

Tenía pensado escribir este mes sobre los desafíos de la inteligencia artificial, pero esta semana tuve la oportunidad increíble de visitar una de las comunidades «L’arche» (su traducción del francés es «El Arca»). Y decidí hacer un cambio de último minuto para compartir un poco de esta experiencia.
Antes que todo me gustaría compartir por qué tenía tantas ganas de visitar «El Arca». Al inicio de este año, tuve que tomar algunas decisiones importantes, entre esas si debía mudarme o no. Con qué recursos lo haría, y todas esas preguntas que aparecen en ciertos momentos y demandan tiempo para pensar muy bien antes de responderlas, porque implican cambios significativos en la vida.
El regreso del hijo pródigo
Justo por esos días, un amigo me regaló el libro «El regreso del hijo pródigo» escrito por Henri J. M. Nouwen. En algunas partes del libro, Nouwen describe su transición de ser profesor en Harvard a ser el pastor de una de las comunidades de «El Arca» llamada «Daybreak» en Toronto, Canada.
Una de las cosas que él relata es cuánto le costó hacer ese cambio, en sus palabras: «Cada pequeño paso hacia su interior era como una petición imposible, una petición que me exigía dejar de lado una vez más mi deseo de controlar, de predecir. Una petición a superar el miedo de no saber a dónde me llevaría todo aquello; una petición a rendirme al amor que no conoce límites. Sabía que nunca sería capaz de vivir el gran mandamiento de amar sin condiciones ni requisitos. El paso de enseñar sobre el amor a dejarme amar me iba a resultar más largo de lo que pensaba».
No puedo negar que en esos momentos una de las cosas que me preocupaba más era no poder tener el control de varios aspectos de las decisiones que estaba a punto de tomar. Y lo mucho que me costaba simplemente dejarme amar por Dios y las personas a mi alrededor, confiar que todo podría salir bien incluso si yo no sabía cómo podría resolver algunas situaciones que se pudieran presentar en el futuro cercano.
Leer este libro y particularmente esa historia me ayudó a comprender que se puede encontrar una gran felicidad al disfrutar de lo sencillo de la vida. Así que quise saber un poco más sobre «El Arca» y me di cuenta que es una comunidad que creció en los años 60s bajo el liderazgo de Jean Vanier y el sacerdote Thomas Philippe en Francia.
La misión de «El Arca»
Su misión es servir a personas con algún tipo de discapacidad intelectual o en el desarrollo. Hoy en día, «El Arca» cuenta con más de 130 comunidades alrededor del mundo, 15 de ella en los Estados Unidos. «El Arca» ha impactado la vida de muchas personas y estoy seguro que, como muchos movimientos y obras de servicio a la comunidad, ha dejado una huella más grande entre quienes sirven que en quienes reciben la ayuda.
Hace algunos años, Jean Vanier contaba en una entrevista cómo pudo pasar de la generosidad a la comunión. Y me causó una gran impresión cuando mencionó que con generosidad siempre se tiene el poder, el dinero y la oportunidad. Pero vivir en comunión con alguien significa perder ese poder y convertirse en el amigo de otra persona. Ese simple paso de la generosidad a la comunión me obliga a ser vulnerable con el otro.
Una experiencia maravillosa
Habiendo escuchado tantas cosas buenas de «El Arca» me dio mucha alegría poder visitar una de sus casas este fin de semana cuando algunos amigos organizaron una fiesta para compartir con personas que viven allí.
Aunque solo estuve allí por algunas horas, la experiencia de pasar tiempo con personas que te regalan una sonrisa y un abrazo sin conocerte, quienes disfrutan compartir una comida sencilla, un baile o simplemente que te sientes a su lado y les digas tu nombre, en realidad no tiene comparación.
De inmediato me transportó a todas las veces que me he quejado de situaciones pequeñas que están sucediendo en mi vida y he permitido que esas cosas me impidan disfrutar todo lo bueno que Dios y la vida me están regalando en el tiempo presente.
Quiero terminar con una frase de Jean Vanier, el fundador de esta increíble obra. Que me ha ayudado a ver la manera en la que muchas veces pienso que puedo ayudar a otras personas, y me invita a pensar un poco menos en lo que yo creo que otros necesitan y usar mis sentidos para poder entender en realidad lo que puedo hacer por otros.
Es una traducción libre de una de sus frases: «Algunas veces estamos dispuestos a dar dinero y un poco de tiempo, pero nos asusta dar nuestros corazones, entrar en una relación personal de amor y comunión con otros. Porque si lo hacemos, tendremos que morir a todo nuestro egoísmo y la dureza de nuestro corazón».
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