

¡Hemos llegado al último capítulo de la serie sobre Fratelli Tutti! En esta ocasión, el Pontífice se ocupa de «Las religiones al servicio de la fraternidad en el mundo» y reitera que la violencia no encuentra fundamento en las convicciones religiosas, sino en sus deformaciones.
Desde la fe en Dios el hombre alcanza una dignidad que ayuda a construir fraternidad y a defender la justicia. Por eso, el diálogo entre las religiones no se debe hacer por diplomacia o tolerancia, sino para establecer una verdadera amistad y compartir valores.
Como es lógico, sin una apertura al Padre de todos, no habrá razones sólidas para la fraternidad. Porque, aunque la razón puede aceptar la igualdad de todos los hombres y alcanzar una convivencia cívica, no se puede llegar a justificar una hermandad.
Para este fundamento se deja claro que si no existe una verdad trascendente, tampoco existe ningún principio seguro que garantice relaciones justas entre los hombres. Si no se reconoce una verdad trascendente, triunfa la fuerza del poder.
De hecho, como enseña desde siempre la Doctrina Social de la Iglesia, la raíz del totalitarismo moderno reside en la negación de la dignidad trascendente de la persona humana. ¡El video que te compartimos profundiza mucho más el tema!
Imagen de Dios
La Encíclica explica que la dignidad de las personas radica en que cada uno es imagen de Dios. Desde nuestra experiencia de fe, los creyentes sabemos que hacer presente a Dios es un bien para nuestras sociedades.
Buscar a Dios con corazón sincero nos ayuda a reconocernos compañeros de camino. Siempre que no lo empañemos con nuestros intereses ideológicos o instrumentales. En cambio, cuando en nombre de una ideología se intenta expulsar a Dios de la sociedad, los derechos humanos terminan siendo pisoteados.
Entre las religiones es posible un camino de paz. El punto de partida debe ser la mirada de Dios. Porque la mirada de Dios es la misma para cada persona, ya sea creyente o ateo. Cuando llegue el último día, y podamos ver las cosas como son, ¡nos vamos a llevar una sorpresa!
El flagelo del terrorismo
El terrorismo no debe ser sostenido ni con dinero ni con armas, ni con la cobertura de los medios de comunicación, porque es un crimen internacional contra la seguridad y la paz mundial y como tal debe ser condenado.
El papa subraya que es posible un camino de paz entre las religiones y que, por lo tanto, es necesario garantizar la libertad religiosa, un derecho humano fundamental para todos los creyentes.
En particular, la Encíclica hace una reflexión sobre el papel de la Iglesia: no relega su misión a la esfera privada, no está al margen de la sociedad y, aunque no hace política, sin embargo, no renuncia a la dimensión política de la existencia.
No se trata de ser más ligth o de esconder nuestras convicciones para podernos encontrar con los otros. Al contrario, cuanto más rica sea una identidad, más podrá aportar a los otros.
Pero nos vemos desafiados a volver a nuestras fuentes para concentrarnos en lo esencial: la adoración a Dios y el amor al prójimo. Porque la violencia no encuentra fundamento en las convicciones religiosas fundamentales, sino en sus deformaciones
El beato Carlos de Foucauld, «el hermano universal»
La Encíclica de Fratelli Tutti concluye con la memoria de Martin Luther King, Desmond Tutu, Mahatma Gandhi y sobre todo, el beato Carlos de Foucauld, modelo para todos de lo que significa identificarse con los últimos para convertirse en «el hermano universal».
La vida del beato Carlos de Foucauld (1858-1916) fue muy intensa. Tuvo una profunda experiencia de conversión, justamente, la vida de los seguidores del Islam le hizo pensar: esta gente se toma muy en serio su religión. Él, por el contrario, había vivido derrochando dinero y aventurando.
Cuando se convirtió decía que: «Tan pronto como creí que había un Dios, comprendí que no podía hacer otra cosa sino vivir para Él, mi vocación religiosa es del mismo momento que mi fe: Dios es tan grande». Fue sacerdote, ermitaño.
Vivió en el desierto entre los pobres el amor radical a Cristo. Quería que cada uno de los que lo visitasen, lo considerara como un hermano, «el hermano universal».
Quería predicar el evangelio con toda su vida, siempre con un gran respeto de la cultura y la fe de aquellos en medio de los cuales vivía. Sostenía «Yo quisiera ser lo bastante bueno para que ellos digan: Si tal es el servidor, cómo entonces será el Maestro».
¡Gracias por acompañarnos durante estos ocho capítulos de Fratelli Tutti!
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