Una hermosa y absolutamente creativa pieza de arte es la Troitsa (Trinidad en ruso) de Andrei Rublev. Esta ha sido reconocida como una obra cumbre  en la tradición iconográfica mundial por más de mil años. Como pueden haber concluido es una interpretación de la Trinidad que encontramos en el Genesis 18, 1-16. Este episodio narra la visita de “tres hombres” a Abraham y Sarah, y ellos les prometen que tendrán un hijo.

Si bien ningún cristiano negará la importancia de la Trinidad, es saludable preguntarse siempre si su importancia tiene el impacto que debería en nuestras vidas. Una vez escuché la historia de un profesor de Teología que les preguntaba a sus alumnos: “¿Cómo reaccionarían hoy si les digo que se han descubierto nuevos documentos que confirman que nuestro único Dios, es en realidad, dos personas y no tres? ¿qué cambiaría eso en sus vidas?” Si la Santísima Trinidad es apenas un mero objeto de debate teologal, tal cambio no afectaría en lo más mínimo nuestras vidas. Si, sin embargo, la Santísima Trinidad no es un simple concepto para nosotros, sino más bien un referente de nuestra relación con Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, entonces responder esa pregunta provocaría que ¡saltemos inmediatamente de nuestras sillas a defender a las tres personas que conocemos y amamos!

Dicho esto, más que una explicación sobre la Trinidad, en el post de hoy, me gustaría tratar de invitarlos, de alguna  manera, a que se abran a la experiencia de que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son reales y que insistentemente nos llaman a participar  de la comunión de Su amor.

1. El deseo de Dios

A menudo cuando pensamos en la Santísima Trinidad, nos preparamos para hacerle frente a un debate de conceptos complicados. En lugar de eso, antes de hacer cualquier intento por entender la Trinidad, debemos desear la Trinidad. Parafraseando a Oliver Clément, encontramos que dice que Dios es absoluta belleza porque El es absoluta existencia personal. Como tal, él despierta nuestros deseos, los libera y los dirige hacia él. Siempre que hablemos de deseo, primero debemos recordar que fue Dios quien primero nos deseó (y nos continúa deseando) y nuestro propio deseo tiene origen en El. Y que, el principio de toda vida espiritual consiste en intensificar este deseo, en avivar la flama, en pedirle al Espíritu Santo que la haga arder y cita a Juan Clímaco cuando dijo: «sea bendito aquel cuyo deseo por Dios sea tan grande como el de un amante por su ser amado». Y continúa diciendo que no se trata de pensar sobre la Trinidad sino tratar de pensar en ella, y esto se lograría empezando a entender la Trinidad como el cimiento firme del pensamiento cristiano, un cimiento imposible de mover.

2. Perspectiva Inversa, una perspectiva no artística

A primera vista, los lados planos, los bordes rectangulares y la perspectiva general de este ícono están en clara contradicción con las reglas de la perspectiva lineal. Para aquellos que están acostumbrados a una representación más realista, esto puede ser considerado como una forma de «analfabetismo del dibujo». Lo que estamos viendo es una técnica común utilizada en íconos llamada: Perspectiva Inversa. Visualmente hablando, esto significa que los objetos que se van alejando desde su plano normal de vista (ver la imagen abajo) son dibujados más grandes, y los objetos más cercanos son dibujados más pequeños. Las líneas paralelas en un espacio tridimensional son dibujadas como divergentes en el horizonte en lugar de adjuntas como se hace en la perspectiva lineal (Wikipedia). Así muchos de los objetos se ven raramente distorsionados.

Aquí hay dos imágenes más que pueden ayudar a entender mejor:

Perspectiva 1

Perspectiva 2

«En las imágenes arriba, el punto focal es la estrella roja. A la izquierda se encuentra la perspectiva lineal. Aquí las líneas de convergencia rodean al espectador y convergen en el punto focal “dentro” de la imagen. Esto crea el efecto que nos es familiar a todos cuando observamos pinturas, la sensación de mirar a través de la pintura como si estuviéramos viendo a través de una ventana. A la derecha está la perspectiva inversa, el punto focal está “fuera” de la imagen, colocado en el observador. Las líneas de la imagen convergen sobre el espectador» (Experimental Theology).

Más allá de ser  una técnica artística, esta perspectiva, si estamos abiertos a ella, sirve algo así como de mentor en la escuela de perspectiva cristiana de la realidad. En las palabras de Bunge:

«Al igual que la predicación de la palabra de la Iglesia, la pintura de iconos hace uso de sus propios principios. Se somete conscientemente a sus propias normas y por lo tanto renuncia a mucho de lo que es esencial para la pintura profana.

