

Cuando vi este video por primera vez, tengo que reconocer que me emocionó y me saco más de una lágrima. Pues tengo una tía abuela que hace unos tres años vive en una casa de reposo. Falleció su esposo, con quien llevaba casi 60 de matrimonio y además, tuvo que abandonar su casa, donde vivía ya hace más de 50 años.
Cuando la visité, hace menos de un año en Buenos Aires, lo único que deseaba con todo su corazón era ser escuchada, pasar un rato conversando, compartir un momento de amistad.
En la parroquia donde vivo, acompaño de cerca una pastoral hermosa y difícil: la del duelo. Donde hay personas que sufren por el fallecimiento de algún ser querido. La honda experiencia de vacío que deja esta pérdida en el corazón cuando la persona a quien tanto amamos ya no está, genera una soledad tan grande, que cuesta muchísimo poder enfrentar la situación.
El dolor de su ausencia es muy grande y la soledad puede carcomer interiormente a la persona, que sin quererlo, se va marchitando poco a poco.
Una cultura indiferente
En Inglaterra, hace aproximadamente tres años el Gobierno tuvo la necesidad de crear un Ministerio de la Soledad. Después de algunos estudios sociológicos, se constató que más de nueve millones de personas se sentían solas en este país. De las cuales, más de dos millones eran ancianos que vivían prácticamente abandonados en casas de reposo. Personas – como cualquiera de nosotros – que pasaban muchas veces, más de un mes sin ningún tipo de visita familiar o contacto alguno.
Vivimos una cultura en la que se exalta «the self made man». Esas personas que son autosuficientes, independientes, autónomas, capaces de resolver todos sus problemas por sí mismas. Pareciera como si el hecho de que uno necesite la ayuda de otro para solucionar algún problema de su vida, sea una señal de poco valor. O denote una persona que no merece ser reconocida dentro de los paradigmas de éxito ante esta sociedad. La vulnerabilidad y fragilidad son vistas como algo negativo, cuando en realidad son todo lo opuesto.
La depresión como la enfermedad del mundo moderno
El aumento vertiginoso de personas deprimidas alrededor del mundo es fruto —en gran medida— de esa soledad, cada vez más viralizada en nuestras sociedades modernas. No me refiero a la depresión genéticamente adquirida, o causada por algún trauma o crisis de la vida.
Me refiero a la depresión noógena —como diría Victor Frankl, fundador de la Logoterapia— que es fruto de una manera de vivir. Que no responde a las necesidades que experimentamos para tener una vida con sentido, con propósito. Cada vez más vemos personas individualistas, encerradas en sus «burbujitas» digitales, o «aprisionadas» por la rutina del trabajo frenético.
Como personas, estamos creados por Dios, para la relación con los demás. El egoísmo y toda forma de individualismo que vemos, contradicen nuestras necesidades profundas de encuentro y por lo tanto, generan una experiencia de soledad, frustración, tristeza… que poco a poco nos llevan a la depresión.
Una persona que vive sola no experimenta el amor en su vida, y esto agudiza la experiencia de vacío interior, que por cierto todos tenemos. Pero ese vacío interior, si no lo llenamos por mucho tiempo, genera una patología neurótica, la cual, normalmente, deriva en una depresión.
Un tiempo para vivir el amor, no la soledad
Con certeza, todos conocemos o tenemos un amigo que experimenta esa soledad. Ahora es el tiempo oportuno para salir a su encuentro. Escucharlo, poner el hombro para que pueda llorar, dedicar una o dos horas para escuchar a una persona.
¡No es una pérdida de tiempo! El problema es que no estamos acostumbrados a escuchar a las personas. El ritmo y responsabilidades frenéticas que todos vivimos, hacen que perdamos de vista lo esencial que es nuestro compromiso personal con los demás.
Aprovechemos estas fechas para tender esas relaciones fraternas que son tan necesarias. Navidad es Jesús. Navidad es un tiempo muy especial y propicio para la familia. Es un tiempo para buscar la paz y armonía en el hogar.
Para eso hay que abrir el corazón y ayudar a que los demás así lo hagan. ¿Hace cuánto no visitas a ese pariente tuyo, o ese viejo amigo, que sabes muy bien, vive una circunstancia de soledad? Aprovecha estas fiestas para vivir el amor, para ser caritativo, y mostrar tu cariño a quiénes sienten que ya nadie les tiene amor.
0 comentarios