

Si tuvieramos que preguntar al mundo entero, uno a uno, si le gusta el sufrimiento seguramente la respuesta sería unánime: No. Quién puede decirnos: “yo soy feliz sufriendo”, “prefiero sentirme triste a sentir alegría”, “mi mejor momento es cuando estoy mal”. Nadie. Todos buscamos sentirnos bien. Ahora. ¿qué hacemos cuando el dolor nos visita? ¿Cómo reaccionamos? ¿Y cuando el dolor visita al que tenemos al lado?.
El video que les presentamos hoy ha sido realizado por Dulcineastudios. Este habla por sí solo cuando nos muestra la reacción de las personas que aparentan gozar de salud física ante la respuesta de aquellos que sufren. Puede que en la respuesta nos hayamos identificado con el primer grupo, donde el dolor se muestra ausente; o con el segundo, donde el dolor es algo que los acompaña día a día.
Quizás en este ajetreo de la vida, donde pareciera no haber tiempo para detenernos y observarnos a nosotros y a los demás. En un mundo que nos ofrece tantas posibilidades y tantas distracciones, nos perdemos el valor de aquello simple y cotidiano, como “que me toque el aire la cara”. Nos perdemos de poder brindar nuestra ayuda y/o consuelo a quien lo necesite. Y si estamos en un momento de dolor y nos encerramos en él, nos perdemos la posibilidad de crecimiento que el mismo nos ofrece. ¿Pero entonces (valdría la pena preguntarnos), dolor y crecimiento son correlativos? …
Creo que todos hemos tenido la experiencia de ver como algunas personas cuando se enfrentan al sufrimiento se vuelven duras con ellas mismas y con la vida. Sin embargo, hay otras que han sabido acoger ese dolor y lo han aprovechado para un fin mayor. Pensemos en el caminar de tantos Santos que conocemos, o en aquellos con quienes compartimos el día a día, quienes muchas veces son merecedores de frases como “es un ejemplo de vida”.
Cuando el dolor es puesto bajo la luz de la Fe, todo cobra un sentido diferente, nuevo. Nuestra carga se torna más ligera, porque sabemos que hay Alguien que cargó primero con todos nuestros dolores, con tus dolores. Él nos da la oportunidad de ser más humanos, de entender mejor al otro que sufre. Por este consuelo Divino, el hombre tiene la capacidad de enfrentarse al dolor y superarlo. La Palabra de Dios nos anima a confiar y a llevar cada situación de nuestra vida a las manos del Padre.“(…) no mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven; pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas” (2 Cor. 4, 18).
Por último recordar que las alegrías crecen cuando son compartidas y las tristezas, por el contrario, disminuyen. Qué lindo sería que tomemos conciencia de eso, y que de a poco imitemos el último gesto del video: ese abrazo que no puede más que sabernos unidos y acompañados, sobre todo, por Aquel Rey de todo consuelo.
[su_quote cite=»2 Corintios 1, 3-4″]¡Bendito sea Dios, Padre de Cristo Jesús nuestro Señor!, el Padre siempre misericordioso, el Dios del que viene todo consuelo, el que nos conforta en todas nuestras pruebas por las que ahora pasamos, de manera que nosotros también podamos confortar a los que están en cualquier prueba, comunicándoles el mismo consuelo que nos comunica Dios a nosotros. [/su_quote]
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