

«¿Cómo confesarse?» es una pregunta frecuente. Nos preguntamos esto porque sabemos que la confesión es un sacramento muy, muy importante. Es un motivo para dar muchas gracias a Dios por habérnosla dejado, ya que nos permite arrepentirnos de nuestros pecados y recibir su perdón.
Como dijo san Agustín:
«En la confesión, somos lavados y purificados por la sangre de Cristo. Somos renovados y restaurados en la imagen de Dios» (Confesiones, Libro 10).
Sin embargo, no es poco común ver que quienes se acercan por primera vez a la confesión le «tienen miedo». Incluso, quienes ya llevan mucho tiempo confesándose, pueden sentir «vergüenza» de acudir a ella.
Por eso, te comparto algunos consejos que serán útiles para ti si hace mucho no te confiesas, o si eres catequista y quieres enseñar a tus alumnos cómo confesarse, o si es la primera vez que acudirás a este sacramento.
Para empezar… ¿qué es la confesión?
El Papa Francisco dice que «el sacramento de la Reconciliación es un sacramento de curación. Cuando yo voy a confesarme es para sanarme, curar mi alma, sanar el corazón y algo que hice y no funciona bien».
Confesarnos es importante porque nos permite reconocer nuestros errores y arrepentirnos sinceramente de ellos. Al confesarnos, recibimos el perdón de Dios a través del sacerdote, y también tenemos la oportunidad de reparar los daños causados por nuestros pecados. Además, la confesión nos ayuda a crecer en humildad y a fortalecer nuestra relación con Dios.
El Papa Francisco también nos recordó, en una audiencia general, que:
«El perdón de nuestros pecados no es algo que podamos darnos nosotros mismos. Yo no puedo decir: me perdono los pecados. El perdón se pide, se pide a otro, y en la Confesión pedimos el perdón a Jesús. El perdón no es fruto de nuestros esfuerzos, sino que es un regalo, es un don del Espíritu Santo».
¿Cómo confesarse? Primer paso: el examen de conciencia



Antes de ir a confesarse, es importante tomarse un tiempo para reflexionar sobre nuestros pecados y arrepentirnos sinceramente de ellos. Podemos considerar nuestras acciones a partir de un examen de conciencia, para identificar aquellas que pudieron ofender a Dios y así distinguir los pecados veniales y los graves.
Te ayudará tener un espacio diario, cada día, donde en un par de minuto examines cómo te has comportado durante el día. Eso te ayudará a que cada vez te confieses mejor, más claro, más conciso.
Recuerda: «La confesión es un acto de honestidad y coraje: reconocer nuestros pecados nos lleva a la humildad y a la verdadera contrición», san Juan Pablo II (Catecismo de la Iglesia Católica, 1456).
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Paso 2: Dolor de los pecados y propósito de enmienda



Después de hacer el examen de conciencia, nos arrepentimos por los pecados que hemos cometido. Este dolor debe ser sincero y estar acompañado del propósito de no volver a cometer esos pecados. Este propósito de enmienda debe estar acompañado de un esfuerzo por crecer en las virtudes y evitar nuevas ocasiones de pecado.
Recuerda: «La confesión es el sacramento de la humildad. A través de ella, el hombre se reconoce a sí mismo como pecador y se acerca a Dios para recibir su perdón», san Josemaría Escrivá (Camino, 57).
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Paso 3: la confesión de los pecados



Una vez que hemos preparado nuestro corazón, debemos buscar un sacerdote y un confesionario. En algunas iglesias, se puede hacer una cita para confesarse, mientras que en otras se puede confesar antes o después de la misa.
Así será la confesión:
- Al entrar al confesionario o acercarte al sacerdote que se encuentra confesando, haces la señal de la Cruz. Puede ser que el sacerdote te salude diciendo «Ave María Purísima», a lo que responderás «Sin pecado concebida». También puede ser que recite un pasaje breve de las escrituras o rece algo como “El Señor esté en tu corazón para que puedas confesarte humildemente de tus pecados”.
- Indicas cuánto tiempo ha pasado desde tu última confesión (días, semanas, meses o años). Si ha pasado mucho tiempo, ¡no te preocupes! Puedes comentárselo al sacerdote y él te ayudará a confesarte mejor. También puedes indicarle si estás soltero, casado o cuál es tu estado de vida. Eso ayudará al confesor a entender mejor tus circunstancias y, de nuevo, ayudarte más.
- Confiesas tus pecados: dices “Me acuso de…” y comienzas primero por los pecados mortales y luego los veniales. Es necesario confesar todos los pecados graves, no es necesario confesar todos los pecados veniales (pero es bueno hacerlo, para obtener la gracia que te ayudará a combatirlos y para escuchar los consejos del sacerdote).
- Cuando acabes de enumerar tus pecados, el sacerdote puede hacerte algunas preguntas (si es necesario, para comprender mejor lo que no haya quedado claro o para aconsejarte mejor) o te dirá algunas palabras para ayudarte a luchar contra aquello en lo que habitualmente caes.
- El sacerdote te dará una penitencia que ofrecerás en reparación por tus pecados.
- El sacerdote recitará unas palabras de absolución, a las que responderás “Amén”.
¿Y cómo confesarse mejor? 4 características importantes
Intenta que la confesión sea breve, concreta, concisa, completa. Es decir: decir cuál fue el pecado, sin añadir excusas, sin usar frases muy abstractas y poco precisas, sin comenzar a excusarte, añadir descripciones largas o innecesarias (de manera que quede poco claro dónde estuvo el pecado) y sin callar ningún pecado grave.
Recuerda: «La confesión es el medio por el cual recibimos la misericordia de Dios y somos restaurados a la comunión con Él», santo Tomás de Aquino (Summa Theologica, Tercera Parte, Pregunta 84, Artículo 3).
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Paso 4: Rezar la penitencia dada por el sacerdote



Cuando el sacerdote nos da la penitencia, debemos aceptarla y rezarla después de salir del confesionario. ¡Te recomiendo rezarla pronto! Porque es fácil olvidarnos luego, si no la hacemos en ese momento.
La penitencia puede incluir oraciones, obras de caridad o cualquier otro acto que nos ayude a reparar los pecados cometidos.
«La confesión es el tribunal de la misericordia de Dios, donde el Señor nos espera para perdonarnos», san Pío de Pietrelcina (Carta a su director espiritual, 13 de abril de 1913)
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«La confesión es un acto de amor a Dios, que nos espera con los brazos abiertos para perdonarnos y restaurar nuestra amistad con Él», san Francisco de Sales (Introducción a la vida devota, Parte III, Capítulo 11).
Y si siempre caigo en pecado , no soy capaz de dominar mi voluntad . Que hago?
Hola Sandra. Es que solos no podemos dominar nuestra voluntad porque más tarde mas temprano volvemos a caer. No eres la única a quién le pasa. A mí también. Lo que tenemos que hacer es volver a levantarnos y pedir ayuda a. Dios. Necesitamos del espíritu santo para combatir lo que hacemos mal y estar vigilantes. Un abrazo y ánimo.