Te presentamos una conmovedora historia de superación personal y promoción humana que encuentra sus bases en la esperanza y la caridad. Hay un dato más en esta historia que no puede pasar desapercibido. Lo profundamente humano en ella ocurre a través del deporte, comprendido como una instancia propicia para hacer crecer al ser humano y ayudarlo a dar lo mejor de sí mismo.

En Houston, Texas, un grupo de jóvenes inmigrantes africanos con duras historias marcadas por la violencia, el desarraigo de la propia tierra y de los seres queridos y la escasez, formaron un equipo de fútbol liderado por un profesor excepcional. Lamentablemente, sufrieron, además, el destructivo paso del huracán Harvey, que los hizo perder todo y los obligó a empezar nuevamente desde cero. En esos momentos límite de la vida es que pudieron salir adelante a través de la vivencia de todos aquellos valores y virtudes inculcados en el deporte.

Amor, esfuerzo y colaboración

Fueron educados por un profesor, que como verdadero maestro, aprovechó su materia específica para formar personas nobles y les enseñó lo más importante de la vida: que se amen unos a otros y que la fuerza está en la unión. Con ello logró generar una mística tan fuerte entre los jóvenes que estos llegaron a considerar a su equipo como una familia y el lugar de entrenamiento como un segundo hogar. Esta unión les permitió ayudarse unos a otros en momentos de necesidad y así trabajar juntos para reconstruir sus hogares a punta de esfuerzo y colaboración.

Finalmente, la compañía deportiva DICK’S Sporting Goods se fijó en este grupo de hermanos luchadores y decidió ayudarlos para que puedan sacar adelante su proyecto deportivo. Esto lo hicieron con el convencimiento explícito de que el deporte contribuye a construir un mundo mejor y que la gente que lo practica aprende habilidades esenciales para la vida como el liderazgo, la disciplina y la integridad. Además, entendiendo que quien hace deporte aprende sobre la importancia de construir relaciones saludables y que el deporte ayuda a la gente a ser mejor, a construir el carácter y recibir lecciones de vida que trascienden el campo de juego.

El deporte nos ayuda a ser mejores personas

Siendo que en nuestras vidas el deporte ocupa cada vez un lugar más especial, creo que es importante reflexionar sobre su sentido en nuestro camino. Para empezar, ¿es un fin o un medio?, ¿cómo podemos practicarlos para convertirnos en mejores personas? San Pablo nos enseñaba: «¿No saben que en las carreras del estadio todos corren, mas uno solo recibe el premio? ¡Corran de manera que lo consigan! Los atletas se privan de todo; y eso ¡por una corona corruptible! Nosotros, en cambio, por una incorruptible» (1Cor 9,24-26).

Esta enseñanza, San Juan Pablo II la desarrollaba y la profundizaba de la siguiente manera: «El deporte, a la vez que favorece el vigor físico y templa el carácter, no debe apartar jamás de los deberes espirituales a cuantos lo practican y aprecian. —Según palabras de san Pablo, sería como si uno corriera solo «por una corona que se marchita», olvidando que los cristianos nunca pueden perder de vista «la que no se marchita» —. La dimensión espiritual debe cultivarse y armonizarse con las diversas actividades de distracción, entre las cuales se incluye también el deporte» (Discurso en el Congreso Internacional sobre el Deporte 28/10/2000).

Hay una frase sugerente al respecto: «Uno vive como juega y juega como vive». Quien ha practicado algún deporte puede constatar en primera persona cómo, a pesar de su carácter esencialmente lúdico, en su práctica brotan elementos humanos que pueden ser ordenados, fortalecidos, corregidos y cultivados en ese espacio de manera privilegiada. Tal vez los deportes traten esencialmente de eso, jugar a la vida para practicar y luego poder enfrentar el desafío de ser mejores personas en la vida real.