te dice que dejó de ir a Misa porque le aburrían los curas, déjale claro que está en pecado mortal, alejada de la Gracia de Dios y coqueteando con el infierno, ni se te ocurra hablarle de la paz espiritual que produce recibir el cuerpo de Cristo, ¿nos estamos entendiendo? Creo que sí. El punto es creer firmemente que toda pregunta de un no creyente o un creyente tibio es un ataque que debe ser repelido.

Sigue esos buenos consejos querido hater y convertirás el Evangelio en una fuerza transformadora capaz de traer más división y odio en este mundo. ¡El futuro de la Iglesia está en tus manos!

Con odio fraterno,
El demonio.