

«Vosotros sois la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad puesta en lo alto de un monte. Tampoco se enciende una lámpara para meterla debajo del celemín, sino para ponerla en el candelero y que alumbre a todos los de casa. Alumbre así vuestra luz a los hombres, para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en el cielo» (Mt 5, 14-16).
Les comparto este conocido fragmento de las Escrituras porque una alumna del colegio cada vez que había misa bromeaba diciéndome: «Padre, seguro hoy nos vas a leer el evangelio que habla de ser sal y luz del mundo, parece que es tu favorito». Y la verdad es que sí, tenía razón, esas palabras de Jesús me gustan y cuestionan mucho.
1. ¿Cómo podemos ser sal y luz del mundo?
Una y otra vez he hablado de este pasaje. Una de las cosas que me ha hecho volver sobre este evangelio, es la importancia y el énfasis que Jesús le da al hecho de hacerse notar: «Alumbre nuestra luz delante de los hombres».
A diferencia de lo que algunos pueden pensar y confundir estas palabras con vanidad, Jesús nos invita a brillar. Nos dice que hay que hacer que esa luz esté en un lugar visible. No esconderla, sino manifestar con nuestras obras esos dones y talentos que Él nos ha dado. En el fondo, manifestar la riqueza de lo que somos.
Descubrir y reconocer que todo eso ha sido dado por Dios, me ayuda mucho. Recordar que un día fuimos pensados, creados por Él, luego bautizados y ahí recibimos la luz de Cristo, esa luz del Espíritu Santo que nos enriquece, me llena de mucho gozo.
Él nos hace más grandes, por eso Jesús nos compara con una ciudad que está sobre un monte, una que no se puede esconder. ¡Con qué detalle cada uno de nosotros ha sido pensado!
2. Las riquezas que Dios nos ha dado
Dar un paso más hacia lo profundo de nuestro ser y descubrir esas características personales, que se manifiestan día a día en nuestra manera de ser es fundamental. En la manera en que miramos las cosas, en las que la naturaleza nos habla, en fin.
Aproximarnos a la realidad y poder ver algo de esas riquezas que Dios nos ha dado es necesario. Es un ejercicio no solo que necesitamos hacer, sino que además nos llenará de sorpresa y gratitud. ¡Cuántas cosas hermosas descubrimos cuando miramos a nuestro al rededor!
El deseo profundo por la verdad, por amar y ser amados, el deseo de grandeza. La capacidad de poder percibir su presencia en el mundo o de entrar en contacto con Él en la oración y muchas cosas más, en cada uno tienen una manera particular de manifestarse.
Valorar y alegrarnos por eso que está ahí puesto por Dios nos ayuda a conocernos más, y así evitar decir, con falsa humildad, que no tenemos un don o talento, que sí tenemos y que necesitamos alumbrar con él.
3. Tus deseos y dones
Reconocerlos, valorarlos y hacerlos dar frutos con sencillez y responsabilidad es a lo que estamos llamados. Sabiendo que los hemos recibido de Dios nuestro Padre. Hacerlos brillar nos hará bien a nosotros y además haremos mucho bien a los demás.
Esto lo haremos en la realidad concreta que Dios nos ponga, en la universidad, en el colegio, en el trabajo, en la casa, en mi barrio. Cuando juego futbol, cuando estoy en la playa con mis amigos, en donde sea.
Esos deseos y dones, pueden distorsionarse a causa del pecado. Pero afortunadamente Dios nos permite purificarlos, y eso se dará poco a poco y día a día con la gracia de Dios y nuestra cooperación. Entendiendo que todo viene de Él.
4. Dones al servicio de los demás
Esos dones y talentos, son para ponerlos al servicio de los demás, no para alumbrarme a mí mismo. Cada uno hará brillar esa luz, de manera única, porque somos únicos e irrepetibles.
Se me ocurre un ejemplo. Es como ir a una tienda de velas o de lámparas donde encontramos muchos diseños y modelos, vemos que hay grandes, pequeñas, redondas, planas, etc. Incluso distintos tipos de luces, cálidas o blancas.
Y vemos cómo cada una de ellas ilumina, pero de diferente manera. La clave está en que todas dan luz, por lo tanto, no hay que ocultar los dones, no hay que esconderse, hay que asumir esa responsabilidad de ser luz, y asumir un liderazgo cristiano, que además es tan necesario en nuestro tiempo.
Un cristiano no está llamado a esconderse debajo de la mesa, sino a manifestar a Cristo. Está llamado a dar lo que ha recibido y ayudar a encaminar este mundo con esa luz, hacia la plenitud que es Cristo.
5. ¡Qué tus dones y talentos le den gloria a Dios!
No olvidemos que la razón de ser de esta exposición ante todos es: «Para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en el cielo». Que estas buenas obras, este figurar, «ponernos sobre la mesa», como dice Jesús, no sea para alimentar mi vanidad o para creerme más o mejor que otro, sino para mayor gloria de Dios.
Para que más personas puedan encontrarse con Jesús, conocerlo, amarlo y seguirlo. Y así cada uno se convertirá en una luz que brilla en medio del mundo.
Para finalizar te recomiendo ver una película llamada «Woodlawn», es perfecta para entender lo que sucede cuando decidimos hacer brillar nuestros dones y talentos. ¡Levántate, sal de la oscuridad y haz brillar todos esos dones y talentos que Dios te ha regalado!
muy buen articulo, muchas gracias por compartir, me ayudo mucho para entender y poder explicar mejor esto de los dones y talentos