

Este es un tema que siempre duele. La mayoría de las veces la muerte nos toma por sorpresa, y aunque todos sepamos que algún día vamos a morir, jamás estamos lo suficientemente preparados para aceptarla. Perder a alguien a causa del suicidio es tal vez una de las noticias más devastadoras que cualquier ser humano puede recibir. Todas las pérdidas duelen, y nos impactan en distintos niveles. No es lo mismo perder a alguien que luchó contra una enfermedad durante años, que perder a un ser querido en un accidente automovilístico o en un hecho violento.
No es lo mismo perder a un amigo de toda la vida, que perder a un hijo de 16 años que tomó la decisión de quitarse la vida. En estos casos el dolor es incomprensible, insoportable, la culpa, la rabia, el enojo y la frustración se convierten en los sentimientos protagonistas. En el video que les comparto hoy, varias personas confiesan cómo se sienten tras haber perdido a sus seres queridos a causa del suicidio. Y aunque sepamos que la tristeza es tal vez el sentimiento predominante, sus testimonios le dan cabida a los interrogantes que casi todos nos hacemos: ¿por qué lo hizo?, ¿cómo fue capaz?, ¿por qué no me di cuenta que algo andaba mal?, ¿por qué no estuve ahí para salvarlo?
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Hay que hablar del suicidio
Este es un tema que todos conocen pero que la mayoría pasamos por alto. Porque pensamos que nunca nos va a suceder, pensamos que nuestros familiares o amigos, jamás cometerían suicidio. Y si tal vez ya perdimos a alguien por esta razón, pensamos que es mejor callar. Tratar de olvidar, de dejarlo a atrás o de ignorar el tema.
Personalmente creo que es más que urgente hablar del suicidio. En el colegio de nuestros hijos, en las universidades, en las parroquias, en el trabajo, en nuestro propio hogar. Es allí donde todo sucede, es en el colegio donde la presión y los insultos empiezan, es en la universidad donde la depresión intenta ganar la batalla. Es en el trabajo donde ya no sé donde ocultarme para que los demás no se den cuenta de que sufro. Es en el hogar, donde finjo que todo está bien, cuando por dentro me quiebro a pedazos.
La depresión es un tema que sí o sí se tiene que tomar en serio. No podemos dejar que tome ventaja, porque precisamente por esto, ocurren los suicidios. Porque en la mente y en el corazón de la persona que desea suicidarse, ya no hay motivos de esperanza. No hay razones para seguir viviendo, «no hay cura» para tanta tristeza.
La negación y el dolor del suicidio
Me conmueve mucho pensar en los últimos instantes de vida de estas personas. ¿Cuáles fueron sus últimos pensamientos? Qué dolor tan grande albergaba su corazón, que amargo fue el proceso y que solos y abandonados se sintieron. La negación es probablemente el primer estado en el que nos sumergimos cuando nos dan una noticia como esta. «No es posible, no puede ser, no es real, me están mintiendo, que alguien me diga que no es cierto».
El suicidio se desplaza lento pero a paso seguro en nuestro tiempo. Y tristemente en la mayoría de casos se lleva a los más jóvenes. Es un hecho que jamás se olvida, que cambia para siempre nuestra forma de ser y percibir la vida. Un suceso lamentable que nos llena de impotencia y profunda tristeza.
Las cifras de suicidio son alarmantes, verdaderamente preocupantes. Porque con mayor frecuencia nos encontramos con la noticia de que un niño de 10 años se quitó la vida. ¿Cómo es posible que un niño entre en esta lista negra?, ¿cómo es posible que tu hermano menor se haya suicidado en tu propia casa?, ¿cómo es posible que todo haya sucedido en mis narices y yo no me haya dado cuenta?
Hablemos del suicidio, de cómo sucedió, de cuáles fueron los motivos. Hablemos de la depresión y de las enfermedades mentales, hablemos más de nuestros sentimientos y preocupaciones. De nuestros miedos e inseguridades. De lo que nos aterra o nos mortifica. No pasemos ninguna señal de suicidio por alto. Y esforcémonos por acompañar a esos amigos o familiares que han perdido a alguien por este motivo. Su dolor y su sufrimiento deben preocuparnos, acompañar a estas personas se convierte en el segundo deber que tenemos que cumplir después de trabajar en la prevención.
Hoy te invito a orar por todas aquellas familias que sufren la pérdida de un ser querido. Por todas aquellas que se han quitado la vida y por todas las que en este momento contemplan el suicidio como una opción. Ora por todas las personas que sufren de depresión o de cualquier otra enfermedad mental. No dudes nunca en pedir ayuda, en insistir, en consolar, en acompañar. No esperemos a que sea demasiado tarde para actuar.
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