

«Mami, ¿por qué el padre les lava los pies? ¡Seguro estaban muy sucios!». Pregunta mi pequeño hijo mientras observa el ritual del lavatorio de los pies.
La verdad se me hizo muy difícil darle una respuesta que pudiera entender en ese momento, así que para salir del paso y dejarlo tranquilo le dije que llegando a casa conversaríamos. Y así lo hice.
Hay que tener cuidado con cumplir las promesas que le hacemos a nuestros niños. Si no respondemos y ellos se quedan con la incógnita, créanme que van a buscar la manera de dar calma a su curiosidad.
Y en las generaciones actuales, Internet es el primer lugar donde van a buscar ayuda, y ya sabemos que esa ayuda no es siempre la más acertada.
Volviendo al tema, camino a casa mi mente buscaba cómo empezar a explicar esto a mi hijo y recordé a Valiván y sus entretenidas canciones. Busqué rápidamente y encontré precisamente la del lavatorio de los pies.
Así empezamos un diálogo que me dejó muchos aprendizajes que hoy quiero resumir en tres puntos. ¡Aquí va el video!
1. El pensamiento de los niños es muy concreto, sé simple
Tratar de explicarle a un niño las cosas de Dios desde nuestra mirada de adulto puede resultar desastroso. Mientras nosotros hablamos de símbolos y cosas abstractas que ya comprendemos, para un niño todo puede resultar confuso.
Por ejemplo, si le digo a mi niño que el lavatorio de los pies implicaba el sentido entero de la vida de Cristo, me mirará con cara de «no entendí nada».
Buscar y utilizar palabras sencillas y que los niños manejen en su lenguaje cotidiano es una gran ayuda.
La otra ayuda, mucho más grande aún, es encomendarse al Espíritu Santo para que ilumine nuestra inteligencia y la del pequeñín al que le estamos hablando.
2. El servicio a los demás se enseña desde pequeños
Jesús no les lavó los pies porque estuvieran sucios. Pero así como lo entendió mi pequeño, así parece que también lo entendió Pedro.
Y como Pedro quería mucho a Jesús, pensó que si para ser amigo de Jesús tenía que dejarse lavar los pies, entonces mejor que le lavara todo el cuerpo. Pedro quería ser su mejor amigo.
Jesús, lavando los pies de sus apóstoles (solos los pies) lo que quería decir era que, siempre debemos estar al servicio de los demás. Que nos agachemos y veamos las necesidades del otro.
Así como Él estuvo pendiente de nuestras necesidades en la tierra (dio de beber al que tenía sed, dio de comer a las multitudes, curó a los enfermos…).
Ayudarnos a llegar a Dios, así nosotros tenemos que ayudar a los demás en todo lo que podamos. En casa ayudar a mamá y a papá, ayudar a los hermanos.
Con pequeñas cosas, desde estar atentos en ordenar nuestras cosas, hasta ofrecer un vaso de agua cuando veamos que alguno tiene sed o alimento cuando alguien tiene hambre.
¿Pero por qué Jesús escogió lavar los pies y no simplemente dar un vaso de agua? Podrían seguir preguntando nuestros pequeños.
Lavar significa limpiar, quitarnos algo que nos hace impuros. El lavado de los pies también significaba que Dios y que aquellos hombres, sus discípulos, en nombre de Jesús podrían limpiar los pecados a otros.
3. Hablemos con ellos de las vocaciones al servicio de Dios
Hablar de las cosas de Dios, en lenguaje que los niños puedan entender, es abrirles un horizonte hermoso. Es permitir que en su corazón el amor a Cristo vaya creciendo.
Y es enseñarles que hay vocaciones distintas y todas bellas para amar a Dios. Hablemos de la vocación al sacerdocio, no le tengamos miedo, nuestros hijos son finalmente de Dios.
Los apóstoles de Cristo fueron sus primeros sacerdotes. Jesús les dejó un poder muy grande pero sobre todo muy hermoso y ese poder tenía que ver con el servicio a los demás.
A través de estos primeros sacerdotes, Jesús también permite que hayan muchos más. Sin ellos ¡no podríamos recibir la Eucaristía en la misa!
Este Jueves Santo también celebramos a los sacerdotes. Fue en este día en que Jesús hizo sacerdotes a sus discípulos en la Última Cena. Se llama última cena, porque fue la última vez que se reunieron todos a cenar con Jesús.
A través de sus sacerdotes y el poder que Él les deja de convertir el pan y el vino en su cuerpo y en su sangre, es que Jesús se queda con nosotros todos los días hasta el fin. Se queda en ese pedacito de pan que recibimos cuando vamos a comulgar.
El Jueves Santo es una ocasión para que todos meditemos, no solo los adultos. No dejemos a nuestros niños de lado y escojamos un momento para explicarles, según su edad, la importancia y la hermosura de estos días santos.
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