Empecemos con unas francas confesiones: mi nombre es Samuel, soy británico, tengo cuarenta años y soy profesor en una provincia cercana a Londres de la que seguramente nunca has escuchado antes. Llevo casado 12 años y vivo en un vecindario promedio de clase media. Tengo cuatro hijos, cuatro gallinas y un auto familiar de diez años. Aparentemente mi vida es mediocre (excepto, tal vez, por las gallinas) tener gallinas es hipster. Antes trabajaba en el exterior hablando todo el día en un lenguaje extranjero, viajando a lo largo de Europa como si ésta fuera mi patio trasero. Estaba en un negocio excitante (aviones híbridos, ¿te suena?), tenía novias exóticas que vivían en lugares exóticos, conocí muchos amigos sin preocupaciones y ¿sabes qué era lo mejor de eso? ¡tenía planes!, millones de planes con millones de cosas por hacer.

De pronto (casi un año atrás) me desperté una mañana y me di cuenta que era un profesor de 40 años en una ciudad provincial, casado, con hijos y manejando un auto familiar destartalado. ¿¡Qué rayos pasó!? Amaba estar en mis veinte y mis treinta. Amaba el entusiasmo del estudio, los viajes, conocer gente, salir, casarse, establecer una familia, comprar una casa, construir una carrera, armar un negocio… hubo malos momentos también, pero en general, amaba la novedad de mi vida.

Uno a uno todos los caminos que tenía en frente en mis veinte, tan llenos de potencial y promesas, se han ido cerrando, en la medida en que fui tomando una elección sobre otra, una decisión en lugar de otra, comprometiéndome con una situación y no con otra. La ruta a la que finalmente he llegado parece haber sido bloqueada y convertirse en un callejón sin salida. La juventud incansable que una vez fue mi fuerza motora es ahora un insecto atrapado en una caja. Los planes han sido archivados, las ambiciones dejadas sin alcanzar, las sinfonías quedaron incompletas; y aquí estoy, tan solo un esposo, un padre, un profesor…

Me doy cuenta, a estas alturas, que sueno como una vieja cabra malagradecida balando groseramente sobre una vida que muchos ya quisieran tener, (incluso una pequeña parte de ella: esposa, hijos, casa, auto, trabajo, seguridad). Y esto me complica esta insatisfacción con lo que ya tengo, este inconsumible anhelo de más. Así, ha sido un alivio y una revelación encontrar este artículo de uno de mis directores espirituales favoritos, Fr. Ron Rolheiser, en él, escribe:

«Una forma de intranquilidad, que muchos de nosotros compartimos en común, es un sentimiento de estar atrapados en ciertos matrimonios, familias, vocaciones, carreras, iglesias, trabajos y lugares que nos frustran, pero de los cuales, por muchas clases de razones, nos sentimos incapaces de dejar. Así pues, vivimos en un estado de insatisfacción e inquietud incapaz realmente de hacer las paces con lo que tenemos en la vida ni tampoco dejarla. […] Lo que vemos es una constante lucha contra el impulso, un cáncer del espíritu, un rehusarse a aceptar el destino propio en la vida, la incapacidad de hacer las paces con lo que uno en realidad está viviendo».

¿Cómo superamos esta especie de intranquilidad?

Existe un antiguo proverbio que dice: «si no puedes salir de algo… entonces ingresa más profundamente en él»

sumergir©bartb_pt/Flickr

Si no puedes salir de algo, ¡entonces ingresa más profundamente en él! A medida que leo la frase, siento una mezcla de entusiasmo y temor. Entusiasmo por encontrar una respuesta a mi agitación, temor, porque sé instintivamente que la respuesta me va a llevar inexorablemente a la tierra de la sombras: «Verdaderamente te digo: Cuando eras más joven, te ceñías, e ibas a dónde querías; más cuando ya seas viejo, extenderás tus manos, y te ceñirá otro, y te llevará donde no quieras» (Juan 21, 18).

