Los videos que les comparto a continuación, son dos capítulos de una serie llamada «LIFE Before Death» (vida antes de la muerte), que busca generar una mayor consciencia acerca del cuidado de aquellas personas con enfermedades incurables.

Esto sucede cuando nuestra cultura nos dice que el dolor y el sufrimiento no tiene sentido, que la muerte es lo peor que nos puede pasar, que si algo no se puede resolver entonces se desprecia y margina. Hemos olvidado que somos humanos, seres limitados y contingentes, que la vida tiene una dimensión de misterio que nos llama a creer y a tener más Fe.

No todo está perdido

La buena noticia es que, aunque pareciera que todo está acabado para la medicina, en las últimas décadas, cuando las enfermedades crónicas y el envejecimiento son más frecuentes, han surgido alternativas que buscan responder a esta necesidad.

Una de ellas son los cuidados paliativos, una manera de atender a las personas con enfermedades que no tienen cura, con una aproximación holística e integral. No sólo preocupándose por las necesidades físicas, además de las emocionales, espirituales, familiares; buscando que el camino de dolor y sufrimiento que puede traer la enfermedad al final de la vida, sea más llevadero, menos agobiante y que la muerte se perciba no como un final sin sentido, sino como ese tránsito que todos estamos invitados a hacer en paz y con mayor esperanza.

Pareciera que esta perspectiva de atención es novedosa, pero cuando volvemos a las raíces de la medicina, podemos darnos cuenta de que siempre ha estado presente una preocupación por la dignidad y por el ser del enfermo. Además, cómo no valorar las enseñanzas y el aporte que ha tenido el cristianismo invitando a no ser indiferentes y a ofrecer a estos enfermos, los cuidados que son necesarios para brindar alivio y consuelo en medio de su fragilidad.

«A veces no podemos hacer casi nada para que regrese la deseada salud, pero sí mucho para mostrar nuestro afecto y cercanía. Eso ya es mucho. A veces basta con estar allí, a su lado. Con una palabra oportuna, o con la sonrisa de siempre; con un chiste, o con el recuerdo de momentos más felices, más buenos».  (Fernando Pascual)

La muerte no es el final

La muerte, bajo esta perspectiva se considera como una realidad de la existencia humana, y es importante que las personas tengan una buena preparación para cuando llegue ese momento. No sólo se busca disminuir el dolor o sufrimiento físico, sino que se propicia un acompañamiento integral para quienes  inevitablemente morirán pronto.

Esto, con el objetivo de que puedan prepararse para dar este paso, en paz con Dios, consigo mismos y con los demás. Con la tranquilidad que les da el haber vivido plenamente y si experimentan el dolor de faltas cometidas, puedan llegar a la libertad tras arrepentirse y reconciliarse.

Consuela pensar, que la muerte si bien es el final de la vida terrena para quienes la contemplan con fe en las promesas de Dios, no es lo definitivo. En este sentido, Benedicto XVI nos dice: «Cuando se apaga una vida en edad avanzada, en la aurora de la existencia terrena o en la plenitud de la edad, por causas imprevistas, no se ha de ver en ello un simple hecho biológico que se agota, o una biografía que se concluye, sino más bien un nuevo nacimiento y una existencia renovada, ofrecida por el Resucitado a quien no se ha opuesto voluntariamente a su amor».

Dignos hasta el último momento

Los cuidados paliativos, realzan además la dignidad de la vida humana hasta el último momento de su existencia, respetan el ritmo natural de la vida, no haciendo nada por acelerar ni por retrasar la muerte. Por el hecho de que el cuerpo ya no sea  «útil», el valor de la persona no se pierde, este ser es valioso por el mero hecho de estar aún en la existencia.

A los ojos de Dios, todos somos preciosos así no cumplamos los parámetros que el mundo exige. Por esto es por lo que este enfoque se aleja de propuestas como la eutanasia, que busca acelerar el proceso de la muerte, al no reconocer el valor de la vida por encima de cualquier otro valor, por pensar que el dolor es estéril y no da frutos y por pensar que si no hay un cuerpo o una mente íntegras ya no hay dignidad.

