

Muchas veces hemos escuchado de ambas partes esta frase: ¿Por qué no me comprende? ¿Será que en serio no sabe qué es lo que quiero decir? Parece una burla que, pasando tiempo juntos, conociéndose mutuamente, no logremos comunicarnos hombres y mujeres con la fluidez que nos gustaría. Nos sentimos incomprendidos y muchas veces solos.
Leyendo el libro: «La casa sobre roca» del padre Horacio Bojorge (basado en algunos escritos de san Juan Pablo II, como la Teología del cuerpo), me he contestado esa pregunta. Por eso quise compartirlo, y animarlos a leerlo.
1. Físicamente distintos
Si te das cuenta, con solo vernos, cada ser humano es un mundo distinto, pero las diferencias son más notorias entre hombre y mujer. Hay muchas cosas «femeninas» que ellos nunca entenderán porque precisamente son «femeninas». No es un asunto de género, sino de biología: por ejemplo, solo la mujer es capaz de llevar a un bebé en su vientre y no hay nada de cultural en ello, es solo cuestión de naturaleza, por los distintos roles que Dios ha querido para cada uno. Así un sin número de cosas que puedes ver que por naturaleza ellos no pueden hacer y viceversa. No se trata de un asunto de género o de preferencias que se vayan descubriendo en la medida en que va creciendo, como actualmente nos han querido hacer ver. Se trata de un asunto biológico. Ni siquiera es necesario tener fe para comprenderlo. Es por eso que, basándonos en nuestro diseño biológico, se espera que nuestro comportamiento más básico sea diferente de entre hombres y mujeres, aun cuando la cultura, la educación o incluso las leyes empujen ese comportamiento para otro lado.
2. Psicológicamente complejos
Tanto chicos como chicas somos complejos, nuestra mente es una cajita que guarda muchas cosas distintas: gustos, talentos, miedos, alegrías, frustraciones. Todo esto hace que nuestra personalidad sea distinta.
En vez de criticarnos, miremos un momento hacia atrás en la vida de él/ella. Los procesos personales y el desarrollo evolutivo de cada persona es diferente y complejo, pero, esas diferencias se acentúan entre varones y mujeres. Esto no es un capricho religioso ni una ideología que queremos meter en el discurso público, sino que un hecho estadístico sin importar la cultura de donde se provenga.
3. Moralmente, en la lucha
Hoy en día es difícil ser un hombre y una mujer de verdad, el mundo nos quiere decir cómo debe ser cada uno. Nosotros los cristianos también tenemos algunas propuestas al respecto. Como primer y mayor modelo de masculinidad pura es el mismo Jesús; obviamente, también lo es su padre, san José. Para las chicas, ser una mujer que sea sustento de su esposo/novio, el modelo es la Virgen María. Ahora bien, es claro que poner la vara tan alto es un ideal no siempre sencillo de alcanzar y que podría generar mucha frustración al ver que nos encontramos tan lejos de parecernos a ellos, la Iglesia propone también otros modelos, personas que han hecho el camino de buena forma, como dice san Pablo, han corrido bien la carrera de la vida, ellos son los santos, y para tu tranquilidad, no todos eran monjes y religiosas de claustro. También los hay empresarios, padres, madres, profesionales, niños y personas de todo tipo, dando a entender que, hombres y mujeres de cualquier condición estamos llamados a la santidad.
4. Pecado Original
Llamamos “concupiscencia” a esa inclinación natural que tenemos los humanos hacia el pecado, hacia la fragilidad. No es que seamos defectuosos o malos, pero sí limitados y propensos a caer, y desde nuestra visión teológica, ello es consecuencia del pecado original, que nos afecta a todos. Ciertamente a los hombres les cuesta más la parte sexual, lo íntimo; seguro por un asunto hormonal que rige el comportamiento en la gran mayoría de los casos y los lleva a ser más “instintivos”, lo que los hace ser sexualmente más fáciles de estimular, pero también más agresivos, activos y físicamente más fuertes. La mujer, en cambio, aunque hormonal también, en la mayoría de sus casos son sus sentimientos y emociones las que rigen su comportamiento y no las reacciones instintivas y más básicas que muchas veces priman sobre los hombres.
Aquí es donde debemos poner atención al momento de trabajar en nosotros mismos. Varones aprendiendo a crecer en el dominio propio y la templanza de carácter frente a las tentaciones de la carne; mujeres siendo firmes en la prueba, objetivas ante los hechos y menos afectas a las situaciones de su entorno.
5. Complementariedad
¡Si ellos fueran más parecidos a nosotras, el mundo sería un caos!
Hay días en que las chicas necesitan contención, comprensión y consuelo. No por ser débiles o inferiores, sino porque la naturaleza les ha dotado de cierta sensibilidad, que se ve más fuertemente expresada en algunos momentos. Creemos que Dios nos ha creado complementarios por lo que en este aspecto de la vida cotidiana y en muchos otros, se ve reflejado de gran manera. Es rol y deber del hombre el acoger estas situaciones sobre todo en la relación de pareja; aunque ambos están llamados a darse apoyo recíproco.
Hombres, por su parte, respondiendo al llamado cultural e histórico de ser los proveedores, los fuertes, los que salen de casa para regresar con las manos llenas de todo lo que necesita su familia; muchas veces se ven abrumados y sobrepasados cuando la “cacería está floja” y dan ganas de tirar la toalla. Es la contención de ellas y sus palabras de ánimo las que confortarán el corazón.
Somos complementarios en cuanto a compañeros de vida, complementarios porque Dios ha querido que los dos seamos uno, por lo que no son los problemas de él o de ella, sino los problemas de ambos, situaciones que cargan juntos y en donde, a imagen del Cireneo, se van ayudando a cargar la cruz del otro.
Te dejo esta frase que me encanta: «San José construyó la casa de Nazareth y la Virgen Maria la adornó, ¡pero sin Jesús no hubiera tenido sentido nada de eso!».
¡Que tu primer amor sea Jesús, lo demás viene por añadidura!.
Escrito por Isabel Lombeida Suarez.
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