

En la actualidad, practicar la virtud de la castidad es ir contracorriente. Vivimos en un mundo hipersexualizado que nos plantea el placer vacío y sin propósito como la mayor representación de gozo, no de amor. Nos han hecho creer que la sexualidad pertenece solo al campo de la biología y no al ámbito de la persona misma en su máxima expresión y que la castidad es cosa del pasado. Esto nos ha guiado a considerar el cuerpo humano como objeto o simple instrumento.
¡Nos han intentado vender una versión barata! La Iglesia, por el contrario, siempre ha fomentado el esperar a vivir la sexualidad hasta el matrimonio. Pero, ¿por qué? Empecemos por lo más importante:
1. Tu eres un Don, así, con mayúscula
Fuiste creado a imagen y semejanza de Dios, en el principio y con la finalidad del amor. Por tanto, has sido llamado a ser Don, comunión y creador. Tus cualidades te hacen un ser único e irremplazable, un regalo para el mundo. Es así que, viviendo en sociedad, has sido convocado a vivir en comunión. Dios no llamó a nadie a la soledad, por el contrario, en comunión es que somos más semejantes a Él.
Pero espera, hay otra buena noticia. Aparte de ser un don, reflejo del amor de Dios y estar en constante comunión con Él, haz sido invitado a ser co-creador de Su obra.
2. Amar a Cristo como Él nos ama a nosotros
Dios creó el amor para ti y para mí, considerando cada mínimo detalle, y nos ha dado una muestra plena del amor al encarnarse en Cristo. La clave de toda comunión en pareja está en amar como Cristo nos ama. Su amor fue fiel en la misión que Dios le encomendó, libre en decisión, total hasta el punto de entregar su vida por nosotros y dador de vida eterna para todos. La máxima prueba de amor que se fundamenta en estos cuatro pilares es: el matrimonio.
Al altar se llega con una disposición sincera de nunca permitir conscientemente ningún grado de infidelidad, anti-libertad, anti-totalidad, ni prohibición a la vida; con la Gracia de Dios.
3. El acto sexual es la encarnación de los votos matrimoniales
Es solo en el acto sexual, dentro del matrimonio, donde se da una entrega fiel, total, libre y abierta a la vida. Los esposos son llamados a donarse, de modo explícito, sirviéndose correctamente del lenguaje del cuerpo. Es un testimonio de amor, conforme al significado justo y la grandeza del Sacramento. El consentimiento que une a los esposos entre sí, encuentra su plenitud en el hecho de que los dos «se vuelven una sola carne» (CIC 1627).
Solo dentro del matrimonio se vivirá la plenitud que el mundo promete, pero no brinda realmente. La castidad prematrimonial es el proceso preparatorio para la verdadera esencia del matrimonio. Esperar, es un reto. Pero, radicalmente, ¡vale el esfuerzo!
«El amor promete infinidad, eternidad, una realidad más grande y completamente distinta de nuestra existencia cotidiana. Pero, al mismo tiempo, se constata que el camino para lograr esta meta no consiste simplemente en dejarse dominar por el instinto. Hace falta una purificación y maduración que incluyen también la renuncia. Esto no es rechazar el «eros» ni «envenenarlo», sino sanearlo para que alcance su verdadera grandeza». (Benedicto XVI, DC, 5)
Artículo elaborado por: Myriam Ponce
Me da mucha luz este documento, que maravilloso habría sido conocerlo en la adolescencia.