

En alguna ocasión, seguramente hemos escuchado el relato de cómo Jesús cura a un paralítico en Cafarnaún. Este pasaje encontramos en el Evangelio de Marcos y también aparece en Lucas y Mateo.
Jesús cura al paralítico: recordemos la historia
El texto evangélico nos cuenta que en una casa hay mucha gente reunida para escuchar a Jesús. Allí se encuentra un paralítico que, a causa del gentío, no logra llegar hasta Él. Pero gracias a la acción de un grupo de personas que abren el techo y descuelgan su camilla, Jesús cura al paralítico al ver su fe.
Algunos escribas que se encuentran en el lugar, al escuchar que Jesús le dice al paralítico: «tus pecados te son perdonados», piensan que es un blasfemo, porque solo Dios puede hacer tal cosa.
Pero Jesús les reitera que el Hijo del hombre tiene ese poder en la tierra. Luego, invita al paralítico a que tome su camilla y se vaya a casa, dejando asombrados a los presentes quienes dan gloria a Dios.
Hoy te voy a mencionar algunas enseñanzas que este pasaje bíblico nos regala a quienes acompañamos la enfermedad de algún familiar o amigo o incluso a quienes la experimentan en este momento.
1. La Palabra de Dios nos da la clave para interpretar la enfermedad



Marcos nos muestra la sed que tiene la gente de escuchar el mensaje de Jesús. Esto nos recuerda que gracias a su enseñanza, pero sobre todo a su acción, él es capaz de liberarnos de la enfermedad.
Porque, además de curarnos, de mostrarnos la integralidad que debe haber entre mente y cuerpo, nos permite otorgarle, desde el amor, un sentido distinto al sufrimiento, ese mismo que expresó en su máximo nivel al entregarse en la cruz. Y, por supuesto, nos ofrece una concepción distinta de la vida y de la muerte, gracias a su resurrección.
Así, se nos recuerda que la palabra ha de convocarnos y de prepararnos con antelación, para desarrollar una fe madura que nos permita afrontar la enfermedad con valentía y esperanza.
2. Somos instrumentos para acercar al enfermo a Dios



Si nos fijamos detenidamente en los verbos que describen la acción de la comunidad, podemos encontrar varias actitudes que nos pueden ser de provecho. «Vinieron a traerle» y «lo llevaron entre cuatro»; denota que la realidad de la enfermedad no debería ser una situación que atravesemos en soledad.
Al contrario, tanto quien la padece como el entorno que lo rodea están llamados a ser ocasión para el amor. Quien vive o cuida a un paciente puede acompañar, escuchar, consolar, compartir y ofrecer atención con calidez humana; quien vive la enfermedad, puede permitir que otros lo asistan y descubran en él el rostro de Jesús. «Abrieron el techo» o «destecharon».
Ayudemos a quitar todos aquellos obstáculos que no le permiten al enfermo recibir la Palabra de Dios, descubrir su presencia y su luz en medio de la oscuridad. De acercarlo a los sacramentos de la reconciliación, de la Eucaristía y de la unción de los enfermos, superando en algunas ocasiones ciertas concepciones erradas sobre los mismos. «Descolgaron».
Realizar esta acción requiere fuerza y destreza para no lastimar al paralítico en el descenso. Lo mismo ocurre con la atención que podemos brindarle al enfermo. Requiere que nos preparemos en diferentes aspectos (psicológico, ético, bíblico, salud) para que nuestro apoyo logre tener un impacto positivo, generar empatía y solidaridad; vincular no solo al entorno cercano, sino a todo aquel que tenga un encuentro con quien necesite ayuda.
3. La fe de la comunidad, fuente de fortaleza y esperanza



Marcos narra que Jesús al ver la fe de los que llevaban al paralítico lo curó. Es precisamente el poder de la fe y de la oración de una comunidad, la que sostiene y conforta a un enfermo y a su núcleo familiar. Por ello, acompañemos con nuestra oración a quienes sufren y seamos camino para que, a través nuestro, ellos descubran la acción de Dios.
4. Cuando Jesús cura una enfermedad… va más allá de lo físico



No debemos dejar de lado las palabras que Jesús emplea para curar al paralítico: «Hijo, tus pecados te son perdonados». Lo primero que sana es su alma. No se trata solamente de que el paralítico se mueva con libertad, sino que sus actos también se vean libres de cualquier atadura de pecado.
Se trata, por tanto, de una conversión interior. Esto nos muestra que la sanación de una enfermedad también pasa por el perdón, por la aceptación, por cambios en los estilos de vida, por una mirada integral del ser humano.
5. La enfermedad, posibilidad de testimonio



En nuestro relato, Jesús da testimonio del Padre, pues mediante sus actos reafirma que es hijo de Dios. Asimismo, muchos tienen la posibilidad de experimentar un milagro de sanación o de una conversión profunda. Así, se configuran como testimonio de la acción de Dios en su vida y siendo motivo para que otros abran su corazón a Dios.
Recordemos, como cristianos estamos invitados a vivir la enfermedad y el sufrimiento de una manera distinta. Tal vez más retadora, pero con seguridad más honda y cercana a Cristo.
6. Agradecer a Jesús que nos cura y manifiesta en su acción amorosa



Todos quedan asombrados y dan gloria a Dios. El agradecimiento se constituye en un elemento clave en la experiencia de la enfermedad. Al hacerlo de manera consciente podemos descubrir en qué situaciones Dios se ha hecho presente y que tal vez por la dureza de la enfermedad han pasado desapercibidas.
También, dispone el corazón para compartir con los demás la alegría de lo que se ha recibido. Para permitirle a Dios ser instrumentos suyos para llevar con arrojo y fe los desafíos que nos plantea la vida.
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Excelente reflexión!! Felicitaciones!
Muy interesante el artículo, es importante conocer las lecciones de Jesús sobre el poder de la Fe, que nos recuerda el amor y que siempre está presente en nuestras vidas