Por lo tanto, rechaza lo que el mundo considera que es una perspectiva natural , o central , que emite desde el punto de vista del espectador, y elige lo que se puede considerar la no artística perspectiva inversa, lo que obliga al espectador a rendirse ante su propio punto de vista, su sentido de la distancia».

Puesto en palabras simples, el ícono nos ofrece una perspectiva en la que nosotros no somos el centro. No somos nosotros los que entendemos la realidad –y por sobre todo la realidad Divina –de acuerdo a nuestro propio criterio, por el contrario, somos nosotros los que libremente nos entregamos a la tremenda y fascinante belleza del único Dios que se ha revelado en Jesucristo. Esta es precisamente la dinámica que presenciamos en este ícono.

«De la misma manera, ni formas, ni objetos son iluminados desde el exterior, por el contrario, ellos tienen su propia fuente de luz dentro de ellos mismos».

La actitud espiritual clave en todo esto es la apertura; no debemos de tratar de forzar las cosas, en su lugar, debemos permitirnos ser guiados por el Espíritu Santo en un «despliegue de revelación» en cuanto a las enseñanzas de la Iglesia.

3. Contexto: La fiesta de Pentecostés

En este tiempo de ultra-especialización y selfies, tenemos la tendencia de concentrarnos en lo particular y olvidarnos del todo. Si bien tiene sus beneficios en algunos aspectos,  fácilmente podemos perder de vista todo el cuadro y terminar violentando lo particular, especialmente cuando se trata de asuntos sobre la fe. Cada verdad de fe está íntimamente entrelazada y solo puede ser entendida completamente cuando se mira el todo (aquí podemos hablar de analogía fidei o «analogía de fe» que significa la coherencia de las verdades de fe entre ellas (Cfr. CIC 114))

Cuando miramos a cualquier ícono, no podemos olvidar «su» lugar en una galería (en este caso la galería Tretyakov en Moscú). Su hogar es la liturgia. Bunge explica esto:

«Cada icono de este formato no solo tiene su lugar fijo dentro de la construcción de la iglesia, sino también su posición en el año de la Iglesia. En el caso de la Troitsa, su lugar en la iglesia es a la derecha de las puertas centrales del iconostasio, y su lugar en el año de la iglesia es la Fiesta de Pentecostés».

La asociación entre este ícono y Pentecostés se da, en primer lugar, en la Iglesia Ortodoxa Rusa (En mi opinión personal). La fiesta que celebra el descenso del Espíritu Santo es entendida como la plenitud de la revelación del Dios trino y uno. Cuándo y dónde se dio esta transición exactamente, está en debate. Sin embargo, está claro que la Santísima Trinidad en la forma de los tres visitantes angelicales de Abraham se ha convertido en el ícono de esta fiesta de Pentecostés. Ahora mira el lado derecho de la puerta en la siguiente imagen:

iconostasis-of-the-trinity-cathedral-of-the-trinity-sergius-lavra

Una prefiguración profética

La prudencia recomienda que notemos  el hecho  de que en el Nuevo Testamento, el Padre y el  Hijo permanecen ocultos  detrás de signos o símbolos tales como «la voz» o «una paloma». Las acciones internas y la dinámica de las Tres Personas es, por supuesto, el misterio de los misterios y finalmente desconocida para nosotros. Así y todo, cuando contemplamos los emblemas y los signos santos del Antiguo Testamento, no estamos esperando que nos revelen a la Santísima Trinidad como tal, sino que sirven como:

«Una visión profética de la forma en que las personas divinas se hacen accesibles ahora a los fieles , y de hecho solo ellos. Lo que se muestra es, por tanto, solo – y “en una imagen” – la Trinidad económica; su ser para nosotros».

4.La Trinidad es una

El catecismo 253 es claro cuando dice: «La Trinidad es una». No confesamos tres dioses sino un solo Dios en tres personas: «la Trinidad consubstancial» Las personas divinas no comparten una divinidad entre ellos sino  que cada uno de ellos es Dios en su totalidad. En palabras del Cuarto Concilio de Letrán (1215):  «Cada una de las personas es esa suprema realidad, viz., la sustancia divina, esencia o naturaleza».

Simbolizando el hecho de que las tres personas divinas son iguales en esencia, vemos:

  • Los tres ángeles son iguales en forma y tamaño.
  • Los tres llevan los mismos bastones en la mano.
  • Los tres se sientan en el mismo tipo de trono.
  • Cada figura está vestida con el mismo tipo de trajes –chiton e himatión –que son individualmente distintos.
  • El tono característico de los trajes es de una paleta limitada: púrpura, verde pálido, y el color que es común a los tres –azul intenso.

5.Las personas divinas son realmente distintas la una de la otra.

