

¿Hace cuánto tiempo llevas conociendo al Señor?, ¿amándolo? ¿Hace cuánto tiempo tu alma se sabe amada por Él y te consideras uno de los suyos?
Ya sea que fuera hace mucho o poco tiempo, la idea de que somos uno de Sus aliados se nos puede subir a la cabeza. Podemos, por un momento, caer en la tentación de pensar que es nuestro mérito el haber conocido al Señor y que, al considerarnos «superiores», podemos desdeñar a quienes -según nuestro criterio- no han recibido esta gracia. ¿Hay alguna forma de combatir esta tentación?
Gracias a Dios, sí, podemos ejercitar la humildad, recordar que es Dios quien nos amó primero y trabajar en nuestra grandeza espiritual.
El video que les traemos hoy es un clip de la película cristiana «Jesus Revolution», una historia basada en hechos reales que retrata el reavivamiento del cristianismo en California en la década de los 70.
La escena que compartimos es una punzante invitación a la autorreflexión, a la autocrítica, no solo como Iglesia, sino también como personas. Veremos que en esa pequeña conversación se resalta muy bien la necesidad de amor, apertura y misericordia: ingredientes que no pueden existir sin la humildad ni grandeza espiritual.
A continuación, haré hincapié en ciertas frases de «Jesus Revolution» y puntos que pueden servirnos como recursos apostólicos.
« …buscando todo lo que es bueno, solo que en lugares equivocados»
«Si miras en lo profundo, si miras con amor, verás a muchos chicos buscando todo lo que es bueno, solo que en lugares equivocados». Esta frase de «Jesus Revolution» la dice el «cristiano hippie» al pastor de una Iglesia evangélica, quien hasta ese momento conducía una congregación tradicionalista (no es lo mismo que tradicional).
Los chicos a los que se refiere son los jóvenes de los 70, una generación que tenía sed de ideales y quería revolucionar su sociedad. Hoy por hoy, no solo son los jóvenes, sino toda nuestra sociedad que busca saciar sus anhelos más profundos y que -a falta de una mejor fuente- busca la plenitud en redes sociales o entretenimiento vacío.
Aquí me detengo y pregunto ¿hemos profundizado lo suficiente en nuestra relación con el Señor para poder ver a los demás -incluso a nosotros mismos- con amor? O ¿será tal vez que nos estamos permitiendo juzgar al prójimo utilizando criterios santurrones, pero no santos?
Santos vs. santurrones
El predicador católico Christian Huerta hace una reflexión en este sentido y nos recuerda que los santurrones critican, juzgan y se escandalizan de los pecados de otros. Los condenan en público y/o en privado y los estigmatizan. Calman su propia conciencia y «agradecen» al Señor por no ser así… se comportan, pues, como verdaderos fariseos.
Los santos, por otro lado, se conduelen de los pecados de sus hermanos (han entendido que son hijos del mismo Padre). No los ven como «ellos», «los otros», no los sienten ajenos, sino que los asumen como suyos, les llaman hermanos. No los juzgan, ni les recriminan, sino que los exhortan, interceden y ofrecen sacrificios por su conversión, e intentan reparar por sus pecados.
«¿Cómo pueden creer en Aquel del cual no han escuchado?»
«¿Cómo describo a mi gente? Como ovejas sin un pastor, persiguiendo mentiras. El problema es que tu gente los rechaza… ¿cómo pueden creer en Aquel del cual no han escuchado?». Con esta frase del teaser de «Jesus Revolution», el personaje cristiano trata de ampliar la visión del pastor. La Iglesia no es solo un conjunto de personas que trabajan en su conversión, sino que es Madre y Maestra (CIC 2030).
Esto significa que debe estar en salida, buscando dar la bienvenida a esos hijos extraviados. La pregunta que nos toca hacer como Iglesia y como personas es: ¿cómo podemos suscitar que estos hijos vengan a casa si no conocen al Padre, si nadie se los hace conocer?
Ya lo decía San Francisco de Asís: «prediquen todo el tiempo y solo de ser necesario hablen». Cientos de años después, San Charles de Foucault, un santo francés que vivió hasta los primeros años del siglo XX, profundizaba en la necesidad de llevar a Cristo a los demás sin ánimos proselitistas, sin agendas.
Predicar y hacer que los demás conozcan al Padre no siempre significa hablar de Él; a veces significa -simplemente- ser auténticamente amables. En nuestra sociedad actual, no todos están preparados para escuchar de Cristo como Dios y Salvador o de la Iglesia, pero todos tenemos sed de una amistad sincera y de amor.
Eventualmente, el amor llama al amor y cuando el alma esté preparada, podrá recibir el mensaje de Cristo con mejor disposición. Esto requiere discernimiento de parte de cada uno de los que nos hacemos llamar cristianos… esto requiere pasar tiempo de oración.
«Solo podemos atravesar puertas que están abiertas y tu Iglesia es una puerta cerrada”
Nuevamente, el «cristiano hippie» de «Jesus Revolution» apela ante el pastor y trata de hacerle ver que la Iglesia es un hospital de enfermos que buscan una solución, una cura. No se puede pretender encontrar solo personas que estén listas para ser beatificadas y cerrar la puerta a quienes no estén a la altura.
En este punto podemos preguntarnos también ¿es mi corazón una puerta cerrada? Abrir nuestro corazón a las almas es un riesgo que no se entiende si el Señor no lo transforma primero. Tal vez por eso una de las letanías más potentes al Sagrado Corazón es: «fac cor meum secundum cor tuum» (haz mi corazón semejante al tuyo).
Al pasar tiempo de calidad con nuestro Señor, nos contagiaremos de su «sed por las almas». Esto significa que, si las pedimos, podemos obtener las gracias de la misericordia y de la humildad. Dichas cualidades permitirán forjar nuestra grandeza espiritual y, con eso, cambiar nuestra propia perspectiva de la vida.
Ya no veremos a los demás como ajenos, sino que tendremos la apertura de ser misericordiosos, pues nosotros mismos tendremos las puertas abiertas de un corazón que se sabe perdonado, que ha conocido en carne viva la misericordia de un Dios que ama y se desvive por nosotros con detalles de ternura.
De pronto, obtenemos la gracia de darnos cuenta de Su amor, de verlo en distintas circunstancias de la vida y de verlo en los demás. Así sea.
Ya que hablamos en este artículo sobre la grandeza interior, quiero contarte que desarrollamos un curso nuevo. «Descubre tu grandeza interior: Herramientas de coaching católico para tomar las riendas de tu vida». Identificarás los aspectos humanos y espirituales para descubrir el propósito de tu vida, ayudar a los demás y, a la vez, vivir en plenitud.
Muy buena explicación
Cómo puedo inscribirme en sus cursos
Me gusta todo lo que dice, quiero ver está película.
Quiero ser convertida y pertenecer al grupo de quienes tienen la puerta abierta, con un corazón lleno de amor y de humildad.
*Sagrado corazón* : «Fac cor maum secundum cor tuum»
Haz mi corazón semejante al tuyo