Amar y servir a los más pequeños y a los más necesitados es una de las obras más hermosas que podemos realizar. Llena nuestros corazones de alegría y nos hacer experimentar que nosotros, en realidad, somos los más necesitados; que siempre recibimos más de lo que damos y que realmente, el rostro y la mirada de Dios –cuando lo veamos en el cielo– se va a parecer mucho a la de una de esas personas sencillas a las que amamos.

«La pobreza cristiana es que yo doy de lo mío y no de lo superfluo, incluso de lo necesario al pobre, porque sé que él me enriquece. ¿Y por qué me enriquece el pobre? Porque Jesús ha dicho que Él mismo está en el pobre. Cuando me despojo de algo, pero no solo de lo superfluo, para dar a un pobre, a una comunidad pobre, esto “me enriquece”. Jesús actúa en mí cuando hago esto y Jesús obra en él, para enriquecerme cuando hago esto» (Papa Francisco).

Te dejo 6 cosas que veo de mí mismo cuando me acerco a un pobre, un pequeño o a alguien que sufre:


1. Él y yo somos Hijos de Dios, por lo tanto somos hermanos

hijo©misturaurbana.com/Steve Mccurry

La dignidad y el valor de una persona no radica en lo que tiene, en su condición material, tampoco en sus capacidades, simplemente vale por ser un ser humano, fruto de un pensamiento de amor de Dios, nuestro Padre. ¿Cómo no salir a su encuentro si somos hijos de un mismo Padre? ¿Como no amarlo si tiene mi misma dignidad?


2. Él me muestra el rostro de Cristo y me ayuda a darme cuenta de cuanto lo amo

misionero©Obolo de San Pedro Perú

El Señor Jesús durante toda su vida mostró un amor preferencial por los más pobres, por aquellos que más sufrían. Él se encarnó, se hizo hombre para unirse al hombre que sufre. Él asume el sufrimiento para solidarizarse con los dolores y padecimientos de cada hombre. ¿Cómo no percibir que aquel que sufre y es pobre es reflejo del rostro de Cristo sufriente, que me invita a servirlo y acogerlo con el mismo amor que Él me ha tenido?. Se cumple así su Palabra al decirnos: «Cada vez que no lo hicisteis con uno de estos más pequeños, a mí me lo hicisteis».


3. Cuando acojo a alguien que sufre siempre se llena de alegría mi corazón

alegria©dailyrecord.co.uk

«Hay más alegría en dar que en recibir», esta es una realidad que solo es posible creer cuando se vive. A veces creemos que somos nosotros los que vamos a ayudar a los demás y por el contrario, nos damos cuenta que cuando servimos con amor, con dedicación y con generosidad a alguno de estos hermanos más pobres, recibimos más, nos damos cuenta de cuánto necesitamos y que también nosotros tenemos nuestra pobreza. Así se nos llena el corazón de una auténtica y profunda alegría, se renueva nuestra esperanza en que es posible transformar el mundo y nuestro corazón arde con un mayor amor y con un mayor deseo de dar a los demás. Cuando te subes en esta «montaña rusa» es difícil parar.


4. Me enseña a…

otro©Pixabay.com

Descubrir la riqueza del otro y la riqueza propia en cada lugar en el que me encuentro, porque sin duda todos somos carentes de algo, pero a la vez ¡somos tan ricos aquellos que tenemos a Dios y vemos su presencia en el misterio de la vida de cada persona! Recordemos que nuestra vocación primera es el Amor.

Romi Gisele.


5. Me recuerda que lo esencial de la vida no es lo material 

escencial©usnews.com

A veces cuando nos encontramos con personas que carecen de lo material, pensamos que ellos son los más pobres y necesitados: «¡No tienen suficiente dinero, la comida les falta, no tiene cómo comprar un vestido, un juguete… son tan miserables!» Sin embargo, es muy frecuente que quien carece de lo que el mundo valora como lo más importante, como el dinero o las cosas materiales, percibe que lo esencial es aquello que no puede comprarse con todo el dinero del mundo: El amor, la familia, la amistad, la esperanza, la alegría de lo sencillo, etc.


6. Y que siempre soy capaz de escuchar y de acoger

escuchar©CNA Images

Quizá no tengo nada material, quizá lo material que pueda ofrecer no sea suficiente para ayudar a alguien que sufre, pero descubro que es más importante el tiempo que pueda dedicarle a alguien que sufre, la disponibilidad para escuchar y atender sus inquietudes y sus preocupaciones, una escucha que provenga de un corazón abierto y dispuesto, una acogida sincera o un simple gesto de amor.  La escucha es signo de atención, de preocupación; es manifestación que alguien es importante para mí.