

En la fiesta de la Navidad es muy frecuente que las campañas publicitarias apunten a «sacar lo mejor» de nosotros mismos. Todo el mundo se pone en sintonía con su parte espiritual, con sus afectos, con su mejor versión.
Y es que la Navidad tiene esa característica de volver a conectarnos con nuestros sueños infantiles, con nuestras ilusiones de niños, con volver a ser nosotros mismos. Y uno de los ejes de ese volver a nosotros es el de la generosidad, el del cariño y la entrega.
Una publicidad de la lotería, ¿una oportunidad de apostolado?
El video que te comparto hoy está enraizado en esta visión, la de mostrar que España ha sido la mejor versión de sí misma a lo largo de su historia. La publicidad del sorteo de Navidad de 2020 comienza con un silencio abrumador, luego unos ladridos y una escena en una estación de tren.
Los habitantes de Hispanoamérica puede ser que no reconozcamos mucho el lugar, pero para los Españoles es un hecho histórico terrible: la Guerra Civil Española. Vemos a un padre que se despide de su hijo, que seguramente parte para el frente de batalla, le dice «cuídate» y como regalo le da un «décimo» (la décima parte de un número del sorteo).
A partir de ahí se hace una retrospectiva de cómo la vida ha ido cambiando, las modas, los trabajos, la forma de vivir… Pero lo que no cambia es la magia de la generosidad que comparte la sociedad y que el anuncio refleja: «Compartir como siempre, compartir como nunca», un mensaje que con seguridad llega al corazón.
Un piropo al pueblo
A primera vista, podríamos decir que el anuncio es nada más que un intento de vender más «décimos» de la lotería navideña. Pero no es eso. Según me cuenta un amigo español, los números de la lotería de Navidad se venden siempre, todos los años, sin excepción.
Casi diría que no tienen necesidad de hacer un anuncio publicitario. Yo creo que es un elogio al Espíritu Español, que se ha sobrepuesto durante los últimos 100 años a terribles enfrentamientos y cambios en su modo de vida, y siempre ha sabido salir adelante, a pesar de las difíciles circunstancias.
El anuncio es un «piropo» al pueblo español, un reconocimiento para un pueblo que ha sabido superar las circunstancias difíciles con abnegación y generosidad.
¿Qué es la generosidad?
Me encantaría transcribirte entero el comentario al Evangelio del papa Francisco que habla sobre la generosidad, dice así:
«El Evangelio de este domingo (cf. Lc 14, 1.7-14) nos muestra a Jesús participando en un banquete en la casa de un líder de los fariseos. Jesús mira y observa cómo corren los invitados, se apresuran a conseguir los primeros lugares.
Es una actitud bastante extendida, incluso en nuestros días, y no solo cuando nos invitan a un almuerzo: generalmente, buscamos el primer lugar para afirmar una presunta superioridad sobre los demás.
En realidad, esta raza perjudica a la comunidad, tanto civil como eclesial, porque arruina la fraternidad. Todos conocemos a estas personas: escaladores, que siempre suben para subir, subir… Dañan la fraternidad. Frente a esta escena, Jesús cuenta dos parábolas cortas.
La primera parábola
Está dirigida al que está invitado a un banquete, y lo insta a no ponerse en primer lugar, «porque, dice, no hay otro invitado más digno de ti, y el que te invitó y él viene a decirte: «¡Por favor regresa, dale el lugar!». Una pena, «Entonces ocuparás vergonzosamente el último lugar» (ver versículos 8-9).
En cambio, Jesús nos enseña a tener una actitud opuesta: «Cuando te inviten, ve al último lugar, porque cuando el que te invitó llegue, te dirá: «¡Amigo, adelante!» (V. 10). Por lo tanto, no debemos buscar la atención y la consideración de los demás por nuestra propia iniciativa, sino dejar que otros sean quienes nos lo den.
Jesús siempre nos muestra el camino de la humildad: ¡debemos aprender el camino de la humildad! —porque es el más auténtico, que también permite relaciones auténticas—. Verdadera humildad, no falsa humildad, la que en Piamonte se llama «quacia mugna», no, no la única. Verdadera humildad.
La segunda parábola
Jesús se dirige al que invita y, refiriéndose a la forma de seleccionar a los invitados, le dice: «Cuando ofreces un banquete, invita a los pobres, los lisiados, los cojos, los ciegos; y serás bendecido porque no tienen que pagarte» (vv. 13-14).