Entremos más profundamente en esto: esta simple frase, tan irresistible, tan ilógica, me motiva a ingresar más completamente, más concretamente en esas cosas que caracterizan mi descontento: la vida de casado, la vida familiar, mi trabajo. Ingresar más profundamente en ellas implica ambas cosas: un punto de quiebre y un punto de no retorno. Sugiere que me remangue las mangas y me ensucie las manos. En lugar de “huir de eso”, “hundirme en eso”. Suena como una loca invitación a algo profundo y de impacto en mi vida, pero no tengo idea de cómo va a ser. Me siento como Neo en la película The Matrix: llevado al extremo de una crítica pero ineludible elección: «Esta es tu última oportunidad. Luego de esto, no hay vuelta atrás. Si tomas la píldora azul –la historia termina, despiertas en tu cama y crees en lo que quieras creer–. Si tomas la píldora roja –te quedas en el país de las maravillas y yo te muestro cuán profunda es la madriguera del conejo es–. Recuerda: te estoy ofreciendo la verdad, nada más.

Como Neo, nunca habría podido tomar la píldora azul. Pero tengo un enervante recelo por tomar la píldora roja. Si tomo la píldora roja, esto creo que va a pasar:

1. Voy a tener que pasar por un proceso de dejarlo ir, y será  doloroso

ir©Tom Szymanski/Flickr

En algún punto perseguir nuevos proyectos ha sido una manera de evitar la monotonía de mi actual existencia. No me gusta ser un profesor de escuela pública. Amo a mis alumnos pero odio las presiones administrativas del trabajo. No me es fácil prestar atención al detalle, y la administración enfatiza esta característica particular de mi carácter y eso me hace sentir vulnerable.  Si ganara la lotería dejaría de enseñar inmediatamente. Pero eso no va a pasar y siento un resentimiento muy asentado hacia el trabajo que expone mis falencias en lugar de utilizar mis fortalezas. Así que el mandato de “ingresar más profundamente” va a tener grandes implicancias en cómo me aproximo a mi trabajo. ¡Voy a tener que cambiar radicalmente mi actitud hacia mi trabajo!

2. No voy a ser capaz  de hacer esto a medias tintas

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Parecería peculiar solo aceptar el reto en algunos puntos de mi vida y no en otros. “Ingresar más profundamente” parece ser que requiere mi total compromiso con mi propia vida, no puedo escoger tomarme en serio unos aspectos y permanecer frívolo en otros. Estoy seguro que no podría, por ejemplo, probar el misterio de nuestro matrimonio y no tomarme en serio nuestras finanzas, nuestra vida de oración, nuestro tiempo libre. Esto sería como tratar de zambullirme en el océano mientras dejo mis pies en la orilla.

3. Estaré tentado a renunciar

rendirse©Lara/Flickr

Cada palabra de lo que estoy escribiendo me hace querer renunciar. Estoy experimentando fatiga incluso antes de comenzar. Quisiera olvidar todo esto, borrar este documento, servirme un vaso de whiskey y navegar por Netflix. ¿Pero cuál es la alternativa? Una sensación persistente de que mi vida está incompleta.

4. Lograré menos pero me convertiré en más

mas©micagoto/Flickr

Enfocarme en mi negocio ha significado perderme las cenas, la hora del juego y la oración con mis hijos.  Incluso hoy hay una expresión de alegría y sorpresa en las caras de mis hijos mientras preguntan: –¿no vas a salir esta noche?– Justo el otro día pasé una hora en la mesa de la cocina ayudando a mis hijos con sus tareas escolares. Aquí hubo una oportunidad de conocerlos mejor a través de la simple acción de trabajar a su lado, tratando de entender cómo ellos estudian, qué los motiva, cómo se aproximan al reto, cómo responden a fracaso o al logro. ¡Qué tal mirada al interior de las mentes de mis hijos! ¡Y qué oportunidad como padre de experimentar como influyo íntimamente sus vidas y le doy forma a la manera en cómo entienden el mundo!

5. Descubriré algo (y puede que sea a mi mismo)

descubir©Elizabeth Haslam/Flickr

Soy cínico cuando se trata de buscar signos espirituales, pero ¡rayos! mi mente estaba quieta cuando escribiendo este artículo para la fiesta de San Francisco de Sales, me encontré con una cita suya: «No trates de ser alguien que no eres, más bien desea profundamente ser quien eres». Concentren todos sus pensamientos en eso, en hacerlo bien y en llevar las cruces, ya sean grandes o pequeñas, que encuentren en el camino. Créanme este es el punto mas importante –y el mas malinterpretado– en la vida espiritual, porque muchos aman hacer sus propias cosas y pocos quieren vivir de acuerdo al plan y deseos de Nuestro Señor.

Aquel que pierde su vida, la encontrará.

Artículo original en Catholic Link Inglés por Samuel Baker.