Me pareció que valía la pena conservar el título del vídeo que les comparto a continuación, que recoge algunos momentos de una ceremonia en la cual se otorgan reconocimientos de Doctores Honoris Causa a diferentes académicos de la Universidad de Navarra. Una universidad católica perteneciente al Opus Dei que está en Pamplona, España.

Quisiera en este post compartir algunas reflexiones sobre el papel que tiene la universidad no solo como fuentes de conocimiento y de aprendizaje, más aún como dice Mons. Ocariz el Prelado del Opus Dei como «fuentes de esperanza y de libertad».

Con el desarrollo científico, la profundización en diferentes áreas, los niveles de profundización y especialización, las universidades se han convertido en un motor del conocimiento y en plataformas muy importantes para generar cambio en la sociedad y para transformar realidades.

¿Cómo sería si además de conocimiento y de técnica pudieran ayudar en la construcción de culturas más reconciliadas, solidarias y justas?, en las que se respete la dignidad del hombre, en las que se promueva una verdad objetiva que libere de las esclavitudes de muchas ideologías y de falsas verdades que terminan haciendo daño a la sociedad.

La misión de las universidades católicas

En este sentido, la misión que han tenido las universidades católicas a lo largo de toda la historia ha sido la de promover, a la luz del mensaje evangélico, de los valores de la fe y de los principios cristianos, una verdad que enriquezca la vida del hombre en cada etapa de la historia. Que de respuestas a los retos y desafíos que la humanidad va asumiendo; pretenden ser faros de luz en medio de tantas oscuridades en las cuales se ve envuelta la sociedad. Asumen como dice el beato Álvaro del Portillo la «aventura de entusiasmar a un mundo cansado».

Me llama la atención un mensaje muy elocuente del Papa Francisco que habla sobre las universidades. Él destaca que las universidades: «por su naturaleza, están llamadas a ser laboratorios de diálogo y de encuentro al servicio de la verdad, de la justicia y de la defensa de la dignidad humana en todos los niveles… como comunidad de investigación y de estudio, también tiene que enfrentarse con los complejos retos éticos y culturales que surgen de los cambios radicales que afectan al mundo de nuestra época»

Además señala, «un aspecto urgente de esta misión educativa es el desarrollo de una visión universal, «católica» de la unidad de la familia humana y de un compromiso en la solidaridad activa necesaria para combatir las grandes desigualdades e injusticias que caracterizan al mundo de hoy».

Un diálogo complicado

Hoy pudiera verse esta misión más difícil de cumplir, especialmente cuando la visión del hombre se encuentra reducida y se realzan los valores de la ciencia, la razón, la técnica, la producción, sobre los valores esenciales más profundos de la persona.

Además porque en una cultura impregnada de relativismo en muchos ámbitos es difícil dialogar, porque hay ideologías  que toman fuerza y pueden afectar la comprensión de lo que el ser humano necesita y lo que el mundo requiere. Como pueden ser el liberalismo, el socialismo, la ideología de género, entre otras. Sin embargo no es imposible.

Yo creo que desde la Universidad pueden promoverse muchos valores, una mirada más integral del hombre, una propuesta que sirva a la sociedad. Que no busque interés, que engrandezca a las personas y que saque lo mejor de ellas. Que haga un servicio de amor, de llevar a muchos ámbitos la fuerza transformadora que tiene el Evangelio, solo de esta manera puede lograrse una cultura más pacífica, justa, solidaria.

Una experiencia propia

Para finalizar quiero compartir una breve experiencia al tener unos cuantos meses como profesor universitario. Tengo la bendición de dictar un curso sobre cuidados paliativos a médicos que se encuentran en la mitad de su formación.

Ciertamente es una ocasión para ayudarles a atender enfermos con enfermedades avanzadas y cuando las posibilidades de curación se limitan, no solo se hará con ciencia, sino con una mirada compasiva, viendo en estos enfermos, personas dignas, que requieren una mirada acogedora, reverente y comprensiva.

Mi sueño es que con este aporte, muchos de estos futuros médicos puedan ser luces en medio de tantas sombras en la atención en salud. Que sean portadores del testimonio, que aunque ya no se pueda curar o resolver una enfermedad con los conocimientos técnicos siempre se puede consolar, aliviar y cuidar. Y que el médico no pierde su dignidad, ni su honorabilidad al tratar a un enfermo como una persona digna del mayor respeto. De esta manera creo que aunque parezca pequeño, puede ser una manera de contribuir en la transformación del mundo. Y tú ¿qué estás haciendo para cambiar el mundo?