Aquí también, Jesús va completamente en contra de la corriente, manifestando como siempre la lógica de Dios el Padre. Y también agrega la clave para interpretar este discurso. ¿Y cuál es la clave? Una promesa: si lo hace, «porque recibirá su recompensa en la resurrección de los justos» (v. 14).
Esto significa que aquellos que se comporten de esta manera tendrán la recompensa divina, mucho más alta que el intercambio humano: les hago este favor al esperar que me den otro. No, esto no es cristiano. La humilde generosidad es cristiana.
El intercambio humano, de hecho, generalmente distorsiona las relaciones, las hace «comerciales» e introduce el interés personal en una relación que debe ser generosa y gratuita. En cambio, Jesús nos invita a la generosidad desinteresada, a abrir el camino a una alegría mucho mayor, la alegría de ser participantes en el amor de Dios que nos espera, a todos nosotros, en el banquete celestial.
La Virgen María, «humilde y alta en lugar de una criatura» (Dante, Paradiso, XXXIII, 2), nos ayuda a reconocernos como somos, es decir, pequeños, y regocijarse en dar sin retorno».
Santo Tomás y la generosidad
Santo Tomás no define la virtud de la «liberalidad» (ya que no habla de la generosidad) como la virtud de la caridad. Tenemos tendencia a pensar que alguien que es muy generoso es alguien muy caritativo. Y tanto santo Tomás como esta publicidad nos muestran que no es así.
La virtud de la generosidad o la liberalidad, como la nombra santo Tomás, consiste en la libre disposición de los bienes propios en beneficio de otros. No voy a ahondar en todo el razonamiento de este santo sobre por qué la generosidad está en la justicia más que en la caridad, porque sus razonamientos son tan sutiles como complejos, pero sí quiero exponer uno solo de los argumentos que usa el Buey Mudo para referirse a la liberalidad.
Dado que todo lo que tenemos es recibido, si tenemos de más es porque hemos recibido de más, y como hemos recibido de más, es de justicia que demos de aquello que hemos recibido de más para que todos recibamos igualmente.
Hay más alegría en dar que en recibir
San Lucas nos cuenta que san Pablo regresando de Mileto a Jerusalén hizo un discurso a los presbíteros que termina con la exhortación a la generosidad. En Hechos 20, 35 dice san Pablo: «En todo os di ejemplo de cómo es menester, trabajando así, sostener a los débiles, acordándose de las palabras del señor Jesús, que dijo Él mismo: «Más dichoso es dar que recibir».
Parece contraintuitivo, porque nos encanta que nos den regalos, pero parece que es mucho mejor dar que recibir, y esto la ciencia lo ha confirmado hace mucho tiempo. Pero el corazón humano no está «sintonizado» para esta verdad que Nuestro Señor nos regaló desde el Evangelio.
Queremos atesorar y guardar nuestras «riquezas» como si nuestra vida fuera a ser eterna en esta tierra y como si necesitáramos más de lo que tenemos. Por eso nuestro Señor hace esa advertencia que parece dura pero que en realidad es humorística y hasta compasiva: «Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja que un rico entre en el Reino de los Cielos».
Nuestro Señor siente piedad de aquellos que se aferran tanto a las cosas materiales que son incapaces de ver la necesidad del prójimo. Por aquellos que prefieren perder la vida eterna que unas pocas posesiones materiales en esta vida pasajera, y por eso usa esa hipérbole humorística, para señalar que aferrarse a las riquezas es tan inútil como innecesario.
Volver a la felicidad del dar y darse
Me gustan mucho estas publicidades que apelan a lo mejor de nosotros, que buscan sacarnos una sonrisa y hacernos volver a sentir niños, aquellos a los que pertenece el Reino de los Cielos. El cierre de la publicidad es con Carmen, que utiliza un décimo de la lotería para devolverle a Marina tal vez un poco de lo mucho que ella hizo por su vecina durante este año difícil.
Entonces nos recuerda eso de santo Tomás: «el ámbito de la generosidad no es el de la caridad, sino el de la justicia». Pensemos, en estas fiestas navideñas, a quién estamos «debiendo» nuestra caridad.
No solo a los que nos hayan hecho un bien directo, como en el caso de Marina, sino a aquellos que el Buen Dios nos pone delante para que nosotros podamos ser instrumentos de su Providencia.
Todos los que necesitan de nuestra ayuda para pasar una Navidad digna, con alimentos y vestidos dignos, donados no porque nosotros seamos buenos, sino porque Dios es muy bueno y nos dio de más a nosotros para que podamos ser «agentes» de su providencia.
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