El catecismo en el numeral 254 continúa explicando: «Las Personas divinas son realmente distintas entre sí. «Dios es único pero no solitario» (Fides Damasi: DS 71). «Padre», «Hijo», Espíritu Santo» no son simplemente nombres que designan modalidades del ser divino, pues son realmente distintos entre sí: «El que es el Hijo no es el Padre, y el que es el Padre no es el Hijo, ni el Espíritu Santo el que es el Padre o el Hijo» (Concilio de Toledo XI, año 675: DS 530). Son distintos entre sí por sus relaciones de origen: «El Padre es quien engendra, el Hijo quien es engendrado, y el Espíritu Santo es quien procede». (Concilio de Letrán IV, año 1215: DS 804). La Unidad divina es Trina.

La Monarquía del Padre:

padre

Mientras que los íconos tradicionales de este episodio usualmente acentúan al ángel central (el hijo) a través de su actitud frontal y tamaño, aquí Rublev hace algo diferente: El ángel central y el de la derecha se inclinan hacia el ángel de la izquierda y miran hacia él, mientras que el de la izquierda mira hacia el de la derecha, indicando la relación entre las tres personas. Así, el ángel de la izquierda es el que se convierte en el centro de la relación. Esto sigue a la Tradición Oriental que considera la fuente de la unidad y la divinidad, no como una esencia de los tres, sino del Padre.

Cuando hablamos de íconos, en realidad no decimos que él o ella  han “pintado” un ícono.  Estos son “escritos” y “leídos” de izquierda a derecha. Ahora demos un vistazo  a cada ángel, empezando por el de la izquierda y tratemos de reconocer aspectos particulares. Podemos distinguir el ángel de la izquierda de los otros viendo esto:

  • El está sentado solo y erguido mientras que los otros se inclinan hacia él.
  • Viendo que el Padre sigue siendo invisible para nosotros, su forma está casi completamente velada, permitiéndonos solamente un pequeño vistazo a su azul radiante (símbolo de la divinidad) de su traje –chilton. Solo podemos esperar verlo por «detrás» de la belleza y sabiduría de su creación la cual es representada por su manto. Su manto tiene colores reales, rojo y dorado con un reflejo verdoso, símbolo de vida.
  • Sus dos manos están colocadas firmemente sobre su vara, la cual apunta a la tierra. Toda la autoridad de cielo y tierra le pertenecen.
  • La casa, que se levanta detrás de él, apunta al Padre, porque «en la casa de mi Padre hay muchas moradas» (Jn 14:2). Es también un símbolo de hospitalidad, viendo que Abraham y Sarah fueron recompensados por la hospitalidad que ofrecieron. Qué nos dice esto acerca de la hospitalidad?

El Ángel en el medio, el Hijo

En el ícono podemos descubrir las siguientes características del hijo:

  • El usa una túnica púrpura oscuro decorada con dos –una de ellas es visible –rayas hechas en oro. El púrpura y el oro representan que él ha sido ungido por Dios, rey y profeta al mismo tiempo. El color marrón rojizo representa la tierra y su humanidad. Cristo es completamente Dios y completamente hombre.
  • Mientras que el azul en el Padre  es escasamente visible, es el color que prevalece en el ángel que representa al Hijo. Porque es  Jesús el hijo que ha revelado  su “gloria” como unigénito del Padre. Los discípulos han visto y tocado esto (Jn 1 14) y la misión de cada discípulo es  llevar el testimonio de este hecho.
  • El árbol que se eleva detrás del hijo es símbolo del árbol de la vida (del Génesis) y la madera de la cruz. En la cruz el Hijo transforma el árbol de la muerte en el árbol de la vida cuyos frutos nos han sido dados en el bautismo a través del Espíritu Santo.

Siempre recordemos que hemos sido llamados a seguir a Cristo junto al camino paradójico de la cruz que carga los sufrimientos del mundo y permite, a través del Espíritu Santo, ser transformados en una nueva vida.

