¿Cómo recuperar la esperanza en Navidad?

Air Canada ha publicado un anuncio que toca el corazón. Sí, es un anuncio, y conocemos el objetivo final, puramente publicitario.

Mi profesión es la misma, trabajo en el mundo de la publicidad, y por ello sé el trabajo que hay detrás de dos minutos de spot. Hay intenciones comerciales, pero se ve de lejos cuando también hay valores y sensibilidad.

Imagino al creativo de la agencia saliendo a pasear, pensando en el encargo, e intentando encontrar el tono y el mensaje perfecto.

Los planos, los colores, la música, la historia… y cuando lo ha encontrado corre a preparar la presentación para intentar convencer al equipo que su propuesta es la mejor opción.

Créanme si les digo que ese equipo no financia el spot si la idea (aún sin grabarla, aún sin los protagonistas, aún sin su música…) no les remueve por dentro.

Así que no dudo que tendrán ya ganas de verlo, luego pasaremos a descubrir por qué la Navidad es el momento perfecto para creer. Puedes verlo en este enlace.

La Navidad y nuestra sed de esperanza

Volvemos a nuestro creativo. Esa personita que tuvo la genial idea. Puede ser creyente o no creyente. Quizás su primera propuesta se enriqueció con las aportaciones de otros.

Pero está claro que la Navidad no le resulta indiferente, su idea de Navidad tiene que ver con la esperanza.

Aún sin ser consciente del mensaje evangélico, reconoce en ella una buena noticia y una posibilidad infinita y poderosa de un mundo más cálido, más tierno, más amoroso.

Quizás tenga que ver con las luces en las calles, los niños cantando, los árboles adornados, los mensajes de buenos deseos, los regalos, los planes con la familia, los encuentros con los amigos.

Para algunos, una confabulación mundial (¡bendita confabulación!), para otros un tiempo mágico. Sea como sea parece que, una vez al año, hombres y mujeres se llenan de ternura.

Los últimos tiempos no han dejado mucho espacio para la esperanza

Muchos son los que se han hundido en el pantano de la tristeza. Una de mis películas preferidas, «La historia interminable» (1984), nos regala una significativa escena.

El protagonista, Atreyu, cabalga a lomos de su caballo Artax, en busca de la emperatriz infantil del reino de Fantasía, para luchar juntos contra la indiferencia de los niños que han perdido, justamente, su capacidad de creer en lo imposible.

Durante el viaje, caballo y jinete, quedan atrapados en el pantano de la tristeza. Atreyu se sobrepone a la tristeza e intenta tirar del caballo invadido por la devastación:

«Artax, por favor, no dejes que la tristeza del pantano te llene el corazón. Yo te sostendré, no dejaré que te hundas, estoy aquí y eres mi amigo… Te quiero…».

Si bien Artax sucumbió a la tristeza, me gusta pensar que la Navidad nos ayuda a ser más Atreyu, a tirar de otros, a sobreponernos a la tristeza, y a reforzar los vínculos para no perder la esperanza.

Sé que no todo es color de rosa, pero siempre podemos hacer el bien

Es difícil vivir al margen de los pantanos. En Navidad, empatizamos especialmente con los pantanos de la soledad, la enfermedad, el hambre, la violencia, la pobreza, la discriminación…

Y nos sentimos extraordinariamente conectados con valores que nos devuelven la esperanza. Por un momento parece que todos estamos de acuerdo en algo.

La esperanza es el estado que surge cuando aquello que deseamos se presenta como posible. La fe implica confianza sin poseer evidencias sobre la verdad.

Quiero pensar que van de la mano. Cuando aparecen en el corazón del ser humano dejan la puerta abierta para que Dios se asome.

El que tiene esperanza no deja de buscar

Y en esa actitud de búsqueda, Dios reconoce al inconformista que mira más allá de las luces, de los árboles adornados, de los regalos o de una mesa con abundantes manjares.

Dios encuentra al que no se da por vencido y al que mira directamente el pantano aparcando el miedo, lo atraviesa, evita hundirse en él y tira de otros.

Después de ver el vídeo, no puedo dejar de imaginar a nuestro creativo escribiendo una carta al Polo Norte, resistiéndose a pensar que «no hay nada que hacer» y agotando hasta la última posibilidad en su mano para que el Amor se haga presente.

La misma actitud de una joven que hace dos mil años aceptó lo que estaba en su mano para que Dios, lejos de dar por imposible a la humanidad, habitara entre nosotros llenando de esperanza al mundo.

¡Feliz Navidad!