papa visita

Ponte Mammolo es una de las zonas periféricas de Roma donde viven cientos de inmigrantes: desde familias africanas apenas desembarcadas en las costas Sicilianas y latinoamericanos llegados ilegalmente buscando un futuro mejor; hasta prófugos ucranianos cuyas vidas cambiaron de un momento a otro debido a la guerra. Ponte Mammolo se parece a nuestro pequeño y sufriente mundo; rico de trabajo, esperanza y fe, pero lacerado por la pobreza y las contradicciones del corazón humano. Expresiones de amor y solidaridad tan hermosas como la recolección de dinero que hace poco días se hizo para ayudar a una mujer enferma de cáncer, coexisten con la inseguridad que produce la violencia y los constantes arrestos por la tenencia ilícita de drogas.

El día de ayer Jhonatan entró con una patada dentro de su casa y antes de que su madre pudiese decirle algo vociferó: “… el Papa… ¡El Papa Francisco! está afuera”. La madre pensó que era otra de las bromas de su hijo pero cuando vio que por su ventana las cabecitas de sus vecinos pasaban como alborotadas centellas, decidió creerle y lanzarse al encuentro de lo imposible.

Pero su hijo tenía razón. El Papa Francisco había cruzado la puerta de calamina y sus zapatos negros ya pisaban el barro de la barraca donde vive la familia de Jhonatan y a otras seis familias ecuatorianas. El video muestra emoción y desconcierto, personas al borde de las lágrimas que no saben cómo relacionarse con el sucesor de Pedro y lo llaman y lo saludan sin protocolos, con todo el cariño del mundo expresado en un “¡Gracias Papa!”, que a mí me suena raro pero que me ha llenado de emoción porque es gratitud en su estado puro. He visto besos tan dulces como torpes, coreos alegremente descordinados y muchas pero muchas ganas de decir: “¡Qué bien se está aquí, ¿hacemos tres tiendas, Papa?” y es que el Papa Francisco es el Vicario de Cristo en la tierra, su visita a Ponte Mammolo me habla del corazón humano que se desborda cuando se siente encontrado y amado por Cristo. Un corazón que rompe con las cadenas del pecado, de la falsedad, de los ídolos que lo encadenan cuando lo sostiene un amor que es capaz de ensuciarse con el barro de la miseria en la que se encuentra.

Cuando descubrimos que Jesús es capaz de entrar en nuestros Pontes Mammolo, cuando somos capaces de creer que Él puede llegar hasta nosotros porque nos ama; ahí el corazón se deja de tonterías y egoísmos y sale corriendo a su encuentro para desbordarse en un abrazo sincero. Es en ese momento cuando el corazón se deja mirar por Dios y se llena de lágrimas, no de tristeza sino de dulce arrepentimiento ante la mirada misericordiosa de un Dios que perdona a pesar de no haberlo recibido en las mejores condiciones.

Estoy seguro que cada uno de nosotros anhela un encuentro así de profundo con Dios. El primer paso para acercarnos a él es creerle a Jhonatan: “… Jesús está en Ponte Mammolo” ¡Jesús no nos ha olvidado!

Les comparto un comentario muy bonito sobre el mismo video en este enlace.