Para serte sincera yo no soy muy fan de los juegos de consola. Es más, a mí me perdieron con Nintendo, el Mario Bros y el Atari – de los que debías soplar los cassettes para que funcionaran -, así que ya te imaginarás hace cuánto tiempo fue eso. Pero, cuando el canal de YouTube 3DJuegos TRAILERS anunció el lanzamiento del nuevo juego FIFA 23 a 4K, me puse a pensar en algunas ideas que van más allá de los videojuegos. 

Aunque no tengo mucha experiencia en este campo, sí conozco muchas personas a las que les interesan estos juegos y que pierden horas, días y meses detrás de un ordenador.

No digo que sea el común denominador, pero algunas de las personas que conozco han llegado a desconcertar con unas pobres habilidades sociales que incluso pueden ser un signo de alerta a una adicción muy común en la actualidad. 

FIFA 23 nos muestra emoción… ¿ves algo más?

Al ver el vídeo del lanzamiento de FIFA 23 me han asombrado las imágenes, la calidad, los sonidos, que realmente, son envolventes y te hacen «sentir» que estás verdaderamente en un estadio de fútbol.

Me he emocionado viendo los goles y los gritos del público. ¡Son tan realistas que dan ganas de gritar al unísono con todos los que están allí! De celebrar los goles que, seguramente, todos hemos celebrado cuando gana la selección de fútbol de nuestros países. Te aseguro que varios gritos he dado cuando veo jugar a mi selección de fútbol de Colombia.  

Esto me ha llevado a reflexionar sobre la emoción que podemos llegar a sentir al jugar un partido que podemos repetir dos, tres, hasta miles de veces, hasta perfeccionarnos en la técnica. Pero esto es un poco solitario, ¿no?

De un equipo de fútbol de once que juegan más los suplentes, los técnicos, entrenadores, etc. hoy podemos vivir un partido de uno contra la máquina. O, si es mucho, de dos online. Para ser muy optimistas, un par de amigos que se sientan lado a lado para mirar una pantalla en la que unos dibujos – muy realistas por cierto – se mueven al antojo de sus dedos.

A lo que voy: toda la emoción común, del esfuerzo diario, del entrenamiento, del sudor y la presencia del otro, pasa a ser reemplazada por un dolor de muñecas o de pulgares si se ha jugado toda la noche. 

Puede parecer que no me gustan los videojuegos, ¡y no es verdad! Pero… da qué pensar, ¿no crees?

Una virtualidad más real, una realidad más virtual

Pienso que la realidad virtual – por muy 4K que sea – nunca será la primera opción. Será virtual, pero no realidad. ¿Por qué no priorizamos el encuentro con los demás?, ¿seguimos asombrándonos al ver la naturaleza?, ¿contemplamos la belleza de la creación de Dios? Porque la ficción no supera la realidad.

En el mundo real vivimos personas reales, unión perfecta de cuerpo y alma. En la realidad, si nos lesionamos es de verdad, no puedes reiniciar el juego y volver a empezar.

Al juntarnos a ver un partido de fútbol con nuestros amigos, este nos lleva a la ilusión. Podemos compartir, ver ganar o perder a personas reales que están en los equipos por una carrera de esfuerzo y dedicación. 

Entiendo que en el mundo virtual también hay muchas posibilidades. Además, puedes ser Messi o Ronaldo o cualquier otro, en cualquier momento, pero… ¿para qué querer ser otro?, ¿qué tiene de malo ser «yo». Pienso que vale la pena que reflexionemos sobre temas como estos.

Una oportunidad apostólica

Recuerda que vivimos en el mundo, pero no somos del mundo. Pero ¡estamos llamados a llevar el mensaje de la Buena Nueva a todas las personas! Y, si te gustan los videojuegos, puedes pensar «¿cómo puedo acercar a Dios a las personas con las que comparto esta afición?». 

Pero ¿es bueno o malo?

Es verdad, podríamos quedarnos con la idea de que los videojuegos son malos, pero eso no es lo que te quiero decir. Las cosas no son buenas o malas en sí mismas, lo que es bueno o malo es lo que nosotros, libremente, decidimos hacer con ellas. En últimas, los videojuegos no son buenos o malos en sí mismos, pero como personas dotadas de inteligencia y de voluntad podemos reflexionar en torno al uso que damos a los videojuegos.

Podemos reconocer que el uso prolongado de los videojuegos nos pueden encerrar en nosotros mismos; y al mismo tiempo reconocer que son buenos, que por medio de ellos podemos compartir con nuestros amigos, que nos pueden ayudar en nuestra motricidad, uso de la memoria, creatividad etc.

Con lo que quiero que te quedes es con la necesidad de reflexionar sobre el uso que hacemos de las cosas y del tiempo que nos es dado como un regalo, un don no renovable que sí, podemos disfrutar, pero que debemos aprovechar para vivir al máximo la vocación fundamental de todo cristiano: la santidad.