gracias papa

Para toda niña su papá siempre fue un superhéroe. Aquel ser que todo lo podía, que solucionaba toda clase de problemas con solo un grito de auxilio: morían toda clase de bichos, tu hermano quedaba mal por molestar a la «niña», todo lo que estaba dañado volvía a ser útil… Él era tu mejor profesor de matemáticas o lenguaje, tu mejor chofer y el que te empujaba con más fuerza en el columpio y te hacia «el avioncito».

Cuando crecimos, papá se convirtió en esa persona que nos corregía y nos aconsejaba sobre el trato con los chicos y sobre nuestro comportamiento como «señoritas» en toda clase de situación. Y de este modo, poco a poco, entre alegrías y llantos, se convirtió en nuestro guía y modelo.

Este video es un gran «Gracias papá» por todas esas pequeñas e imperceptibles acciones que, sin darse cuenta, han tenido nuestros papás a lo largo de nuestras vidas. Esos destellos de humanidad que han hecho mejor «nuestro mundo», que han aligerado nuestras tristezas y que nos han permitido descubrir la gratuidad del amor.



Para comprender mejor de que les hablo, les dejo un extracto hermoso de una de las audiencias del Papa Francisco donde nos habla de lo que significa la paternidad como una escuela de amor:

«Cada familia necesita del padre. Hoy nos centramos en el valor de su papel, y quisiera partir de algunas expresiones que se encuentran en el libro de los Proverbios, palabras que un padre dirige al propio hijo, y dice así: «Hijo mío, si se hace sabio tu corazón, también mi corazón se alegrará. Me alegraré de todo corazón si tus labios hablan con acierto» (Pr 23, 15-16). No se podría expresar mejor el orgullo y la emoción de un padre que reconoce haber transmitido al hijo lo que importa de verdad en la vida, o sea, un corazón sabio. Este padre no dice: «Estoy orgulloso de ti porque eres precisamente igual a mí, porque repites las cosas que yo digo y hago». No, no le dice sencillamente algo. Le dice algo mucho más importante, que podríamos interpretar así: «Seré feliz cada vez que te vea actuar con sabiduría, y me emocionaré cada vez que te escuche hablar con rectitud. Esto es lo que quise dejarte, para que se convirtiera en algo tuyo: el hábito de sentir y obrar, hablar y juzgar con sabiduría y rectitud. Y para que pudieras ser así, te enseñé lo que no sabías, corregí errores que no veías. Te hice sentir un afecto profundo y al mismo tiempo discreto, que tal vez no has reconocido plenamente cuando eras joven e incierto. Te di un testimonio de rigor y firmeza que tal vez no comprendías, cuando hubieses querido sólo complicidad y protección. Yo mismo, en primer lugar, tuve que ponerme a la prueba de la sabiduría del corazón, y vigilar sobre los excesos del sentimiento y del resentimiento, para cargar el peso de las inevitables incomprensiones y encontrar las palabras justas para hacerme entender. Ahora —sigue el padre—, cuando veo que tú tratas de ser así con tus hijos, y con todos, me emociono. Soy feliz de ser tu padre». Y esto lo que dice un padre sabio, un padre maduro.

Un padre sabe bien lo que cuesta transmitir esta herencia: cuánta cercanía, cuánta dulzura y cuánta firmeza. Pero, cuánto consuelo y cuánta recompensa se recibe cuando los hijos rinden honor a esta herencia. Es una alegría que recompensa toda fatiga, que supera toda incomprensión y cura cada herida.

La primera necesidad, por lo tanto, es precisamente esta: que el padre esté presente en la familia. Que sea cercano a la esposa, para compartir todo, alegrías y dolores, cansancios y esperanzas. Y que sea cercano a los hijos en su crecimiento: cuando juegan y cuando tienen ocupaciones, cuando son despreocupados y cuando están angustiados, cuando se expresan y cuando son taciturnos, cuando se lanzan y cuando tienen miedo, cuando dan un paso equivocado y cuando vuelven a encontrar el camino; padre presente, siempre. Decir presente no es lo mismo que decir controlador. Porque los padres demasiado controladores anulan a los hijos, no los dejan crecer».

Por todo esto y mucho más ¡Gracias papá! 🙂