

Hoy tenemos otra excelente publicidad en la cual Dove le planta nuevamente la cara a los excesos de la industria de la belleza. La frase con la que termina el comercial: «habla con tu hija antes de que la industria de la belleza lo haga», es genial. Es cierto, tal vez hayan intereses de por medio y una estrategia económica muy bien pensada, pero eso es otro problema. Mientras sigan ayudándonos a tomar conciencia de los estragos que está generando esta industria en nuestra sociedad no me opongo a que lucren con este tipo de campañas; es más, ojalá más empresas se den cuenta que promover la dignidad de la persona humana también produce beneficios.
Algunos elementos apostólicos:
1. Estamos sometidos constantemente a un bombardeo violento de imágenes y slogans que poco a poco, aunque no lo queramos, aunque seamos muy cristianos y convencidos de nuestra fe, nos influencia de alguna manera. Ya lo decía el ministro de propaganda Nazi Joseph Goebbels: «miente, miente, que algo quedará». Esto es mucho más fuerte cuando hablamos de niños, quienes por su inocencia y por no tener una capacidad crítica desarrollada, son mucho más propensos a que este tipo de mensajes calen profundamente ellos.
2. La industria de la belleza, de la sensualidad, del culto al cuerpo y al placer, por la frecuencia y constancia de sus manifestaciones, se han convertido en el ambiente en el que vivimos. Sin darnos cuenta los estándares de lo que nos llama la atención y nos invita a rebelarnos son mucho más altos. Una mujer semidesnuda en Facebook, una foto excesivamente provocativa en instagram, un película con «escenitas» subidas de tono, ¿quién se sorprende? Mi propuesta es: «hagámoslo». Volvámonos sensibles a la insensibilidad que todas estas industrias han generado en nosotros. ¿Dónde está la varilla de lo que te sorprende y te molesta? Ubícala y bájala. Y especialmente debemos ser conscientes de esto si es que nos toca proteger a otros: a nuestros hijos, hermanos o amigos. Como muy bien dice al final del video: si no somos nosotros los que hablemos con las personas que amamos, la industria de la sensualidad lo hará.
3. Nos han llenado de promesas imposibles y poco a poco la sociedad se va llenando de ideales de felicidad que no corresponden con la realidad. Como profesor de religión me sorprendo cada día más de la cantidad de jóvenes que dedican una gran parte de sus esfuerzos cotidianos a lograr alcanzar ideales que no llenan. Las promesas a las cuales estamos acostumbrados se traducen en frustración y, en muchos casos, en marginación, incluso auto-marginación. Es que hemos olvidado cómo construir nuestra identidad en base a la certeza liberadora de que Dios nos ama por quiénes somos, con nuestros granos, defectos y nuestras grandes o reducidas dimensiones. Ahora el amor se mendiga y uno se juega el todo por el todo en los pequeños detalles, me refiero a una nariz perfecta, 2 kilos de más o de menos, el color de la piel o de los ojos, etc. Nunca como en nuestros días la experiencia de sentirse amado por Dios ha sido tan necesaria y, sin embargo, tan olvidada. Los cristianos no podemos sentarnos en las poltronas de nuestra condición de hijos predilectos, debemos salir también a esas periferias existenciales.
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