

Tal vez nunca pensamos en Jesús siendo un niño. Lo imaginamos mucho más seguido en la Cruz, siendo adulto, siendo un hombre con barba y cabello largo. Como lo vemos en la mayoría de imágenes que hay en las Iglesias, en las pinturas o en la Biblia.
Este video me hizo pensar en cómo habrá sido Jesús pequeñito, tal vez con tres o cuatro años. ¿Su sonrisa habrá derretido de amor y dulzura a José y María?, ¿saldría a jugar como cualquier otro niño de su edad?, ¿lloraría y pediría consuelo en los brazos de su Madre?, ¿qué misterios escondería en ese corazoncito dueño del universo?
Me imagino a Jesús con las mejillas rojas de tanto correr. Con sudor en la frente, sediento y pidiéndole agua, la misma que luego convertiría en vino. Lo imagino con una sonrisa de oreja a oreja, con la mirada llena de curiosidad y encanto, con los ojos llenos del amor del Padre. ¿Habrá sido Jesús feliz en su infancia?
Esta Navidad recordemos a Jesús siendo un niño
Tengo un hijo de cuatro años y a veces pienso, ¿cómo sería Jesús a su edad? Lo miro, lo abrazo y pienso que también puedo abrazar a Jesús. Imagino poder tomar esas manitas tan características de los niños pequeños, la mayoría regordetas y con esos hoyuelitos que se marcan al final de cada dedo si las ves de frente.
Las mismas manos que luego serían atravesadas por los clavos en la cruz. Las mismas manos que seguramente María besaría con sublime amor. Pienso también en la Virgen y en el insondable misterio que guardaba en su interior, Ella lo sabía. Sabía que algún día ese cuerpecito de recién nacido que sostenía en el pesebre, sería el mismo que colgaría de la cruz.
Imaginar la cotidianidad de Jesús siendo un niño no es tan fácil. Era Dios, era la Salvación misma caminando con sandalias y arena en los pies. ¿Qué pensamientos inundarían esa pequeña mente que de una u otra forma ya lo conocía todo?
La cruz, la Navidad y el amor
Ver la última escena del video, donde el niño se inclina para llevar a cuestas el árbol y se levanta siendo un hombre, ¡me recordó tanto a Jesús llevando la cruz! Ya no era un niño aunque por dentro nunca dejó de serlo, ya no balbuceaba pero sí gemía de dolor camino al calvario. Ya no tenía sandalias, iba descalzo. Ya no era querido por todos, era abucheado.
Sin embargo algo en ese paralelo de edades no cambió, María seguía ahí, abriéndose paso entre la multitud para acompañar a su hijo. E imagino de inmediato esa escena que hemos visto en tantas películas sobre la vida de Jesús, donde tropieza siendo un niño y María corre a su auxilio.
Me llega a lo más profundo del corazón. Para María, Él seguía siendo su niño, su tierno y dulce Jesús (te recomiendo el curso online «Conocer a Jesús para vivir en Jesús»). Ver a este pequeñín del video en medio de actividades cotidianas que normalmente hace un adulto, me conmovió mucho. Porque ahí sigue estando Jesús, en cada recién nacido, en cada niño que da sus primeros pasos y en ti que ya eres un adulto.
Esta Navidad esforcémonos por pensar más en la infancia de Jesús, contemplemos el pesebre y pensemos en las emociones que invadían a José y María aquella noche en que las estrellas brillaban para su salvador. ¿Qué le dirías a ese Jesús envuelto en pañales? ¿Qué le darías en ofrenda?
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