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Es cierto que este video no es demasiado útil para enviárselo o discutirlo con una persona a punto de entrar a cohabitar con su novio o novia. En el mismo sentido creemos que no necesariamente todas las parejas que cohabitan hacen una explícita opción por sí mismas antes que por el otro (como parece sugerir el video). Sin embargo, y esta es la razón por la que lo hemos puesto aquí, esta parodia en su crudeza y ridiculez nos ofrece un impacto visual y conceptual que descarta de golpe todas las justificaciones y visiones demasiado idealizadas de esta práctica y nos permite, a nosotros apóstoles católicos (puesto no somos impermeables a la cultura dominante y tampoco queremos serlo), con el debido sentido común, analizar este fenómeno con las ideas más claras, o como se dice en el ámbito deportivo: «desde nuestra cancha».

Siempre que se empieza a discutir de este tipo de temáticas a mi modo de ver hay que dejar algo claro: la Iglesia Católica no es en primer lugar una Iglesia del «NO», es decir, de la prohibición y del recorte de la libertad (como muchos hoy en día quieren verla). La Iglesia Católica es fundamentalmente una Iglesia del «Sí», es decir, que en primer lugar afirma la importancia y la belleza de la verdad, y solamente a partir de este conocimiento brota un «No» auténtico, que no es un reproche impositivo sino un ancla de objetividad que nos recuerda la grandeza del bien perdemos y el daño que genera su lejanía. Solamente habiendo dicho esto paso a decir que el Señor Jesús bendijo con su presencia y con sus palabras el matrimonio. La unión de dos personas que en su deseo de amarse y llevar a cabo un proyecto de vida juntos se comprometen madura y definitivamente ante Dios.  Tanto el Señor Jesús como la Iglesia Católica no tienen puestos sus ojos «inquisidores» sobre la cohabitación, sino sobre la belleza y la dignidad del amor de pareja vivido en el único contexto que lo puede volver pleno: el Matrimonio. La cohabitación mina en sus fundamentos este compromiso estable y definitivo y lo reemplaza por un acuerdo de poco valor que como tal puede ser rescindido en cualquier momento. ¿Puede este contrato reemplazar un matrimonio? Mejor dicho, ¿puede el hombre saciar su anhelo de ser amado incondicionalmente en una relación de este tipo o en un compromiso definitivo?…

Sin embargo alguien podría estar de acuerdo con esto y a la vez proponer la cohabitación como una opción previa (o de preparación) al matrimonio: ¿y por qué no? Desde mi punto de vista porque la cohabitación entraña una aproximación a la propia relación radicalmente opuesto a la aproximación que exige un matrimonio cristiano. Lo voy a poner en mis propias palabras, ustedes me criticaran: mientras la cohabitación es algo así como un «Estas son mis condiciones para amarte», el matrimonio cristiano es algo así como un «Mi amor no tiene condiciones». Ahora yo quiero reformular la pregunta: ¿Puede la primera frase ser una preparación para la segunda? ¿Qué pensarían ustedes si su pareja les dijera esto?: «Si reunes las condiciones para que te ame mi amor por ti será incondicional» ¿Raro no? ¿Ilógico no? Sinceramente yo no puedo creer que la cohabitación pueda preparar el corazón para el matrimonio.

Obviamente esto no solo se queda en palabras, son los hechos, e incluso las estadísiscas las que le dan la razón a la Iglesia. Aquí les dejo un artículo muy interesante: «Cohabitación y divorcio». Este artículo también habla un poco de la situación de los hijos dentro una unión cohabitacional. No lo hemos mencionado pero ese es otro problema grande.

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