Nuestro mundo está de cabeza. Lleno de paradojas y contradicciones no sabe a dónde ir. Estamos confundidos. La ironía de dos hechos recientes nos hace pensar en cuán débiles son las bases sobre las cuales se han edificado los valores de nuestra sociedad. Mientras más alejados estemos de la Verdad, veremos todo al revés: en Inglaterra prohíben en los cines la presentación de un video sobre el Padre Nuestro, que a pesar de haber sido aprobado por las autoridades de publicidad del cine, la agencia Digital Cinema Media (DCM), se rehusó a difundir. Así mismo, en España se hace arte con hostias consagradas. Se trata de  la exposición sacrílega de Abel Azcona, que tras robar 242 formas consagradas, las dispuso en el suelo escribiendo la palabra “pederastia”. Con bastante claridad podemos decir: nos estamos pasando de la raya.

Presenciamos con impotencia la ironía y el sarcasmo de algunos, las ofensas directas de otros y la violencia religiosa injustificada. Sean cuales sean los perpetradores, creyentes o no creyentes en Dios, todas estas manifestaciones están llenas de un sinsentido sobrecogedor.


Abel Azcona

El mundo se queja e indigna por la violencia de los atentados de París, Beirut y Nigeria, sin embargo, promueve esta misma violencia en sus formas más “sutiles” (si es que las podemos llamar así). El relativismo abanderado con el slogan del «derecho», está lleno de límites a conveniencia. Observamos con descaro el derecho a la ofensa y a la agresión bajo la excusa de “la libertad de expresión en el arte” o justificado por “el temor a ofender a algunos”, pero cuando se ofende a otros, no cuenta. Lastimosamente en este mundo todos somos dignos de ser ofendidos por los pecados de algunos. Hasta Dios debe ser ofendido por los pecados de los hombres. 

Se considera agresivo a un video que promueve la oración por la paz, que es lo que todos queremos, y se expone abiertamente, como inofensiva, una instalación donde se ofende gravísimamente a Dios y a los que creemos en Él. Queremos actos de paz pero los prohibimos y en vez de eso, promovemos los actos de violencia.



Escribiendo esto no dejo de preguntarme, ¿a dónde nos va a conducir toda esta ironía? ¿Será que el hombre realmente confía en que esta libertad que ignora sus raíces y que no posee fundamento, es la que lo va a llevar a construir un mundo mejor? Me resisto a creerlo y no puedo escribir estas líneas sin llenarme de pena y desánimo. No puedo dejar de sentirme impotente frente a un mundo que sin darse cuenta, está cayendo en picada hacia su propia destrucción. Definitivamente nuestro mundo está de cabeza.

No digo que nuestros pecados como creyentes no sean graves y que no merezcan justicia, pero, ¿estamos seguros que este es el modo de expresar nuestro descontento y de solucionar las cosas? Perdónenme si lo creo, pero estoy segura de que el camino del respeto, la fe y la unidad, nos puede llevar más lejos.