El video que presentamos en el post de hoy, #ManontheMoon (el hombre en la luna), nos trae una hermosa historia que nos ayuda a recordar algunas actitudes esenciales para este tiempo de Adviento.

Es la historia de una niña llamada Lily. Una noche cuando ella mira a la luna a través de su telescopio, se sorprende por lo que encuentra: un hombre habita allí. La niña observa cómo éste realiza sus quehaceres completamente solo y decide enviarle un regalo el día de navidad para mostrarle que alguien aquí abajo está pensando en él.

Este hermoso comercial nos recuerda algo fundamental que debemos vivir en el tiempo de preparación para la Navidad: el amor desprendido, preocupado y entregado por los demás. No solo por aquellos que conocemos o están cerca de nosotros, sino en particular, por aquellas personas que están distantes, en las “periferias” de nuestra vida. No se trata de desconocidos o gente que vive lejos, sino de aquellos que están alejados incluso dentro de nuestra propia familia. ¿Cuántos “hombres en la luna” no viven a nuestro alrededor? ¡Qué poco afinamos la mirada (como la niña del video hace con el telescopio) para escapar de la rutina y salir al encuentro de esas personas!

Y es que cuando salimos de nuestra zona de confort, que además se hace tan “justificable” en esta época del año, es cuando realmente podemos amar. Sustentados por Jesús, que “nos amó primero” (1 Jn 4, 19), nos damos cuenta de que nuestra caridad puede llegar a los lugares más insospechados, incluso a los corazones más apartados. Como nos dice el video: «En esta Navidad, muéstrale a alguien que es amado». A veces solo basta un gesto, un pequeño acto y hasta una simple oración.

¡Qué importante es el amor concreto para lograr la paz en el mundo! Ya lo decía el Papa Francisco en su reciente visita a un campamento de prófugos en Bangui, en la República Centroafricana:

«Tenemos que trabajar y rezar y hacer de todo por la paz. Pero la paz sin amor, sin amistad, sin tolerancia, sin perdón no es posible”.

Cuando obramos movidos por el Espíritu, con una sincera preocupación por el otro y con el firme deseo de que Dios actúe en los corazones, nuestras acciones pueden tener efectos grandiosos: podemos ser protagonistas de la paz. Si dejamos de lado la indiferencia, si nos comprometemos con las personas de las “periferias” de nuestra vida, podremos ser agentes de amor.

Algunos elementos prácticos que nos ayudarán en este tiempo de Adviento:

1. Enfocar nuestro “telescopio”: En una parte del video vemos que Lily enfoca la mira para poder ver bien al hombre de la luna. En nuestra propia vida debemos hacer ese esfuerzo extra para dejar de mirarnos a nosotros mismos y ver la realidad más a fondo, y de este modo darnos cuenta de lo que viven las personas que nos rodean.

2. Percibir el reflejo de Dios en los demás: La niña del video nota la presencia del hombre en la luna por un reflejo que percibe cuando apunta su telescopio a la casa del hombre. Para poder salir al encuentro de las personas que nos necesitan tenemos que ser capaces de percibir ese reflejo de Dios, presente en la mirada de los demás.

3. Perseverar ante las dificultades: Vemos que Lily intenta a toda costa enviarle mensajes al señor de la luna pero la distancia se lo impide. Aun así, ella encuentra la solución de forma muy creativa. En nuestra vida se nos puede hacer muy difícil ayudar a los que necesitan de nosotros, pues podemos encontrar muchas excusas: el tiempo, la distancia o incluso las barreras de la otra persona. Es importante pensar “fuera de la caja” para superar cualquier obstáculo y lanzarnos a amar.

4. Poner los medios para el encuentro: Lily le envía un regalo muy especial al hombre de la luna, un regalo con el cual pueden tener esa experiencia de encuentro a pesar de la distancia. En el día a día es importante generar esos espacios y no quedarnos en un mero “asistencialismo” que solo busque hacernos sentir bien.

5. La espera activa: Lily es una niña muy activa, no deja de buscar al hombre de la luna y cuando finalmente éste recibe su regalo, ella se pone muy contenta porque lo ha estado esperando con todas sus fuerzas. Así tiene que ser nuestro Adviento: esperar que el Señor nazca en nuestro corazón, pero saliendo a su encuentro en los demás, en la oración y en lo cotidiano. Él también nos está esperando.