

Como cristianos sabemos bien que el mismo Señor nos invita a ser perfectos así como Él mismo lo es. «Sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto» (Mateo 5:48); «Yo en ellos y tú en mí, para que sean perfectos en unidad» (Juan 17:23); «Así, todos los que somos perfectos, sintamos esto mismo» (Filipenses 3:15); «Si alguno no ofende en palabras, es varón perfecto» (Santiago 3:2). También en el Antiguo Testamento tenemos varios pasajes en los que somos invitados a esa perfección: «Noé fue un varón justo y perfecto entre los de su tiempo» (Génesis 6:9); «Yo Soy el Dios Todopoderoso. Anda delante de mí y sé perfecto» (Génesis 17:1); «Perfecto serás ante el Señor tu Dios» (Deuteronomio 18:13).
El vídeo que podemos apreciar a continuación, nos hace tomar conciencia de que, actualmente, vemos ese deseo de perfección como condición casi imprescindible para la felicidad. Obviamente no podemos hacer generalizaciones, pero sí entender como un denominador común la búsqueda implacable por una vida sin defectos, cruces o sufrimientos. Vamos a reflexionar juntos.
¿Qué significa esa perfección a la que nos invita el Señor?
Es evidente, y Jesús mejor que nadie, sabe que ¡nadie es perfecto! Razón por la cual, puede parecer hasta injusto de parte de Dios pedirnos algo así, de nosotros indignos pecadores. La palabra «perfecto» aparece 42 veces en el Nuevo Testamento (NT) y 57 en el Antiguo (AT). En el caso del NT, viene del término griego «teleios», que se entiende como: «completo en el trabajo, crecimiento, carácter mental y moral, de edad madura». En el caso del AT, es traducida de la palabra hebrea «tamiym», que significa: «entero, integridad, verdad, sin mancha, completo, lleno, sinceramente, sano, sin tacha, recto, cabal, total».
Recurrir a las traducciones originales de las Sagradas Escrituras — lo cual no es complicado, ya que en internet existen miles de páginas que brindan esas definiciones, incluso explicaciones de las palabras sagradas — nos permite comprender realmente lo que quiso decirnos Jesús o el autor sagrado. No se refería a una «perfección» relativa a no tener ningún tipo de fallas o pecados. Más bien, una invitación — consciente de nuestra fragilidad — a una actitud comprometida, involucrada, sacrificada, madura e íntegra ante la vida.
Totalmente alejada de una vanidosa o soberbia condición «inmaculada». Esto coincide perfectamente, con muchos otros pasajes en los que Jesús nos llama a seguirlo, cargando nuestra propia cruz. Por lo tanto, no nos pide ser «súper hombres o mujeres maravillas», sino entablar una relación de amor con Él, cada día más honda y auténtica. Una que nos permita madurar y pulir nuestra vida cristiana, asemejándose cada vez más a la persona de Jesús.
Noción de «perfección» equivocadamente comprendida
Por otro lado, lo que vemos en la cultura secular (no religiosa, sino independientemente de Dios) es, precisamente, esa «meta» equivocada que expliqué en los párrafos anteriores. En general, lo que vemos — en el vídeo concretamente — en distintos ámbitos de la sociedad, es la «necesidad imperativa» por querer ser el mejor. El primero, el más importante, el superior a los demás, el que tiene siempre la última palabra, el que es «el modelo perfecto».
Toda esa búsqueda responde a un anhelo de felicidad y perfección que anida en nuestro interior y es auténtica. Esa nostalgia de «algo perdido» es real. Sin embargo se mezcla y confunde con una gran cantidad de valores equivocados, actitudes inmorales, prácticas viciadas que «aprendemos», o «vivimos», pensando que alcanzaremos nuestra felicidad. Plasmando esa «perfección» casi infinita de las nuevas tecnologías, en sus múltiples formas.
Finalmente, aunque la conclusión del vídeo tiene como objetivo promover una marca de cerveza, pienso que, transmite también, a través de ese ambiente de amistad, cariño y fraternidad que comparten los personajes tomando la cerveza, la comunión personal en el amor, como la verdadera felicidad que tanto anhelamos: las relaciones entre nosotros con un amor auténtico.
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