Hoy en día mucho se habla de lo que significa ser una mujer fuerte: la independencia, la liberación y la superación parecen ser características que marcan esta «fortaleza femenina». Pero, ¿qué significa ser una mujer fuerte de verdad?, ¿esta fortaleza es algo por lo cual debemos trabajar?, ¿o de pronto es algo que ya llevamos en nosotras, pero que nos toca descubrir?

Hace algunos días me topé con esta foto de Emily Wilson mientras revisaba Instagram. Emily es una charlista y autora católica estadounidense que llevo siguiendo hace algún tiempo y a quien admiro muchísimo por su ministerio y su testimonio de vida.

Las mujeres cuidamos de los corazones

Lo que dice el pie de foto me llamó mucho la atención:

«El deseo de cuidar es parte de la naturaleza femenina: ser cercana, compasiva o tener una profunda conciencia de las necesidades de los demás. Me han dicho que decir esto en el 2019 es «sexista». Aparentemente es considerado un estereotipo hablar de nuestra auténtica naturaleza femenina, pero yo seguiré gritándolo a los cuatro vientos.

Las mujeres cuidamos el corazón y el bienestar de las personas con una delicadeza y compasión que solo nosotras podemos dar. Y no solo hablo de los hijos, porque no todas las mujeres serán madres – en efecto, la maternidad no es la cumbre de la auténtica feminidad. Pero lo que la cultura no sabe – o no dice – es que nuestros corazones compasivos, cuidadosos y femeninos tienen un poder que ha hecho del mundo un lugar mejor durante miles de años. Hay un amor poderoso, compasivo y femenino siendo vertido en este momento en hospitales, salas de reuniones, escuelas, oficinas y hogares alrededor del mundo. Y la auténtica feminidad no significa: «Fuimos creadas mujeres, por lo tanto somos discretas, suaves y delicadas y todo el mundo puede pisotearnos». Significa que nuestra identidad femenina es lo que nos hace fuertes, y viene en distintas formas, tamaños y llamados. La auténtica feminidad proclama la verdad de que las mujeres cuidamos de los corazones.

Tenemos una fuerte capacidad de reconocer dónde hay necesidad. Podemos dar vida con nuestros cuerpos y dar leche a nuestros hijos. Las mujeres tenemos cualidades únicas para el mundo, y vivir como si esto no fuese verdad es un daño a la humanidad. El mundo necesita el amor femenino en su forma más genuina, auténtica y vibrante – hoy más que nunca».

«La mujer busca de forma natural abrazar lo que es vivo, personal e íntegro. Cuidar, guardar, proteger, nutrir y promover el crecimiento es su anhelo natural y maternal». (Edith Stein)

¿Propuesta descabellada?

En un mundo que muchas veces nos invita a las mujeres a endurecer el corazón, a no mostrarnos vulnerables, esta propuesta puede parecer descabellada. Pareciera que hoy en día la compasión y la delicadeza son contrarias a la fortaleza, como si se contrapusieran. Nos han vendido la idea de que la capacidad de cuidar y ser maternales es un síntoma de debilidad cuando, en mi opinión, es todo lo contrario.

El amor es la fuerza más poderosa. El velar por el corazón del otro, el conmoverse ante la necesidad y querer hacer algo por la otra persona, el ser cercanas, compasivas, delicadas, vulnerables es algo verdaderamente hermoso, ser mujer es algo verdaderamente hermoso.

Pienso con tristeza cómo hoy en día en medio de esa lucha por ser iguales a los hombres (que tiene su justa razón), hemos perdido de vista aquello que nos hace únicas. Y sí, hombres y mujeres somos iguales en dignidad y en muchas cualidades de nuestro mundo interior, pero somos distintos en la manera cómo las vivimos. Ambos tenemos mucho que aportar al mundo, cada uno desde quién es.

Las mujeres tenemos esa capacidad de ver más allá de lo evidente, de sentir cuando algo no anda bien, cuando alguien está triste o molesto sin que sus labios lo digan, de querer cuidar a quienes están a nuestro alrededor: nuestros padres, amigos, hermanos, hijos, alumnos, pacientes, y compañeros. De ver el corazón del otro y querer nutrirlo y protegerlo.

Y esto no significa que los hombres no puedan ser compasivos y amorosos — de hecho, son virtudes que todos debemos tener, independientemente de nuestro sexo —, pero las mujeres las vivimos de una manera particular que brota de esa naturaleza femenina de la que habla Emily.

Piensa en las mujeres que han marcado positivamente tu vida

Luego piensa en los hombres que lo han hecho. ¡Cuán distintos! Cada uno con sus características y un inmenso valor, pero diferentes al fin.

Y es que el Señor nos ha dado la gran misión de velar por la humanidad, nos ha confiado a las mujeres el cuidado de quienes están a nuestro alrededor. Esta vocación no es poca cosa y me gusta pensar que el buen Dios, además de llamarnos a esta inmensa tarea, ha puesto en nuestro corazón la fuerza para llevarla a cabo.

Las siguientes palabras lo describen muy bien. Le pertenecen a uno de mis santos favoritos y un verdadero defensor y promotor de la dignidad de la mujer, San Juan Pablo II, tomadas de su carta apostólica Mulieris Dignitatem.

«La fuerza moral de la mujer, su fuerza espiritual, se une a la conciencia de que Dios le confía de un modo especial el hombre, es decir, el ser humano. Naturalmente, cada hombre es confiado por Dios a todos y cada uno. Sin embargo, esta entrega se refiere especialmente a la mujer —sobre todo en razón de su femineidad— y ello decide principalmente su vocación. (…) La mujer es fuerte por la conciencia de esta entrega, es fuerte por el hecho de que Dios «le confía el hombre», siempre y en cualquier caso, incluso en las condiciones de discriminación social en la que pueda encontrarse. Esta conciencia y esta vocación fundamental hablan a la mujer de la dignidad que recibe de parte de Dios mismo, y todo ello la hace «fuerte» y la reafirma en su vocación».

Hoy te invito a redescubrir y valorar estas características femeninas que hay en ti. También te aliento a vivirlas desde desde tu realidad y desde quién eres, y a agradecer a Dios en oración por haberte regalado un hermoso y fuerte corazón de mujer.