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Ningún santo nació siéndolo; ellos se forjaron en el fuego del amor. Todos empezaron desde pequeños, muy pequeños en algunos casos. Lloraron, se embarraron con la comida y les cambiaron los pañales; eran frágiles y vulnerables. Su primera experiencia del amor infinito de Dios fueron experiencias muy sencillas: la mirada de la madre, un beso en la rodilla rasmillada, la sonrisa consoladora y protectora que sólo un padre puede dar, etc. Tuvieron que pasar, como nosotros, el drama de la pubertad, ese paraíso de inseguridades. Ellos también se levantaron por las mañanas, miraron al espejo y dudaron de sí mismos. Algunos fueron muy inteligentes, otros eran tipos sencillos. Unos atractivos, otros no. Los hubo también acomodados económicamente y otros pasaron las penurias propias de pertenecer a una familia pobre. Algunos talentosos y otros ordinarios; unos muy espirituales y hasta místicos, otros construyeron su encuentro con Dios a punta de martillazos y trabajando duro sobre sí mismos.

Pero en cada caso, podemos decir con Dante, «Un gran fuego inició con una pequeña chispa». Invisible a los ojos, cada uno puso a su modo su mirada en Cristo, dieron un «Sí» generoso, y, a pesar de que cada uno tuvo su propia colección de dificultades, no miraron atrás. ¿Qué los hace a ellos tan distintos de ti? ¿Qué es lo que te detiene?

Con esta colección de fotografías queremos aguarle la fiesta a todos los que muchas veces caemos -me incluyo- en la tentación de pensar que los santos son «tipos especiales», «cuyo amor era de otro mundo». Pues esto no es así. No caigamos en el error de ver en la mirada de estos niños al santo que vemos a la derecha. No les quitemos valor, no los despojemos del honor de haber batallado. Cada uno de ellos luchó por dejarse transformar por el amor de Dios. Asumieron con valentía las mismas luchas que nosotros debemos librar por hacernos más de Cristo y menos del mundo. No idealicemos sus miradas, dejémoslos ser niños, frágiles, inmaduros, adolescentes… sólo así podremos dejar que su testimonio interpele nuestra vida y sea un auténtico llamado a abandonar nuestras excusas y asumir la hermosa aventura de la santidad.


Santa Teresa de los Andes


San Giuseppe Moscati

 


Beata Chiara Badano


San Juan Pablo II


Chiara Corbella


Siervo de Dios Nicola D’onofrio


Santa Edith Stein


Santa Gema Galgani


San José María Escrivá


San Maximiliano Kolbe


Santa Gianna Beretta


San Pío de Pietrelcina


Beato Pier Giorgio Frassati


Santa Teresa de Calcuta


Santa Teresita del Niño Jesús


 

San Alberto Hurtado