

«Pero mamá, ¡es imposible vivir sin la tecnología!» Claro, cada vez que escuchaba esta frase de mis hijos – tengo dos adolescentes, una «activista» de 15 y un «empresario» de 14 años – pensaba: «¿Cómo es posible que me digan eso?». Tengo que confesar que no podía entender esa frase, hasta que me dije a mí misma: ¡Esto no puede seguir así! Mis hijos se están alejando cada día más de mí.
Parecía como si yo, su propia madre, ya no les importara. Por lo menos, así me sentía. Les tengo que confesar una cosa, me dije a mi misma que no podía seguir haciéndome la víctima. Empecé a leer libros, a estudiar, a ver esas famosas charlas de TED y lo que me ayudara a entender esta nueva generación.
En pocas palabras, asumí mi responsabilidad de mamá. Así de sencillo. Me di cuenta que, en realidad, me estaba excusando en la tecnología o las famosas redes sociales, para no involucrarme en la educación y formación de mis hijos. Quisiera haber tomado conciencia de esto antes, pero bueno, como dice el dicho: «Más vale tarde que nunca». Así es como la tecnología empezó a ser parte de la vida de mis hijos y de la mía.
1. Algunos datos interesantes
En esa búsqueda personal por entender cómo pensaban y vivían mis hijos, me encontré con un hombre llamado Marc Prensky. Quién en el año 2001, acuño el término: «nativos digitales». Una frase que leí en uno de sus escritos -muy sencilla – me hizo dar cuenta de que me enfrentaba a dos personas – mis hijos- que piensan, literalmente, distinto: «Son personas que no se pueden imaginar un mundo sin la tecnología».
En otros textos, descubrí que pueden existir distintas actitudes de los padres, ante el desafío de relacionarse con hijos que son «nativos digitales». De estos textos – no son difíciles de encontrar – que tratan sobre las actitudes que tenemos los padres con el uso que le dan nuestros hijos a la tecnología, llegó un momento en el que me di cuenta de algo fundamental. Se muy bien que, al decirlo, parecerá confuso, pero así son las cosas: a veces el sentido común, es el menos común de los sentidos. Los dos siguen siendo mis hijos, y yo sigo siendo su mamá. No hay nada que cambie eso. No obstante, aunque la tecnología a veces parezca no ayudar en esa tarea que tengo, mi responsabilidad como mamá debe ser lo principal.
Así que me puse a investigar qué características tienen estos chicos y descubrí que muchos artículos concuerdan en varias características, las cuáles veía muy bien reflejadas en mis hijos. Algunas son: la independencia y esfuerzo que hacen por no conformarse con actitudes mediocres; todo el tiempo están buscando ejemplos (por eso existen tantos «influencers» o los «youtubers»). Finalmente, quiero mencionar una más, pues me parece esencial, si queremos recuperar el amor o tal vez la atención de nuestros hijos, espero que entiendan lo que les quiero decir: Son jóvenes soñadores, que buscan grandes cambios para la humanidad.
2. Quiero que mis hijos sean felices
Podría seguir diciendo tantas cosas. La literatura sobre estos temas es vasta y parece interminable. Pero quiero decir unas cuántas cosas para, ojalá, ayudar de alguna manera a todos los padres, que como yo, se sienten perdidos y confundidos en este mundo tecnológico, que pareciera habernos «agarrados desprevenidos».
Sabemos muy bien que el sueño más grande que puede tener cualquier persona, es ser feliz. Que lo esencial para que nuestros hijos sean felices, así como cualquier otra persona, es el llamado que tenemos todos a vivir en el amor. Salgamos un poco de este mundo virtual y miremos esta nueva era, con los únicos ojos que pueden hacer un juicio certero: «Yo soy el camino, la Verdad y la Vida». (Juan 14, 6) Los ojos del Señor Jesús.
Centrar mi vida en lo esencial y no perderme en ese mundo digital, tratando de «conectarme» con mis hijos de modo online, me ayudó a recuperar mi conexión offline con ellos. En vez de imponer prohibiciones – que algunas veces son necesarias -.
Por ejemplo, no almorzar con los celulares prendidos – me esforcé día tras día por mirar de nuevo a mis hijos a los ojos. Conversar con ellos. Al principio no fue fácil, estábamos todos – me incluyo yo misma – «enchufados» a esas pantallas, que, literalmente, nos fascinan con sus novedades casi cotidianas. Pero con esfuerzo y dedicación – sabemos todos los papás que educar y formar un hijo no es tarea fácil. Nunca lo ha sido – recuperamos el diálogo, y ellos empezaron a darse cuenta que también quiero compartir tiempo de calidad junto a ellos. Que deseo darles cariño, que me preocupo por ellos.
Los quiero ayudar a valerse de esos recursos tan impresionantes para alcanzar sus sueños. Como dice una famosa educadora canadiense Catherine l’ecuyer, «la mejor preparación para el mundo online es el mundo offline». ¡Ánimo, tenemos un gran reto y un camino largo por recorrer con nuestros hijos!
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