Llegan ciertos momentos en la vida en que inevitablemente necesitamos mirar atrás y hacer una valoración de nuestras acciones y lo que hemos logrado en la vida. Nos suele pasar más frecuentemente de lo que creemos y dentro de todo es un buen ejercicio para hacer.

Lamentablemente no pocas veces, nos damos cuenta que hemos tomado algunas, o muchas decisiones, que no necesariamente nos han llevado por el mal camino, sino que además nos han traído mucho dolor y frustración. Decisiones que han tenido que ver con la carrera, con las parejas sentimentales, con los amigos.

Las consecuencias de las decisiones importantes de la vida las vivimos a todo nivel, físico, psicológico y espiritual. Cuando no sabemos cómo tomarlas, podemos afectarnos de tal manera que nuestra valoración personal se ve afectada duramente. Nos volvemos inseguros, la autoestima decae, el estado emocional se ve afectado en muchas maneras y hasta ponemos la fe en duda.

Es verdad que el tomar decisiones tiene su lado complicado. Pero, con el tiempo y a medida que nos conocemos más, empezará a ser un poco más sencillo. En este post queremos darles algunos consejos que nos ayuden un poco en la toma de decisiones. Te invitamos a revisarlas y conversarlas con tu grupo de amigos. Tal vez tengas una más que no hemos considerado.

1. Conócete a ti mismo

El conocimiento personal es algo que necesitamos hacer siempre. Su conquista dura toda la vida. Es necesario prestar atención no solo a lo que nos gusta, sino evaluar el por qué de estos gustos. No siempre el gusto tiene que ser el consejero, ¿qué tal si lo que me gusta me hace daño? El conocimiento personal tienen que ver con nuestras capacidades y nuestros límites. Con entender qué habilidades tengo, hacia dónde me suelo orientar, qué actividades me resultan más sencillas, qué es lo que me cuesta mucho trabajo y además qué es lo que necesito para crecer como persona.

Como cristianos solemos «dejárselo todo a Dios». Efectivamente nuestra fe tiene que estar fundada en Él, pero no olvidemos que la fe también es acción, es respuesta. Necesitamos responder y para poder responder necesitamos saber quiénes somos y actuar de acuerdo a este conocimiento. La fe no es estática.

2. Limita tus opciones

El tomar decisiones se complica cuando tenemos muchas opciones. Tomemos por ejemplo el elegir una carrera universitaria. Si de pronto nos presentamos a elegir la carrera solo leyendo el «menú de opciones» que tenemos, la elección se volvería casi un azar. Cuando elegimos la carrera necesitamos limitar nuestras opciones. Por ejemplo, aventurarnos a tomar un test vocacional, que lo que hace es decirnos cuáles son no solo nuestras habilidades sino también nuestras tendencias a la acción.

Es bueno tomar algunas sesiones de orientación vocacional, pedir consejo y evaluar cuál es el campo de acción de las carreras escogidas en una primera elección, para llegar a la mejor. Así como en la elección de la carrera limitamos las opciones, es bueno limitar las opciones cuando vamos a tomar una decisión. Para poder limitarlas hay que establecer prioridades y valorar las consecuencias de cada una.

3. Valora tus capacidades

Muchas veces tomamos una decisión impulsados por el gusto: esto es lo que me gusta hacer. El tema del gusto es que puede cambiar y que también lo que me gusta, no necesariamente pueda ser lo que mejor me hace. Por ejemplo, si sufro de diabetes y me encanta el dulce, sería muy arriesgado tomar un trabajo en una fábrica de golosinas. Entonces no solo se trata de lo que me gusta, sino también de mis capacidades y mis límites.

4. Ejercita tu intuición

No en pocas oportunidades he leído la importancia de seguir la intuición. Esa capacidad de «sentir» si una elección es la conveniente o no. Hablar de la intuición o de las corazonadas, es muy amplio. La corriente New Age se ha apropiado de este tema y tal vez por esto muchos creyentes rechacen esta afirmación. Por temor, desconocimiento, pero también por un sano celo de la fe y lo entendemos.

Para aclarar un poco las cosas, de modo general y breve es importante decir que la intuición también tiene que ver con el conocimiento personal y la sensibilidad de la persona para leer signos (comportamientos, gestos, etc.) que de una manera muy rápida el cerebro procesa. La intuición se puede ejercitar y valorar, incluso si somos o no personas intuitivas. Podemos empezar por «ejercitar» la intuición con cosas pequeñas, que no tendrán un impacto tan hondo en nuestras vidas. Podemos valorar cómo es que la intuición nos ha funcionado en las decisiones tomadas antes y de acuerdo a estas valoraciones, saber si podemos confiar en ella o no.

He leído muchos artículos que hablan sobre confiar en el instinto (intuición), y aquí hacemos esta salvedad. No pocas veces este instinto, impulso que sentimos, está gobernado también por el gusto. Por eso es necesario ejercitarse en ella. Ya sabemos que el gusto no necesariamente nos conducirá por buen camino.

5. Pide consejo

Al momento de tomar una decisión, siempre es bueno pedir consejo. Pero tan o más importante como el pedir consejo, es saber a quién le pido este consejo. El consejero tiene que ser alguien que nos conozca, que no esté involucrado en la decisión y que desee nuestro bien. Finalmente el consejo es una opinión, la decisión final será siempre tuya.

6. Sé responsable por lo que decides

Esto tiene que ver con el punto anterior. Sé responsable por tus decisiones. Si seguiste el consejo de alguien y las cosas no salen bien, no puedes echarle la culpa a esa persona. La responsabilidad de las decisiones que tomas es tuya. Esto tiene que ver con tu proceso de crecimiento y madurez. Asumir las consecuencias de tus actos es algo sumamente valioso.

No se trata de llenarte de culpa sino entender las acciones que te han llevado al punto donde te encuentras y de esta manera hacer una mejor evaluación, o una evaluación más informada la siguiente vez que tomes una decisión.

7. Ponte en presencia de Dios

Finalmente, pero no menos importante a todo lo que hemos dicho: Ponte en presencia de Dios. Invoca al Espíritu Santo que ilumine tu inteligencia y capacidades para que puedas tomar la mejor decisión, así esta no sea la que más te guste, sino la que te lleve a ser una mejor persona. Aquí te dejamos una oración para esta ocasión:

«Señor Dios mío fuente de luz, suma verdad y eterna bondad, transforma este momento actual en horas de visión e inspiración.

Ayúdame a encontrar sabiduría; ilumina mis pensamientos y deseos. Realiza mis esperanzas a través de actos rectos y buenos, en paz y amor. Dame fuerzas para concentrar mi espíritu.

Ayúdame en mi empeño de razonar con objetividad. Déjame ver la verdad y, en tu luz, encontrar la luz.

Auxíliame, mi Dios eterno, para evitar la vanidad y el orgullo, para tomar decisiones dignas y honradas y sentirme verdaderamente tu Hijo.

Amén».

Tomado del libro Oremos viviendo el amor y la misericordia de Dios No 3