Además, se aleja de la distanasia, que es otra manera de agredir la dignidad de quien sufre, pues son todas las intervenciones que se hacen para retrasar la muerte, incluso ocasionando mayor sufrimiento.  Esto último es lo que se conoce también como obstinarse en los tratamientos innecesarios, que son consecuencia de no aceptar la muerte, tanto por parte de los médicos como de las personas enfermas y sus familias.

Pienso que cuando la sociedad reclama el derecho a la eutanasia y a una «muerte digna», no entiende lo que es la dignidad. Primero se tendría que reconocer y aprender a valorar otros caminos y alternativas para que consideren a los enfermos como seres dignos, como son los cuidados paliativos. Quiero terminar con una hermosa cita para reflexionar.

«…alguien nos quiere allí, alguien nos espera a su lado. Un día nos dejará, irá a otros cielos. Su partida será un momento de dolor, pero no un adiós definitivo: será un «hasta luego». Un hasta luego que nos hará sentir que no fue tiempo perdido el que pasamos junto a él, como si preparásemos ahora esa dicha de los cielos, donde el amor es simplemente eso: estar junto a un enfermo». (Fernando Pascual)

¿Cuál es el sentido del sufrimiento? Si existe un Dios que nos ama infinitamente, ¿por qué permite que suframos? Estos son algunos de los cuestionamientos que para muchos cristianos y no cristianos quedan sin respuesta y no pocas veces nos alejan de la fe. Por eso te invito a participar en la conferencia online «Aprender a sufrir bien» en donde podrás entender mejor el por qué sufrimos y vislumbrar qué hay detrás del dolor. 

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Cuando veía estos vídeos confieso que sentía una gran expectativa de poder compartir algunas de mis experiencias al acompañar y servir a enfermos con cáncer. Por ejemplo, no son pocas las veces que he escuchado a algunos de ellos que me cuentan entristecidos y decepcionados cómo otros médicos les han dicho «por usted ya no hay nada que hacer». Obviamente quien escucha estas palabras, sabiendo además que tiene una enfermedad incurable, siente que su vida ya tiene poco sentido y la desesperanza lo puede agobiar.

Quizá desde el punto de vista de la ciencia llega un momento en que no hay alternativas para curar, para resolver esa enfermedad o problema, pero tampoco tendría que haberla. Se nos ha metido en la cabeza que somos los humanos quienes tenemos que tener la respuesta para todo, la posibilidad de acabar con el dolor y el sufrimiento.

Esto sucede cuando nuestra cultura nos dice que el dolor y el sufrimiento no tiene sentido, que la muerte es lo peor que nos puede pasar, que si algo no se puede resolver entonces se desprecia y margina. Hemos olvidado que somos humanos, seres limitados y contingentes, que la vida tiene una dimensión de misterio que nos llama a creer y a tener más Fe.

No todo está perdido

La buena noticia es que, aunque pareciera que todo está acabado para la medicina, en las últimas décadas, cuando las enfermedades crónicas y el envejecimiento son más frecuentes, han surgido alternativas que buscan responder a esta necesidad.

Una de ellas son los cuidados paliativos, una manera de atender a las personas con enfermedades que no tienen cura, con una aproximación holística e integral. No sólo preocupándose por las necesidades físicas, además de las emocionales, espirituales, familiares; buscando que el camino de dolor y sufrimiento que puede traer la enfermedad al final de la vida, sea más llevadero, menos agobiante y que la muerte se perciba no como un final sin sentido, sino como ese tránsito que todos estamos invitados a hacer en paz y con mayor esperanza.

Pareciera que esta perspectiva de atención es novedosa, pero cuando volvemos a las raíces de la medicina, podemos darnos cuenta de que siempre ha estado presente una preocupación por la dignidad y por el ser del enfermo. Además, cómo no valorar las enseñanzas y el aporte que ha tenido el cristianismo invitando a no ser indiferentes y a ofrecer a estos enfermos, los cuidados que son necesarios para brindar alivio y consuelo en medio de su fragilidad.

