

*Atención: posibilidad de spoilers.
En las últimas dos semanas tuve la posibilidad de asistir, con la sala llena de niños, a dos películas que marcaron a más de una generación. «El Rey León» y la 4ta entrega de la saga de animación «Toy Story».
Si bien la motivación primera fue la de distraerme un poco, salí gratamente sorprendido al llevarme muchas enseñanzas de estas películas «para niños». El análisis podría ser muy extenso, por eso quisiera centrarme en un tema en particular: «la reconciliación con el niño interior».
En el acompañamiento que brindo para ayudar a las personas a dejar la pornografía, sale un tema recurrente: «el daño que me hicieron de niño. Y cómo eso repercute ahora que soy adulto».
Las causas son diversas, cada caso es especial y a tratar con mucho cuidado. Puede haber sido un abuso físico, bulliyng en el colegio, maltrato o indiferencia en el propio hogar, un excesivo paternalismo o algún error propio o ajeno que aun falte perdonar.
No son pocas las personas que se vuelcan a la pornografía como una vía de escape ante el recuerdo de ese dolor que los hace seguir sufriendo de adultos. Ahora bien, tal vez te preguntarás: ¿qué tiene que ver esto con el Rey León o Toy Story? Allí vamos.
1. Hablemos de las películas y el rol de los personajes
El «calvario» o la fuga de Simba comienza ante la muerte de su padre Mufasa. Simba, el pequeño cachorro, heredero del Reino, era el aparente culpable. Él fue el responsable de tan terrible acto. O al menos eso le hizo creer su tio Scar.
¿Cuánto le afectó esto a Simba, creer que él había sido el hacedor del declive del Reino y la muerte de su propio padre? Tanto le afectó, que optó por huir, alejarse, jamás regresar, olvidarse de su familia y hasta de su propia identidad.
¿Qué sucede con el protagonista de Toy Story 4? Forky, un juguete nuevo, fabricado por una niñita con sus propias manos. Él será el juguete favorito de Bonnie, la niña heredera de los muñecos de Andy.
Siendo injustos con la película, podríamos decir que se resume en la no aceptación por parte de Forky del amor incondicional de Bonnie. ¿Por qué? Por el hecho de que Forky se creía una basura. Así es, Forky se creía basura. Si aún no viste la película, te la recomiendo, tiene muchos otros elementos sumamente interesantes.
Pero volviendo a nuestro tema, así es. Forky se cree una basura y no es capaz de ver lo importante que resulta él para su dueña. No es capaz de darse cuenta cuán necesario es para Bonnie. A ella no le interesa el origen de Forky (un tacho de basura), sino lo que representa: un amigo, una obra de sus manos, alguien que apareció en el momento más duro, cuando ella se sentía sola en su primer día de clases.
Pero Forky no puede verlo. Y ante su negativa, huye, quiere volver una y otra vez a donde él creer que pertenece, el tacho de basura. Es por eso que cuando Simba y Forky descubren su identidad, la aceptan y luchan por sacarla adelante, un mundo nuevo se abre, una realidad llena de aventuras, amistades y recuerdos que durarán para siempre. Ellos cambian. Y los demás se verán influenciados por este cambio.
2. Reconciliación con el propio «yo»
Lo mismo sucede con aquellas personas que eligen reconciliar su identidad, su «niño interior» y dejar de refugiarse en el «lugar seguro del Hakuna matata» de la pornografía. Porque, como Forky, la pornografía te dice una y otra vez: «eres basura, no vales, no sirves para nada, nadie te va a amar, no eres digno/digna de ser amado o amada y tenido en cuenta por nadie».
El niño interior tiene la opción de «quedarse en la jungla con Timón y Pumba», creyendo que su pasado lo condena. O tiene la opción de empezar a mirarse con los ojos de Nala o Bonnie, y darse cuenta que su valor no está en su pasado, en cómo fue tratado, en algún error que cometió o en su origen, sino que es digno de ser amado por el hecho de existir, por el hecho de ser… humano.
La fe cristiana entra a tallar de una manera hermosa y apasionante aquí. Porque cuando el hombre reconoce que Dios lo ama tanto que entregó a su Hijo único para que tenga vida eterna (Jn. 3, 16), empieza la carrera ascendente hacia la cima, hacia el cielo.
Un cielo que comienza en el momento en que nos damos cuenta de que somos amados incondicionalmente por Dios. Uno en el que entendemos lo hermoso que es perdonarnos y perdonar a quien nos hizo daño. Un Cielo que comienza en el momento en el que me reconcilio con mi niño interior y me doy cuenta no solo que no soy basura a causa de mi adicción a la pornografía, sino que soy digno de ser amado y de heredar un Reino Eterno.
Para terminar, como me gusta hacer, te dejo una pregunta: Y tú, ¿qué eliges? ¿Hakuna Matata y el tacho de basura? ¿O recuperar tu Reino y tu lugar entre los que te necesitan?
Artículo elaborado por Matías Conocchiari.
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