El Ángel de la derecha, el Espíritu Santo

  • El Espíritu Santo  siempre ha sido difícil de representar. Mientras que su  ser personal ha sido revelado, su rostro no. Lo único que sabemos de él es  a través de su relación con el Padre y con el Hijo.
  • Como el Hijo, la clámide, es usada de tal forma que deja un brazo descubierto. Aquí, en lugar del brazo derecho, es el brazo izquierdo. Aquellos que siguen el pensamiento propuesto por San Irineo que dice que el Hijo y el Espíritu Santo son igualmente las manos del Padre, a través de las cuales él obra todo.
  • Así como el Hijo, el manto azul es expuesto completamente.
  • También descubrimos en su clámide, un verde pálido, que en Rusia al menos, es el color  litúrgico de Pentecostés. Aquí la idea es que el verde es símbolo de nueva vida en el Espíritu, que es el dador de vida, quien transmite y transforma nuestras vidas a través del bautismo. Vemos este mismo verde en el suelo en que las tres figuras se posan.
  • Finalmente, detrás del ángel vemos una protuberancia rocosa. Así como el Hijo y el Espíritu Santo, la roca parece hacer una venia hacia  la autoridad y gloria del Padre. Estamos invitados a hacer lo mismo.
  • La roca puede ser interpretada como un símbolo de la tierra, cuta fase es  es renovada por el Espíritu. Copias antiguas del ícono mostraban una grieta en la roca, lo que nos hacía recordar la roca partida con la vara de Moises de la cual hizo brotar agua. (Ex 17 6)
  • La roca, montaña, es también un lugar privilegiado de encuentro con Dios, Ahí cielo y Tierra se unen  como lo hicieron en el encuentro de Moisés con Dios en la montaña. Es un lugar de difícil acceso donde se requiere de ascética, cierto silencio, y la renuncia de la comodidad cotidiana que el mundo y sus rutinas nos ofrecen. Todos nosotros necesitamos estar pendientes de esas “montañas” en nuestras vidas.

6.Posturas y gestos

La Pintura Original

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Réplicas y curadores han originado significativos cambios en el ícono da lo largo de los años. Originalmente, la mano del Hijo apuntaba hacia el Espíritu Santo, en lugar del gesto de bendición que podemos apreciar ahora (Bunge dice que él ha visto lo que considera el gesto original en antiguas copias). La mano derecha del Hijo parece apuntar al cáliz y al mismo tiempo apunta hacia el Espíritu.

La atención del artista estuvo pues, más enfocada en el Espíritu. Esto es confirmado por la postura del Padre y el gesto mientras mira al Espíritu, hacia el que su  mano derecha se levanta en señal de bendición. El Espíritu parece corroborar esto  con el hecho de que humildemente inclina su cabeza hacia el Padre. Su mano derecha, parece querer enfatizar este movimiento.

El momento decisivo de nuestra Salvación

Dejando de lado la consideración de Bunge, yo personalmente disfruto la interpretación de aquellos que creen que esta escena representa  el momento en que el Padre decide enviar al Hijo, a través del Espíritu Santo,  para salvar a la humanidad (para salvarnos). Como vemos en la imagen de abajo, es el Padre el que está en el origen de todo, el que llama al Hijo y le indica el cáliz del sacrificio colocado al centro de la mesa. El Hijo comprende el deseo de Padre (de convertirse en el pan de vida) y acepta, inclinando la cabeza y bendiciendo el cáliz.

El Espíritu Santo, también conocido como el Consolador también acepta el deseo del Padre. El recuesta su mano en la mesa al mismo tiempo que mira hacia el Padre, indicando su obediencia hacia el Hijo (nadie puede dirigirse a “Jesucristo” sin el Espíritu Santo)  y su confiado abandono en el Padre.

7. El símbolo del sacrificio

Si observamos cuidadosamente, uno puede notar cómo el ángel del medio parece estar contenido en la forma de un cáliz cuyos contornos están formados por los otros dos ángeles. De similar forma a la reflexión previa, vemos cómo el acto de Salvación es un acto de la Santísima Trinidad.

Como una vez, en 1816, dijo el metropolitano Filarete de Moscú.

El cáliz, un punto de convergencia entre los tres, contiene el misterio de amor del Padre que crucifica, el amor del Hijo que es crucificado, y el amor del Espíritu Santo que triunfa con la fuerza de la Cruz.

A la vez que las tres figuras forman un círculo, no es un círculo cerrado en sí mismo. Es un círculo de comunión que se abre y ofrece espacio para otro. Mientras que su mirada se dirige el uno hacia el otro, debido a la perspectiva inversa, las caras de alguna manera también están mirando al observador. Como tal, es espectador (que somos tú y yo) es invitado y bienvenido a participar como el cuarto eslabón en esta cadena mística.

8. El altar y la Eucaristía

Como acabamos de ver, en este círculo Trinitario de amor, siempre hay espacio para otro, un espacio libre, en el que no solo somos invitados a observar sino a participar. Al centro del encuentro, está una mesa/altar donde también podemos ver una pequeña caja/ventana. Este espacio es dónde las reliquias de los mártires son depositadas.

Cuándo nos preguntamos de qué manera estamos invitados a participar, aquí y ahora, el ícono nos invita a participar en la celebración de la Eucaristía (el altar) y vivir nuestra vida como mártires, como testigos de la resurrección que, siguiendo la escuela de Jesús, estamos dispuestos a dar la vida el uno por el otro y por la fe.


Para este post, he seguido la presentación de Gabriel Bunge en su libro La Trinidad de Rublev.

Y también he consultado y usado las imágenes del PDF ofrecido por la Parrocchia di San  Giorgio.