La definición del Catecismo sobre la caridad es que es la «virtud teologal por la cual amamos a Dios por sobre todas las cosas y a nuestro prójimo como a nosotros mismos» (CEC 1822) y nosotros nos vamos a quedar por ahora con la segunda parte de la definición, esa que tiene que ver con amar al prójimo y que la forma es «como a nosotros mismos».

Seguro que te ha tocado enseñar sobre la caridad y probablemente a diario te esfuerzas por vivirla. Es que la caridad es importante porque el mismo Jesús hizo de ella el mandamiento nuevo (Cf Juan 13, 34) y luego de eso San Pablo nos enseña que si no tengo caridad no soy nada y peor aún, nada de lo que haga me sirve. (Cf 1Co 13, 1-3). Esto de la caridad es un asunto importante para quienes hacemos apostolado como tú y como yo, pues debemos vivirla para predicar con el ejemplo, debemos enseñarla para que los demás la vivan y por sobre todo debemos pedirla a Dios pues es un don sobrenatural.

¿Cómo es eso de que es sobrenatural? La caridad es más que el amor. El amor es natural. La caridad es sobrenatural, es divina. La caridad es poseer en nosotros el amor de Dios. Es amar como Dios ama, con su intensidad y con sus características. Esto puede sonarnos grande y muchas veces lo interpretamos de forma errada porque cuando lo llevamos a la práctica le agregamos el «como a nosotros mismos». Es decir, amamos caritativamente, pero damos manga ancha; confundimos que ser caritativos con el ser permisivos; intentamos expresar nuestra caridad y terminamos siendo asistencialistas y no dejamos a los demás crecer y dar sus propias peleas.

Es por eso que queremos ofrecerte una galería para ayudar a ejemplificar qué es caridad y que no es, para que así, teniendo referencias más concretas, podamos pedirla a Dios, podamos vivirla a diario y enseñarla a quienes acompañamos.