

En esta oportunidad presentamos un video producido por la fundación británica Ellen Macarthur, en el cual se ilustra de forma muy interesante el concepto de economía circular, una propuesta de modelo económico que hace analogía al ciclo biológico y de la naturaleza, con respecto a la reutilización de los recursos. De modo similar el modelo de economía del compartir. Nos pareció interesante por la popularidad que está adquiriendo en la actualidad conceptos como estos y porque en parte encuentra consonancia con el pensamiento de los últimos pontífices.
Un aspecto importante que recoge el video busca repensar el concepto de propiedad de un artículo o producto. En esa línea el enfoque de “sharing economy” o economía del compartir se ha vuelto muy popular en Estados Unidos y Europa con empresas como Airbnb, Zipcar, Kickstarter o Uber. El éxito de este modelo reside en la capacidad de reasignar recursos infrautilizados a un uso más eficiente poniendo como prioridad la colaboración entre interesados. Nos parece saludable deslindar este concepto de pensamientos marxistas, ya que de hecho las empresas que hemos mencionado anteriormente buscaron desde el inicio capital y siempre mejores inversionistas, incluso algunas de ellas tarde o temprano saldrán a cotizar a bolsa.
Ahora bien, el uso eficiente de recursos no es algo nuevo en los modelos económicos, y en efecto esto en sí mismo no es malo, pero al darle una mirada crítica a las últimas décadas podemos identificar una distorsión, que aunque no nos guste, nos enfrenta a una tendencia cultural agresiva denominada por los últimos pontífices como “cultura del descarte”. El Papa Francisco se refirió a ella como: “una cultura de la exclusión a todo aquel que no esté en capacidad de producir según los términos que el liberalismo económico exagerado ha instaurado”.
El descarte podría referirse a lo ecológico, pero tristemente también golpea el derecho a la vida, y también como veníamos comentando se manifiesta en lo económico; Benedicto XVI en Caritas in Veritate exhorta: «Se han de valorar cuidadosamente las consecuencias que tienen sobre las personas las tendencias actuales hacia una economía de corto, a veces brevísimo plazo. Esto exige «una nueva y más profunda reflexión sobre el sentido de la economía y de sus fines», además de una honda revisión con amplitud de miras del modelo de desarrollo, para corregir sus disfunciones y desviaciones. Lo exige, en realidad, el estado de salud ecológica del planeta; lo requiere sobre todo la crisis cultural y moral del hombre, cuyos síntomas son evidentes en todas las partes del mundo desde hace tiempo» (Benedicto XVI).
Valdría también repensar o rediseñar productos y componentes para que puedan ser reutilizados, con el fin de que una buena parte de estos se conviertan en los recursos del mañana, así las personas que menos tienen podrían verse beneficiadas. Visto de otra forma, con estos modelos económicos. ¿Podrían los países que más tienen ayudar a los países que menos tienen?, buscar olvidar de a pocos una cultura de tirar y reemplazar a la cual nos hemos acostumbrado, para adoptar una cultura de agradecer, devolver y renovar. El Papa Francisco en la Evangelii Gaudium nos dice: “Si realmente queremos alcanzar una sana economía mundial, hace falta en estos momentos de la historia un modo más eficiente de interacción que, dejando a salvo la soberanía de las naciones, asegure el bienestar económico de todos los países y no sólo de unos pocos».
Todo esto puede parecer futurista o muy idealista, no obstante Jeremy Rifkin, Presidente de Foundation on Economic Trends, en un estudio para su libro: «The Zero Marginal Cost Society» afirma que en cuarenta países la economía del compartir ya mueve cerca de USD 3,3 billones, casi lo mismo que el PBI de Alemania. Es decir algunos pasos ya se vienen dando, estos como muchas cosas en el mundo hay que purificar, San Juan Pablo II en la Christifideles Laici exhortaba: «Los laicos estamos llamados a suscitar nuevas formas de iniciativa empresarial y a revisar los sistemas de comercio, de financiación y de intercambios tecnológicos». Hay que ir paso a paso, pero siempre con creatividad, esperanza y mucha alegría.
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