Este video es una producción de los amigos de Catholic Stuff. En este capítulo nos hablan del silencio. Qué importante ha sido (y es) el silencio durante toda la vida. Pareciera que en nuestro tiempo el hacer silencio se vuelve un poco difícil.

La velocidad con la que la información llega, las distancias que tenemos que recorrer, el sin fin de actividades que tenemos que hacer para lograr el «life balance»: trabajo exitoso, deporte, alimentación adecuada, tiempo con la familia, eventos sociales. Parece que la agenda en un momento va a reventar.

Irónicamente para «matar» el poco tiempo que nos queda o nos enchufamos al celular o tenemos permanentemente la música encendida, y si es con audífonos que nos permitan aislarnos de los demás ruidos, pues mejor. En toda esta suerte de huracán de movimiento y sonido, dónde podemos encontrar tiempo para el silencio, y, ¿por qué deberíamos de hacerlo?

El silencio no es muy sencillo de hacer al principio. No pocas veces incomoda. Cuando empezamos a ejercitarlo nuestro cerebro nos bombardea con un sin fin ideas: Pensamientos sobre lo que tenemos que hacer, monólogos interminables y frecuentemente caemos en reflexiones que preferimos evitar bien sea porque nos duelen o porque nos incomodan mucho.

Cuando no hacemos silencio corremos el riesgo de vivir la vida por encima, es decir superficialmente, nos dejamos llevar por el impulso, la reflexión profunda escasea y el dolor abunda. Para no sentir este dolor o este vacío, nos llenamos de ruido.

Es indispensable dejarnos tocar por el misterio de la grandeza que habla en el silencio. Dios nos habla en silencio, en ese calmar el pensamiento. Debemos dejar que Él obre en nuestras vidas.

Al principio no es fácil, pero así como todo gran amor en la vida, requiere de ejercicio, constancia y paciencia, es importante que te des unos minutos diarios para ejercitar el silencio. Esto te permitirá no solo reflexionar sobre tu vida, sino encontrarte con Aquel que te pensó y tiene un plan de amor para ti.

«En realidad, sólo en el silencio el hombre logra escuchar en lo íntimo de la conciencia la voz de Dios, que verdaderamente le hace libre». (San Juan Pablo II)