Una campaña de la ciudad de Denver para advertir a los adolescentes sobre los inconvenientes del uso «legal» de la marihuana. ¿Es buena idea o no? El estado de Colorado sancionó en 2012 una enmienda a su constitución para que la venta de marihuana sea legal para mayores de 21 años. Esa misma enmienda permite sancionar con mayor dureza a aquellas personas que suministren a menores de 21 años marihuana, o a los mismos menores de 21 años si la consumen. La ley permite un uso «recreativo» de la marihuana, como si algo de este estilo pudiera ser recreativo… 

La prohibición legal de los estupefacientes tiene un objeto: educar al pueblo sobre los peligros de una sustancia que puede resultar muy difícil de controlar, especialmente para los ciudadanos más vulnerables, como son los menores y los que padecen enfermedades mentales. Los promotores de la legalización en Colorado dijeron que el comercio legal podría aumentar la recaudación de impuestos y bajar el consumo ilegal, pero no lo hizo tanto, porque los impuestos encarecieron el producto, y los proveedores habituales bajaron un poco sus precios, de modo tal que a pocos años de comenzado el experimento el Estado se vio en una situación extraña: para recaudar más tendría que… ¡Promover el uso «recreativo» de la marihuana! Los traficantes de drogas felices con el estado de Colorado.

1. Efectos del consumo de marihuana

El consumo de cualquier estupefaciente es nocivo para la salud. Hay una diferencia muy fácil de detectar con respecto al consumo de otra droga legal, como es el alcohol: si abusamos de él tendremos efectos nocivos en la salud, es cierto, pero si solamente consumimos una pequeña dosis de estupefacientes los efectos nocivos en la salud se verán de inmediato. El sitio web del Estado de Colorado para esta ley enumera los siguientes:

Los efectos del consumo de marihuana pueden ser diferentes para cada persona. Los más comunes incluyen:

 – Sensación de felicidad, relajamiento o euforia

– Reacciones y coordinación más lentas entre los ojos y las manos

– Mareos

– Percepción distorsionada del tiempo y la distancia

– Dificultad para razonar, aprender y recordar

– Confusión, ansiedad, pánico o paranoia

– Ritmo cardíaco 20 por ciento a 100 por ciento más rápido

– Aumento de la presión sanguínea

– Menos interés en las actividades normales

– Hambre

– Boca seca

– Ojos rojos

– Psicosis: ver u oír cosas que no son reales (más común cuando se consumen dosis más altas de THC).

Normalmente, estos efectos duran de dos a cuatro horas después de haber fumado o inhalado marihuana. Si la marihuana se ingiere, los efectos tardan más en comenzar y pueden durar de cuatro a diez horas. La potencia o intensidad de la marihuana depende de la planta y del proceso de extracción.

¿Por qué querría un gobierno promover el uso de una sustancia que puede provocar tantos problemas de salud? Los efectos buscados de disminuir el tráfico ilegal y el de aumentar la recaudación impositiva fracasaron, pero además hubo un efecto colateral: los adolescentes comenzaron a ver el consumo de marihuana como algo de «adultos», y por lo tanto a desear consumir más, para adquirir estatus frente a sus pares. En este contexto nace esta campaña publicitaria para disuadir a los adolescentes sobre el consumo de marihuana. Enseguida volveré a contarte qué me parece esta campaña con relación a los adolescentes, pero antes quisiera profundizar otro tema.

2. ¿Lo legal es bueno?

Desde siempre, los seres humanos han entendido que aquello que está prohibido está prohibido porque es malo, y lo que está permitido está permitido porque es bueno. Es probablemente un mecanismo psicológico, más inconsciente que consciente, pero los dictados de la ley «educan» a la población tanto si lo quieren hacer como si no lo quieren hacer.

Como ejemplo puedo poner el reciente intento de aprobación de la ley del aborto en Argentina. Muchos de los que argumentaban a favor del aborto, daban por supuesto que el aborto era bueno porque «los países más avanzados del mundo lo legalizaron hace rato». El argumento era «Si los países a los que les va bien económicamente lo tienen, nosotros lo necesitamos también». A los que defendían el aborto no se les pasaba por la cabeza la idea de que una ley puede ser mala, y que muchas cosas horribles de la humanidad han sido legales, como la esclavitud, la discriminación racial o… el consumo de estupefacientes.

