Ayer partió a la casa del Padre Ennio Morricone, genial músico que nos ha acompañado con su arte durante tantísimos años. Para los de mi generación sus composiciones musicales para los westerns marcaron también la banda sonora de nuestras tardes de juego en el barrio con «El bueno, el malo y el feo».

La obra de Ennio Morricone, y su vida misma han enriquecido y contribuido a la expresión artística musical de nuestro tiempo como pocos lo han hecho. Sus composiciones han sido de una majestuosidad innegable. Pero de lo que tal vez muchos no han escuchado es de la vida espiritual de este maestro.

Ennio Morricone y su hermosa creencia

Ennio Morricone: su legado, su fe y su carta de despedida

Ennio tenía la firme creencia de que la música, la de todos los tiempos, ya había sido pensada y compuesta por el Gran Maestro. Yo tiendo a creer que puede ser así.

«La música es el único arte real que se acerca verdaderamente al Padre eterno y a la eternidad. Me digo a mí mismo, y algunas veces a mi mujer, que la música ya existía, ¡toda ella! La música que ha sido escrita y que será escrita. ¡Y el compositor que la ha cogido y la cogerá!

Según la propia época, según el momento en el que él escribe y según la civilización y el estado de la investigación musical de su tiempo. La música ya existe, aunque no esté». (Ennio Morricone)

Si bien su obra se centró en hermosas composiciones para producciones cinematográficas, firmó más de 400 películas y es autor de las más famosas melodías del séptimo arte, entre ellas La Misión y Cinema Paradiso. Ennio Morricone se interesó desde siempre en la música sacra y en el 2015 compuso su primera misa:

«Missa papae Francisci. Anno ducentesimo a Societate restituta», obra dedicada al papa Francisco por el Bicentenario de la reconstitución jesuita en el que fiel a la tradición litúrgica mantuvo las notas en las primeras páginas de la partitura formando tres cruces sucesivas.

Su fe lo acompañó desde siempre

Ennio Morricone: su legado, su fe y su carta de despedida

A Ennio Morricone su fe lo acompañó siempre, decía que lo sacro lo acompañaba incluso cuando no lo buscaba o no pensaba en ello. Escribió una breve carta sabiendo que ya iba a morir en la que expresa el dolor grande de la muerte.

Un dolor que compartimos, que sabemos, que tal vez pueda «dulcificarse» con la fe, y al que solo podremos enfrentar con la gracia de Dios. Pero que también sabemos es inevitable, pues seremos medidos por el amor y por el uso que de los dones hayamos hecho.

La música bien hecha, producto del don, comunica algo más que notas, comunica un lenguaje que nos habla hondo. No solo de sentimiento y sensación, sino de existencia. Una existencia que hoy apreciamos hablando en las magníficas obras que el maestro Morricone nos deja como legado.

Elevemos una oración al Padre por su alma y por todos aquellos seres queridos y amigos que hoy sienten su partida. Que sus composiciones y melodías sean un recordatorio de lo que se puede lograr cuando dejamos que los dones que Dios nos ha regalado, den fruto. 

Puedes escuchar el maravilloso playlist de «La misión» aquí.