«A veces no podemos hacer casi nada para que regrese la deseada salud, pero sí mucho para mostrar nuestro afecto y cercanía. Eso ya es mucho. A veces basta con estar allí, a su lado. Con una palabra oportuna, o con la sonrisa de siempre; con un chiste, o con el recuerdo de momentos más felices, más buenos».  (Fernando Pascual)

La muerte no es el final

La muerte, bajo esta perspectiva se considera como una realidad de la existencia humana, y es importante que las personas tengan una buena preparación para cuando llegue ese momento. No sólo se busca disminuir el dolor o sufrimiento físico, sino que se propicia un acompañamiento integral para quienes  inevitablemente morirán pronto.

Esto, con el objetivo de que puedan prepararse para dar este paso, en paz con Dios, consigo mismos y con los demás. Con la tranquilidad que les da el haber vivido plenamente y si experimentan el dolor de faltas cometidas, puedan llegar a la libertad tras arrepentirse y reconciliarse.

Consuela pensar, que la muerte si bien es el final de la vida terrena para quienes la contemplan con fe en las promesas de Dios, no es lo definitivo. En este sentido, Benedicto XVI nos dice: «Cuando se apaga una vida en edad avanzada, en la aurora de la existencia terrena o en la plenitud de la edad, por causas imprevistas, no se ha de ver en ello un simple hecho biológico que se agota, o una biografía que se concluye, sino más bien un nuevo nacimiento y una existencia renovada, ofrecida por el Resucitado a quien no se ha opuesto voluntariamente a su amor».

Dignos hasta el último momento

Los cuidados paliativos, realzan además la dignidad de la vida humana hasta el último momento de su existencia, respetan el ritmo natural de la vida, no haciendo nada por acelerar ni por retrasar la muerte. Por el hecho de que el cuerpo ya no sea  «útil», el valor de la persona no se pierde, este ser es valioso por el mero hecho de estar aún en la existencia.

A los ojos de Dios, todos somos preciosos así no cumplamos los parámetros que el mundo exige. Por esto es por lo que este enfoque se aleja de propuestas como la eutanasia, que busca acelerar el proceso de la muerte, al no reconocer el valor de la vida por encima de cualquier otro valor, por pensar que el dolor es estéril y no da frutos y por pensar que si no hay un cuerpo o una mente íntegras ya no hay dignidad.

Además, se aleja de la distanasia, que es otra manera de agredir la dignidad de quien sufre, pues son todas las intervenciones que se hacen para retrasar la muerte, incluso ocasionando mayor sufrimiento.  Esto último es lo que se conoce también como obstinarse en los tratamientos innecesarios, que son consecuencia de no aceptar la muerte, tanto por parte de los médicos como de las personas enfermas y sus familias.

Pienso que cuando la sociedad reclama el derecho a la eutanasia y a una «muerte digna», no entiende lo que es la dignidad. Primero se tendría que reconocer y aprender a valorar otros caminos y alternativas para que consideren a los enfermos como seres dignos, como son los cuidados paliativos. Quiero terminar con una hermosa cita para reflexionar.

«…alguien nos quiere allí, alguien nos espera a su lado. Un día nos dejará, irá a otros cielos. Su partida será un momento de dolor, pero no un adiós definitivo: será un «hasta luego». Un hasta luego que nos hará sentir que no fue tiempo perdido el que pasamos junto a él, como si preparásemos ahora esa dicha de los cielos, donde el amor es simplemente eso: estar junto a un enfermo». (Fernando Pascual)

¿Cuál es el sentido del sufrimiento? Si existe un Dios que nos ama infinitamente, ¿por qué permite que suframos? Estos son algunos de los cuestionamientos que para muchos cristianos y no cristianos quedan sin respuesta y no pocas veces nos alejan de la fe. Por eso te invito a participar en la conferencia online «Aprender a sufrir bien» en donde podrás entender mejor el por qué sufrimos y vislumbrar qué hay detrás del dolor.