

La vida está llena de retos, situaciones dolorosas, complicadas y difíciles que nos pueden dejar devastados. A veces la vida nos obliga a enfrentarnos a situaciones que sencillamente superan nuestras fuerzas. En todo caso, y gracias a Dios, cuando tenemos que enfrentar estas situaciones complicadas, siempre tenemos la posibilidad de escoger una opción que nos aliviará el camino:
La historia de nuestros protagonistas es sin lugar a dudas, dura, pero como bien señala el padre de Adelaida, «cuando estas tormentas vienen a nuestras vidas podemos escoger ser definidos por ellas o podemos escoger alegría» ¿cómo se escoge la alegría en situaciones tan dolorosas? Dejándolas en manos de Dios.
Un gran testimonio de fe
Es solo a través de la fe que podemos tener la profunda certeza de que existe un Dios que nos ama y que quiere lo mejor para nosotros. La fe ilumina nuestra realidad y nos recuerda que no existen resultados aleatorios, hay Alguien que tiene la última palabra sobre cualquier situación de nuestra vida, y ese es Dios. ¡Y, qué suerte! Porque es absolutamente cierto que Dios nos ama con locura y que todas las circunstancias que permite en tu vida tienen la capacidad de hacernos más felices. Él decide para nuestro bien, para tu beneficio, tu paz y felicidad.
A veces las situaciones adversas de nuestra vida nos hacen dudar sobre si realmente existe aquel Dios, o si, de existir, verdaderamente hace todo lo posible por nuestra felicidad. No te preocupes, las dudas de fe son parte de la lucha espiritual del cristiano. Es en estos momentos en donde nuestra fe se pone a prueba. Y te podría dar muchos argumentos sobre porqué debes seguir creyendo en este Dios que «no te ha salvado de vivir algo doloroso», pero la verdad, y lo que para mí siempre ha marcado la diferencia, es que, sea cual sea la situación, Él siempre está contigo, y no te abandona. Este consuelo de un Dios que sufre contigo y permanece contigo en el dolor, no tiene precio. El dolor se pasa mejor con Él que sin Él.
¿Cómo fortalecer mi fe en momentos difíciles?
Tener fe no es tan fácil, ¿por dónde empezar a tenerla o cómo procurar cuidarla y que crezca? Lo primero, pedir la fe. La fe es una virtud teologal, lo que implica que solamente la podemos obtener en la medida en que Dios nos la regala. Pidamos siempre a Dios que nos regale el don de la fe para poder vivir en mayor sintonía con Él y su voluntad.
En segundo lugar, y como bien señala el padre de Adelaida, es solo en medio del agradecimiento a Dios que puedes realmente comenzar a advertir su poder y su paso por tu vida. Dios está haciendo siempre de las suyas, trabajando por tu felicidad en medio de tu día a día. La dinámica de estar siempre agradecido por los pequeños y grandes dones de Dios en tu vida, despierta tu corazón y lo mantiene atento para reconocer los movimientos y dones que Él mismo te regala.
¿Qué pasa si tu fe no es tan grande como la situación lo requiere? No te preocupes, tu comunidad de fe te sostiene. Recuerda que Dios nos ha dejado a nuestra comunidad de fe, a la Iglesia que nos acompaña siempre, para que no desfallezcamos en este arduo camino. Siempre podemos recurrir a ella, a sus cuidados, para que nos consuele y nos ayude a crecer en el amor a Dios. No por nada le llamamos Santa Madre Iglesia pues Cristo la ha tomado por esposa.
Dios siempre está pendiente, está siempre alerta, cuidando y procurando lo mejor para ti y tu vida. Confía en Él y confía a Él todo aquello que te preocupa y te importa. Él es quien decide, y ten la certeza que decidirá siempre en favor de tu verdadera felicidad.
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