«Soy una mujer destrozada a la que han usado, mentido y abusado. Me arrepiento mucho de mi decisión de servir como madre subrogante». Son las palabras de Kelly Martínez, una mujer que alquiló su vientre, como lo hacen miles de madres en Estados Unidos y alrededor del mundo cada año, a cambio de dinero.

La maternidad subrogada, sus peligros y consecuencias emocionales son lo que muestra «Big Fertility», el cuarto documental de Jennifer Lahl y el Centro de Bioética y Cultura, después de otras exitosas producciones como Eggsploitation (2013), Anonymous Father’s Day (2011), y Breeders (2014). Todas acerca de dilemas éticos y legales derivados de «la expansión mercantilista de las biotecnologías aplicadas a la reproducción humana».

Experiencias de dolor y sufrimiento

Cuando Kelly Martínez tuvo a su primer hijo para entregárselo a una pareja de homosexuales parisinos, pensó que sería la última vez que lo haría, pero sus necesidades económicas, la impulsaron a ella y su esposo Jay, a hacerlo en dos ocasiones más. La segunda fue para una pareja estadounidense, que terminó divorciándose debido a una afección psicológica de la mujer al caer enferma tras la extracción de sus óvulos para la inseminación.

Y finalmente, la tercera y mayor pesadilla de Kelly y su familia, fue cuando se embarazó para una pareja española que había pagado por un niño y una niña. Durante el embarazo hubo una complicación por lo que perdió al embrión de la niña y en su lugar, el embrión del niño se dividió en dos varones. Los bebés nacieron prematuros y la pareja estuvo a punto de negarse a aceptarlos. Después de mucha tensión, la pareja desapareció con los niños y dejaron a Kelly con todas las cuentas por pagar en el hospital. Eventualmente, pagaron el valor de las facturas, pero dejaron mucho sufrimiento.     

Fue en esta situación tan dolorosa, donde Kelly se dio cuenta del error que había cometido, que no tenía nada que ver con ayudar a parejas a cumplir sus sueños, sino que era simplemente un tema de dinero. Desde entonces, es una activista internacional en contra de la maternidad subrogada, llamando a su prohibición en lugar de la «regulación» que proponen algunos.

¿Regulación o aprobación?

Después de investigar un poco, encontré que la maternidad subrogada es uno de los pocos temas en el que la comunidad LGBT y las feministas no están de acuerdo. En España, existe un amplio debate en el que el primer grupo aboga por la regulación y el segundo por la prohibición.

En un corto conversatorio organizado por el diario El País, Alicia Miyares, feminista y escritora, debate con Marcos Jornet, abogado y activista homosexual, sobre la maternidad subrogada. Les recomiendo ver el debate con más detalle, pero quisiera rescatar las excelentes reflexiones de Alicia Miyares al respecto:

1. El debate del alquiler de vientres no es emocional ni de experiencias personales, es una cuestión de derechos en conflicto con los deseos. No se puede poner el deseo de ser padres por encima de los derechos de la mujer y su hijo.

2. «La primera trampa es creer y hacer creer que es una técnica de reproducción asistida». Cuando se habla de una mujer gestante, cosifica a las mujeres. El embarazo y parto generan vínculos innegables.

3. «Exige la firma de un contrato abusivo para la mujer, pues a una parte se le pide todo y a la otra se le da todo. En ese contrato la mujer renuncia al derecho fundamental a la filiación y en la práctica, (…) pueden negarle a ese menor el saber quién es su madre biológica.

4. Hablar de altruismo como concepto y a la vez de una compensación económica (utilizando el término de «criadas reproductivas») no es coherente.

Estas afirmaciones de Miyares, coinciden en gran medida con la postura de la Iglesia y son muy similares a las declaraciones del portavoz del episcopado español en el debate de Pacto Educativo en 2017, quien se refiere al tema del «vientre de alquiler» como «una explotación de la mujer y del niño que va a nacer, que se convierte en un objeto de consumo». Esta técnica «contraviene el orden natural de la concepción humana» y, además, ocasiona «problemas de identidad personal en el hijo así concebido».

La maternidad subrogante va en contra de las enseñanzas de la Iglesia 

Porque implica: extracción de espermas, fertilización de óvulos y desecha los que no «son útiles», por lo que mueren embriones fecundados, y finalmente, quita la dignidad de la mujer al utilizarla como un recipiente y al bebé como un objeto de consumo. Además de ser totalmente «contraria a la unidad del matrimonio y a la dignidad de la procreación de la persona humana».

El drama de la maternidad subrogada, no solo afecta a las personas que lo realizan, sino que inyecta dinero a una industria gigantesca que se beneficia de la situación emocional de quienes desean un hijo y de la dificultad económica de quienes alquilan su vientre. Incluye además a las clínicas de fertilidad y donantes de esperma, a un mercado ilegal de tráfico de personas, mujeres secuestradas para producción de bebés por encargo e incluso obligadas a abortar por rechazo de los compradores, tal como cuenta Jeniffer Lahl, en el teaser de su documental. La industria del turismo reproductivo es más común en países con mayores niveles de pobreza y sistemas legales ineficientes que son incapaces de controlar con rigurosidad este suceso.  

En la sección de desafíos de la exhortación apostólica «Amoris Laetitia» el Papa Francisco nos recuerda que, aunque ha habido notables avances en los derechos de la mujer, «el alquiler de vientres o la instrumentalización y mercantilización del cuerpo femenino en la actual cultura mediática» evidencia que la discriminación aún está presente y que no todos los problemas se han superado a partir de la tan aclamada emancipación de la mujer.

Uno de los deberes que tenemos como cristianos, es esta bien informados, sobre todo en temas tan polémicos como estos. Por eso te invitamos a compartir este post con tus amigos y familiares para que el testimonio de Kelly Martínez sea conocido.