

«La ventana del vecino» se titula el corto que hoy te comparto. Es un corto escrito y dirigido por Marshall Curry, ganador de un premio de la Academia, y cuenta la historia basada en una historia real. Dejo en claro que es un recurso para ser visto por adultos.
Los pacientes lectores que sufren semanalmente mis pobres reflexiones sobre el matrimonio, la familia y las relaciones, sabrán que uno de mis temas frecuentes son las crisis matrimoniales. Creo que comprendiendo qué son las crisis y sabiendo qué es lo que tienen detrás, por qué suceden y para qué sirven, todos los matrimonios podrían tener una vida mucho más feliz que la que realmente tienen.
Cuando uno está atravesando una crisis conyugal, tiene con frecuencia la (equivocada) impresión de que es la primera vez que esa crisis ocurre, que es única y exclusiva de su pareja y que es muy, muy, muy difícil que se pueda salir adelante.
La historia nos presenta a una madre que espera a su tercer hijo y está atravesando una crisis con su esposo. Su vida se ve trastornada cuando unos vecinos veinteañeros de «espíritu libre» se mudan al departamento de enfrente y comienzan a «mostrarles» una «vida ideal». Las tres frases entre comillas corresponden a pequeñas ironías que quisiera recalcar.
La vida de los demás a través de la ventana
Muchas veces nos asomamos a «la ventana del vecino» (nombre del corto) y juzgamos la vida de los demás por lo que de ella vemos. Una gran ventana del vecino son las redes sociales. Es muy difícil mirar la vida de los demás y no sentirnos afectados de ningún modo. Lo primero que hacemos, muy frecuentemente, es juzgar la vida de los otros.
Nuestros juicios son, generalmente, equivocados. No estamos en la cabeza, ni en el alma, ni en el corazón de esos vecinos a los que nos atrevemos a espiar – aunque ellos dejen abiertas las ventanas – ni podemos comprender de dónde vienen, qué les pasa y hacia dónde van.
Comparaciones que matan el alma
Después de juzgar, muchas veces, lo que hacemos a continuación es compararnos. Qué es lo que tienen ellos de «mejor», de «más». Allí es donde generalmente surgen los problemas, porque al pecado de juzgar la vida de los demás le sumamos el pecado de la envidia.
Esa envidia es totalmente injustificada, porque comparamos generalmente «hacia arriba» (lo que nosotros creemos que tienen más) y hacemos comparaciones injustas. ¿A que no se nos ocurre compararnos con la gente a la que le va realmente mal, que no tienen casa, comida o abrigo para sus hijos?
Cada uno con su Cruz
La comprensión de que todos tenemos crisis conyugales es crucial para entender que el matrimonio puede (y debe) ser construido constantemente. Especialmente durante los momentos de crisis. No hay en el matrimonio más amor que el que nosotros ponemos, y si el amor se agota, por lo que quiera que sea, hay que poner más amor.
Las crisis que probablemente esté atravesando esta familia son visiblemente dos: una la del nacimiento de los hijos, donde los esposos deben adaptarse al nuevo rol de padres, sin perder el rol de esposos. Y, la de la mediana edad, donde se cuestionan lo que han hecho y desaprueban, o (como sucede en el video) se lamentan.
Lamentamos tal vez tener que cargar la Cruz que cargamos, envidiando a otros que no tienen que cargarla (pero ignoramos que tienen la propia). Donde surge la comparación, generalmente surge el descontento; se comienza a cuestionar al otro, no formalmente acusándolo de ser el causante de la crisis – aunque a veces eso suceda – sino fantaseando sobre qué hubiera sucedido si no tuvieran que cargar esa Cruz que ahora atraviesan.
No hay Cruz sin sentido
Dios nunca nos tienta por encima de nuestras fuerzas. A Dios pertenecemos y a Él debemos retornar. Dios permite que atravesemos oscuras quebradas (como dice el Salmo 23), no tenemos que temer ningún mal, porque Él está con nosotros. Naturalmente nosotros queremos las aguas de quietud.
La Cruz que Dios pone en nuestros hombros tiene un sentido, y tiene que suceder, para mayor gloria de Dios y para bien de nuestra alma. Los esposos que están atravesando las crisis mencionadas necesitan adaptarse a las necesidades de sus hijos, sin perder de vista las de su cónyuge, y saber conjugar la vida matrimonial con la vida familiar, sin provocar estridencias ni peleas. Y para eso muchas veces es necesaria la ayuda.
La mirada de los otros
La resolución del corto es hermosa. Estos esposos veteranos envidiaban a los veinteañeros libres de espíritu, y «a través de la ventana» la vida de ninguno era tan ideal como parecía. La pareja de veinteañeros, a poco de mudarse comenzaron a pasar su Cruz, una Cruz mucho más pesada y difícil de llevar que la que podrían imaginarse.
Miramos la vida de los demás con un ojo parcial, con un ojo que está comparando nuestro status contra el de otros, y muchas veces esos status son totalmente ficticios, montados en nuestros propios prejuicios y nuestras vivencias particulares.
Nos pasamos el tiempo mirando a otros y se nos pasa de vista aquello tan hermoso que poseemos. Nuestra vida, para otros, también podría ser la «ideal». Cuando la gratitud por lo que se tiene desaparece, el camino se hace cuesta arriba.
La necesidad de Dios
Sé que este corto es nada más que un bosquejo, un aguafuerte de lo que es la vida conyugal. No se retrata sino con pinceladas gruesas, con pequeños recursos estilísticos que muestran lo que le pasa a la pareja, lo que les molesta y lo que los hace sufrir. Naturalmente, en un corto de 20 minutos no podemos resumir dos vidas con todo lo que vivieron y pasaron.
Suele haber un gran hueco narrativo en estas producciones, y que sólo puede llenarse con Dios. Si nuestra vida tiene un sentido, ese sentido es dirigirnos a Dios. Reflexionamos sobre lo que realmente nos pasa en la vida cuando nos enfrentamos a la muerte, es decir cuando nos enfrentamos al Absoluto.
El destino al que todos estamos llamados
Cuando yo era chico, las catequesis giraban muchas veces en torno a los novísimos (las realidades últimas: muerte, juicio, infierno o gloria) y se nos invitaba a la reflexión en torno a esas cuatro realidades. Hoy es raro encontrar a un catequista, laico o clérigo que hable claramente de estas cuestiones.
Si yo, con mi sesgo católico, hubiera dirigido este corto, hubiera agregado un sacerdote llevando los últimos sacramentos al pobre desdichado que estaba atravesando sus últimos días, y hubiese llevado a más familiares y amigos para consuelo de la viuda. Pero una cosa está clara: en esta época en la que nos toca vivir, no se habla de la muerte, no se habla del juicio, no se habla del infierno, ni se habla del Cielo.
Con muy honrosas excepciones, esos temas son considerados de mal gusto y se evitan sistemáticamente, privando del consuelo que nos queda frente a la muerte; de saber, con la certeza de la fe, que hay un Dios bueno que espera por todos y recibe a quienes lo eligen, que estamos llamados a ser eternamente felices junto a Él y que no hay nada mejor que podamos hacer hoy en este momento concreto y en este lugar preciso, que intentar acercarnos cada día más a la única felicidad que no nos pueden arrebatar: la de ser eternamente felices junto a Dios, nuestro Padre, que nos espera para gozar junto a Él por toda la eternidad.
«La hierba es siempre más verde detrás de la cerca»
Proverbio inglés.
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