3. La inefectividad de la campaña

La adolescencia es una etapa de transición en el ser humano. Es el período en el que los cambios de la pubertad traen aparejados muchos cambios fisiológicos en el cuerpo humano, y por lo tanto, muchos cambios de comportamiento y de humor. El adolescente no quiere dejar de ser niño, pero al mismo tiempo desea ser mayor, y muchas veces copia comportamientos de los adultos, sin tener todavía la madurez del adulto como para resolver las dificultades que generan esos comportamientos.

Otra característica psicológica del adolescente es la omnipotencia: el adolescente considera que todas las cosas malas les pasan a los demás y que a él o ella «no le va a pasar». Y como su personalidad es inmadura e imprudente, la posibilidad de calcular riesgos y asumir responsabilidades son todavía incipientes o inexistentes. El área del cerebro que calcula riesgos y establece planificaciones a largo plazo todavía está madurando, y recién después de los 21 años va a tener esa parte del cerebro completamente desarrollada.

Por eso, querer «asustar» a un adolescente es una batalla perdida antes de comenzar. No tienen miedo, sencillamente. Y cualquier cosa que le prohibamos probablemente refuerce sus ganas de probar lo que le estamos prohibiendo. La gente que preparó esta campaña está sencillamente tirando a la basura el dinero de los contribuyentes, porque dudo mucho que un solo adolescente deje de probar drogas porque «le va a bajar la motivación» o «le va a disminuir la memoria» o porque vaya a perder la posibilidad de acceso a crédito para la universidad, que son las «amenazas» más o menos veladas que hacen desde el estado.

4. ¿Qué es efectivo para prevenir el consumo de estupefacientes en la adolescencia?

Hay muchos factores que influyen en el inicio de una adicción o del uso de alcohol o drogas en la adolescencia. Pero pueden agruparse en algunos que son autoevidentes: ansiedad o depresión, historial familiar de abuso de sustancias, por aburrimiento o falta de motivaciones, por influencia del entorno para sentirse «aceptados» o para estimularse o calmarse en situaciones de stress o miedo.

Para prevenir el consumo de estupefacientes y alcohol, entonces tendremos que fijarnos en este sencillo listado, e ir acompañando a nuestros hijos o alumnos en cada uno de estos desafíos, para que el uso de estupefacientes sea algo impensable e innecesario. Este listado tiene como eje la intervención familiar primero y escolar o parroquial después. Si estas dos barreras de contención fallan, naturalmente, el resto de la sociedad puede hacer muy poco, salvo intentar asustar a los niños como hace el estado de Colorado.

Ansiedad o depresión: Los adolescentes tienen que asumir muchas veces responsabilidades y actitudes que les pueden provocar ansiedad o depresión. El cambio de la primaria  a la secundaria, los cambios hormonales que los hacen sentir inadecuados o feos, el rechazo social y un largo etcétera hace que los adolescentes pierdan la confianza en sí mismos y sean más propensos a estados de ansiedad o depresión. Para evitar que esto suceda, desde el ámbito familiar podremos estimular el diálogo familiar, cuidando de no ser invasivos de la intimidad de los adolescentes. En el ámbito escolar, podremos ayudar a expresar cómo se encuentran los niños mediante cuestionarios anónimos, o mediante tableros de «¿Cómo te sientes hoy?», en el que los niños puedan pedir ayuda en forma anónima si se sienten tristes, acosados, rechazados, etc.

Historial familiar de abuso de sustancias: Ninguna desgracia más grave que tener parientes que hayan sido víctimas del abuso de sustancias, especialmente si están en el ámbito familiar cercano. El mal ejemplo, sumado a las dificultades de convivir con un adicto hacen que muchas veces los adolescentes puedan repetir los errores de sus padres o parientes cercanos. Pero si se identifica la conducta adictiva como nociva, y la familia trabaja en conjunto para ayudar al adicto en su dificultad, los adolescentes pueden superar el trauma de tener a un familiar adicto y su efecto puede ser educativo.

