

Si sabes qué es una «diosidencia» o a menudo experimentas alguna, seguro este post es para ti. Empecemos preguntándonos: ¿Qué solemos pedirle a Dios?, ¿salud, bienestar, dinero?, ¿que cuide a nuestros seres queridos, paz en el mundo, la propia salvación? Cosas grandes y buenas por lo general, pero ¿confiamos a Dios también nuestras cosas «pequeñas»?
Nuestro día a día se compone de los eventos que responden a las obligaciones de nuestro estado (estudiante, profesional, cabeza de familia, consagrado, etc.), las relaciones de nuestra convivencia cotidiana, y los planes que vamos marcándonos en el camino. Cosas tan habituales como acabar bien la carrera, mejorar un proyecto que nos han encomendado en el trabajo u organizar el cumpleaños sorpresa de una prima, suelen ser la fuente de nuestras preocupaciones diarias. Preocupaciones naturales porque al final son cosas que son importantes para nosotros. Estas pequeñas cosas, ¿se las dedicamos a Dios?
A continuación les dejo un corto testimonio de Isabel, una de las Hijas del Amor Misericordioso (HAM), que nos cuenta sobre un detalle que Dios tuvo con ella, una pequeña «diosidencia»:
Y es que a veces nos olvidamos que al Señor, estas cosas pequeñas también le importan mucho. Pensamos que se tratan de tonterías, que hay cosas más grandes de las que preocuparse y que a Dios solo cabe rogarle por inmensos sufrimientos o grandes metas. Esta forma de pensar es la que nos hace perder de vista que para Él todo lo que nos incumbe es significativo y que también quiere ser parte de nuestra vida, de nuestro día a día.
Jesús dio mucha gloria a Dios cuando trabajó como carpintero en el taller de San José y pasó la mayor parte de su vida viviendo de forma sencilla. Él conoce perfectamente lo que es tener quehaceres diarios y lo mucho que se pueden complicar. Dios quiere acompañarte mientras vas caminando en la vida que te ha regalado, que abandones en sus manos todo aquello que te ilusiona o preocupa para que Él también pueda cuidarlo.
¿Cómo le dedico mi día a día a Dios?
Hay dos formas muy sencillas: la primera, recurrir a Él siempre que necesitemos ayuda con cualquier contratiempo y la segunda, ofrecerle cada una de nuestras tareas ordinarias. Con un corto «Señor haré esto para gloria tuya», con este pequeño detalle ya le estamos invitando a ser parte de nuestra realidad y encomendándole aquello que a día de hoy es importante para nosotros.
Abandonarse a Dios no significa exclusivamente «abandonar» todo lo que tienes, venderlo a los pobres e irte de misiones por África, abandonarse a Dios también es saber ofrecerle cada una de nuestras acciones, pensamientos, situaciones, palabras y preocupaciones, para que sean suyas, especialmente aquellas cosas pequeñas y ordinarias. Y es que es solo de esta manera, dejando nuestras cosas en sus manos, Él puede manifestarse en ellas y regalarnos todas sus «diosidencias».
El Señor quiere tener el tipo de detalles que tuvo con Isabel, con todos y especialmente contigo, solo tienes que dejarle. Una vez le dediques tu vida, Él comenzará a mostrarse en ella, y esto de formas insospechadas. De esta forma, el Señor va tejiendo nuestro camino en la dirección que es mejor para nosotros. Como dice el Salmo 34 en su versículo 8 «Probad y veréis que el Señor es bueno». No dejes de conocer todo lo que Él quiere y puede hacer por ti.
No importa si lo que quieres pedirle es grande o pequeño, Dios siempre estará complacido de que lo tomemos en cuenta hasta para esas cosas que creemos insignificantes. Piensa en este momento en algo que quieras compartirle al Señor y habla con Él igual que lo harías con un amigo, tener una conversación constante con Dios podrá sorprenderte.
Cómo pedirle a Dios correctamente que me conceda cosas que realmente necesito ?
Me las concederá?