

Hoy celebramos la fiesta de Santo Tomás Apóstol y mártir. Un pescador judío que fue llamado por Jesús al discipulado, aproximadamente en el año 31 d.C, y que logró seguirle dejando todo atrás, pero que como bien sabemos, al igual que muchos de nosotros, era bastante frágil en su fe. Cuando Jesús se aparece a los demás apóstoles duda de que fuera cierto aquel misterio de la Resurrección, luego Jesús le ofrece tocarle para comprobarlo.
A santo Tomás debemos la aclamación de fe que dice: «Señor mío y Dios mío». Este hombre fue luego un gran predicador del Evangelio, hasta su muerte como mártir del Señor. Quisiera que reflexionemos sobre lo que un hombre como él le dice a nuestra vivencia espiritual y a nuestra experiencia de fragilidad.
1. Dudar no está mal
De Tomás podemos aprender que no hay nada malo en sentir dudas, en ser frágiles en la fe. El problema radica en no buscar el camino para salir de esas dudas. Cuando Tomás se entera de la aparición del Resucitado, siente dudas, pero cuando Jesús mismo le quiere sacar de aquella incertidumbre, él se deja transformar y así pasa de la duda a la certeza.
Por esto no debes sentir culpa o desanimo cuando sientes que tu fe pasa por momentos de dudas pequeñas o grandes, sino que debes propiciar el modo para salir de ellas. Buscar el crecimiento personal y espiritual, sabiendo que aquel que pasa su fe por el crisol para llegar a una seguridad aún mayor, lo que hace es purificar esa certeza y ese amor hacía el Maestro.
2. ¿Serán ciertas las promesas de Dios?
No es extraño encontrarse con ese interrogante, y es que no es fácil dar ese salto de fe que existe en el confiar ciegamente en Dios o no creer en Él. Muchos hemos pasado por momentos en que nos preguntamos a nosotros mismos si estamos confiados en que Dios va a cumplir sus promesas. Pero lo fundamental aquí es darse la oportunidad de creer y ¿cómo hacerlo? La fe es en definitiva una decisión personal, algo así como: si quieres creer, lo haces… pero también es una lucha de cada día en la que hay que preguntar y responder al corazón.
Algo que sirve mucho en estos momentos de incertidumbre, es detenerse un momento y contemplar todo aquello que en los años de vida que tenemos hemos recibido por Gracia de Dios. Al meditarlo llega el momento de preguntarte ¿si creí y recibí todo esto, no será que si espero ahora, voy a recibir bendiciones aún mayores?
3. La contemplación como medio para aumentar la fe
A medida que avanza el tiempo y aumenta el saber humano, nos vamos elevando en el conocimiento de todo aquello que nos rodea pero proporcionalmente nos vamos alejando de lo sencillo, de lo «invisible». Nos aislamos del otro y nos hacemos peregrinos ciegos en medio del misterio.
Es apremiante la necesidad de volver a lo pequeño, a aquellas cosas esenciales que son tan significativas en la vivencia del día a día. Te invito a recuperar esa capacidad de contemplación, ella te guiará a un fortalecimiento continúo de tu fe, pues en definitiva es por medio de ella que el corazón del hombre se hace más próximo al corazón de Dios.
Santo Tomás es un hombre recordado principalmente por aquel momento de duda, pero es ese momento el que le llevó a dejarse tocar por el Maestro, de tal modo que es Jesús mismo quien le invita a tocar sus llagas con el fin de fortalecer su fe. Es Dios quien quiere que creas, pide cada día «Señor aumenta mi fe».
La aventura de caminar como creyente también trae consigo la imperiosa necesidad de preguntarte y purificar aquello en lo que creemos. El camino es largo, pero el amor más sublime que existe nos está esperando, caminemos juntos porque en este tiempo desbordado de imposibles es necesario gritar con la vida, que todo es posible para el que tiene fe, aun cuando esta sea pequeña.
Ánimo, el camino apenas comienza y recuerda, cada que mires adelante, sea porque estés dudando o porque estés seguro, encontrarás a Jesús que te mira con amor y te llama a seguirle.
0 comentarios