Aburrimiento o falta de motivaciones: La falta de motivación y el aburrimiento son generalmente uno de los más insospechados inductores al uso de drogas. «La pereza es la madre de todos los vicios» nos decían cuando yo mismo era adolescente. Los adolescentes tienen mucha energía y necesitan canalizarla a través de actividades deportivas y recreativas que los «agoten». El encierro, las actividades sedentarias o los períodos largos sin actividades son un imán para el abuso de sustancias.

Influencia del medio para sentirse «aceptados»: Los adolescentes son personas que están buscando aceptación social en un grupo fuera de su familia, y como sus pares pasan a ser mucho más importantes que sus familiares, lo primero que tendremos que hacer como padres y educadores es saber con quién andan nuestros hijos y alumnos. Saber no quiere decir prohibir (ya sabemos que la prohibición no surte mucho efecto en ellos) pero sí quiere decir estar al tanto y alertas. Y ante la más mínima sospecha, confrontar sin acusar, buscando que el hijo o alumno se sienta protegido y vigilado. Si la sospecha se confirma, y en su grupo se consume estupefaciente, buscar una intervención junto con los padres de los otros involucrados, de ser posible. No es la intención de este artículo hablar de cómo se hace una intervención, pero hay que consultar a un especialista, psicólogo o psiquiatra para hacerlo.

Estimularse o calmarse en situaciones de stress o miedo: En situaciones de estrés o de miedo, los adolescentes pueden recurrir a estimulantes como el alcohol o a calmantes como ansiolíticos para moderar sus emociones. Como dije un poco más arriba, las nuevas situaciones y la fisiología propia de los cambios hormonales, hacen que durante la adolescencia nos veamos sometidos a presiones emocionales desconocidas hasta ese momento. Y para tratar de calmarlas, muchas veces los adolescentes se dejan influir por personas que les traen «soluciones mágicas» a su stress y a su miedo.

5. La adolescencia es un período maravilloso de la vida

Es el período que determina qué tipo de adultez vamos a tener. Lo que aprendamos a hacer bien desde los 12 a los 19 años, lo vamos a hacer bien por el resto de nuestras vidas. Y lo que hagamos mal durante esos años nos determinará también para el resto de nuestras vidas. Las personas que adquieren malos hábitos durante la adolescencia pueden batallar el resto de su vida con este flagelo. Corresponde en primer lugar a la familia, y subsidiariamente a la escuela ayudar a combatir este flagelo, y para ello los niños tienen que sentirse aceptados, amados, protegidos y valorados en su ámbito familiar, escolar y parroquial.

Sus círculos de pertenencia tienen que estar lo más sanos que sea posible, y entre toda la comunidad ayudar a prevenir las dificultades del consumo de estupefacientes. Las campañas de los políticos para intentar disuadir a los jóvenes del consumo, llegan habitualmente tarde, y solo la familia y una sociedad bien integrada podrán resolver este problema. Pero sobre todo los jóvenes quieren ideales altos, metas elevadas, como la santidad, para no caer en la tentación de reemplazar una realidad triste con el pobre consuelo de los estupefacientes.

El Papa Francisco dijo recientemente:

«Es cierto que para frenar la demanda del consumo de drogas se necesita realizar grandes esfuerzos e implementar amplios programas sociales orientados a la salud, al apoyo familiar y, sobre todo, a la educación, que considero fundamental. La formación humana integral es la prioridad; ella da a las personas la posibilidad de tener instrumentos de discernimiento, con los cuales puedan desechar las diferentes ofertas y ayudar a otros. Esta formación principalmente está orientada a los vulnerables de la sociedad, como pueden ser los niños y los jóvenes, pero también es valioso extenderla a las familias y a los que sufren algún tipo de marginación».

Para evaluar en la familia y en nuestras comunidades: ¿Qué espacio le damos a los jóvenes?, ¿tenemos un diálogo fluido con ellos?, ¿sabemos en qué compañías y actividades andan?, ¿podemos inspirarles ideales altos y llamarlos a la santidad mediante el ejemplo?