

“¡Mamá está esperando un bebé!” Las reacciones son geniales. Risas nerviosas, silencios, gritos, llanto y todo tipo de expresiones cuando papá y mamá anuncian a sus hijos la llegada de un nuevo bebé a la familia.
En este simpático video se evidencia de forma hermosa y sencilla que tener hermanos significa aprender a compartir la vida con desconocidos y amarse a pesar de las diferencias. Es la primera convivencia que tenemos y la que nos prepara para enfrentarnos a compartir con los demás en el mundo personal y profesional en la adultez. Con mis hermanos he aprendido a poner en práctica la generosidad, a entregar incluso lo que no tengo, he aprendido a controlar las envidias y rencores, pero sobretodo he aprendido a perdonar y a amar de verdad.
En una audiencia general del 18 de febrero de este año el Papa Francisco recalca que: «La relación de fraternidad que se forma en la familia entre los hijos se produce en un clima de educación en la apertura a los otros, es la gran escuela de libertad y de paz, quizás, no siempre somos conscientes, pero ¡es la propia familia la que introduce la fraternidad en el mundo!. (…) Tener un hermano, una hermana que te quiere es una experiencia fuerte, impagable, insustituible».
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Y como siempre destacando la importancia de la familia, en su homilía del 6 de julio en la ciudad de Guayaquil, el Sumo Pontífice afirmó que: «En una familia los hermanos se quieren como son, nadie es descartado, allí en la familia se aprende a pedir permiso sin avasallar, a decir ‘gracias’ como expresión de una sentida valoración de las cosas que recibimos, a dominar la agresividad o la voracidad».
Pero hay que mirar la otra cara de la moneda. Pasa algunas veces, que la llegada de este nuevo integrante no es tan bien recibida por una familia. Quizás sea por problemas económicos o por rupturas familiares que incluso pueden llevar a tomar malas decisiones… Por eso es tan importante entender que el amor es la única respuesta, es la forma de enfrentar con valentía la llegada de un nuevo miembro a la familia, y demostrarles siempre a todos la alegría que esto trae. Como dijo San Josemaría Escrivá: «Que los niños vean en sus padres un ejemplo de entrega, de amor sincero, de ayuda mutua, de comprensión; y que las pequeñeces de la vida diaria no les oculten la realidad de un cariño, que es capaz de superar cualquier cosa».
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