la evangelización

Esa música del 2010 que cantabas cuando eras adolescente y sigue siendo tu primera opción cuando abres Spotify. La película que ya viste 5 veces – como mínimo – pero sigue siendo tu primera opción cuando no se te ocurre qué ver. En mi caso, los mismos videos de Les Luthiers con los guiones que me sé de memoria, pero que me siguen sacando carcajadas. Definitivamente, algunas cosas siempre son buenas. Pero, espera… ¿siempre? ¿Todas? ¿Cuáles?

Me encantó este comercial. Efectivamente, hay cosas, como un corte de pelo o el look grunge del que no te despegabas a los 15 años, que tal vez sea conveniente enterrar en el baúl de los buenos recuerdos. Que en paz descansen.

Ahora, me puse a pensar: ¿ocurre lo mismo en todas las áreas de nuestra vida? ¿También en la vida de fe? ¿Decir «¡Esto siempre se ha hecho así!» es algo bueno o malo? ¿Puede ser que a veces sea bueno y a veces malo…?

Te comparto tres aspectos que pueden aclararnos un poco estas dudas.

¿La Iglesia es conservadora o progresista?

Existen aspectos que la Iglesia no puede adulterar. Porque ser fiel al Evangelio implica conservar la fe y la moral cristianas tal como nos fueron dadas por Dios, a través de las Sagradas Escrituras, la Tradición Apostólica y el Magisterio.

Pero, por otro lado, siempre se puede progresar en la manera en la que compartimos esa fe y en la que nos identificamos con Jesucristo. Todo lo que nos ayude a expandir el Reino de Dios y acogerlo en nuestros corazones para hacerlo vida.

«Progresar» es eso. Buscar nuevos medios apostólicos, humanos, profesionales, etc. para encarnar con fidelidad la fe.

«Progresar» no implica pretender cambiar determinadas «posturas», como se suele decir – como con respecto la apertura a la vida, el celibato sacerdotal, la ordenación de mujeres al sacerdocio, el matrimonio homosexual, el aborto, por solo citar algunos de los temas más controvertidos -, ni considerar como anticuados algunos mandamientos, preceptos o prácticas de piedad – como la participación dominical de la Eucaristía, la práctica del ayuno en Cuaresma o devociones como el santo rosario -.

La evangelización del tercer milenio

También podemos hacer examen respecto a nuestra manera de entender la evangelización. Si somos catequistas, hemos de saber que ya no basta sentar a un puñado de jóvenes en un aula y recitarle el Catecismo con algunas anécdotas paralelas de la vida de algún místico o padre de la Iglesia.

No porque sea algo malo en sí, sino porque hoy los jóvenes reclaman más de nuestra evangelización. No cambiaremos el Evangelio ni tergiversaremos el Catecismo. Pero aprenderemos a darlo con creatividad, innovación, con recursos cercanos a la vida de quienes nos escuchan. Con los que puedan sentirse identificados y no desalentados, por considerarlos muy lejanos de su realidad.

De nuevo: hay que transmitir la doctrina de manera íntegra y total. Especialmente hoy, cuando la fe está muy diluida y cuando incluso muchos católicos no tienen en claro los fundamentos de su fe.

Pero sí es importante – y lo subrayo con mucho énfasis – hacer un esfuerzo – porque no es fácil y porque implica pensar, planificar, prepararnos un poco más – para que esa doctrina resulte atractiva. No porque la evangelización sea sinónimo de «vender» o «convencer» en un término peyorativo, pero sí porque eso es lo que ayudará a abrir los ojos y los corazones; a entender qué tiene que ver lo aprendido con la vida propia y aprehenderlo y amarlo.

No solo si eres catequista. «Evangelización» también vale para los que quieren hablar a sus amigos de Dios; deben hacerlo de manera natural, no forzada, atractiva. Porque la fe sí es atractiva, solo hay que descubrir como comunicarla de la misma forma.

En la misma vida espiritual

Por último, la tercera área en la que podemos encorsetarnos es en nuestra forma de relacionarnos con Dios.

La misma vida espiritual es un vaivén. Nos tocarán épocas de sequías, épocas de consuelos, épocas de idas y venidas.

No podemos pretender que lo que nos ha ayudado en un momento nos ayude siempre – al menos, no ocurre de ordinario -. Presta atención a lo que el Espíritu Santo te sugiera en cada una de esas etapas.

Porque a veces te ayudará, por ejemplo, hacer la oración por escrito, otras veces ayudado por meditaciones en audio, quizás otras solo necesites estar en silencio contemplando el Sagrario.

Entonces, no tengas miedo o escrúpulos de hacer cosas que antes no hacías. Si te ayuda a rezar en un momento de tensión, puedes hacer oración mientras caminas. O tal vez en un momento tengas que dejar de escribir – aunque te guste o ya sea un hábito – porque tu alma necesita hacer un rato de adoración, solo mirando a Él y dejándote mirar por Él. Puede ser que en vez de meditar, simplemente debas recitar una y otra vez, paladeándola, alguna oración vocal.

No es que la monotonía sea mala; no se trata de hacer cosas diferentes simplemente «para no acostumbrarnos», sino de tener flexibilidad para entender y actuar conforme a las circunstancias de la vida y de nuestra relación con el Señor. Aunque eso implique salir de nuestra zona de confort o de crecer en humildad para cambiar «lo que nos gusta». O incluso lo que en otro momento nos ayuda.

En todos los casos… estemos abiertos para acoger lo que Dios nos pida en cada momento de la historia y de nuestra vida.