

*Aclaramos que no apoyamos la postura que tiene Luciana a favor del aborto
Esta charla TED me ha parecido bastante asertiva en un tema que hoy, irónicamente, causa controversia cada vez que es mencionado, la fertilidad. Surgen todos estos interrogantes de ¿Si no quiero tener hijos qué?, ¿quién dice que los hijos nos hacen felices?, ¿quién dice que las mujeres están llamadas a la maternidad?, ¿quién se inventó eso de que la finalidad del matrimonio es la procreación?
Hay dos bandos, o más bien tres. Uno en el que la maternidad y todo lo que este concepto significa, es un sueño, una de esas cosas a las que podemos llamar «lo mejor que me pudo pasar en la vida». El segundo grupo está compuesto por la llamada generación NOMO, las mujeres que han decidido no ser madres sin importar qué, aquellas para las que la idea de convertirse en madres, es simplemente inconcebible. Y un tercer grupo, conformado por aquellas parejas para las que la llegada de un hijo, se ha convertido en la lucha más aterradora de sus vidas.
Lo que más me ha gustado del testimonio de Luciana, es el llamado que hace a respetar las decisiones que los demás toman en el tema de fertilidad (sin que esto signifique optar por el aborto como una solución). Si una pareja quiere tener más de tres hijos en pleno siglo XXI ¿Por qué tenemos que escandalizarnos y meternos en donde no nos han llamado? Si una pareja no ha podido concebir ¿Por qué nos apresuramos a opinar sobre el tema, a juzgar, a señalar con el dedo o a criticar?
Estas son algunas reflexiones en las que me gustaría detenerme después de haber escuchado a Luciana:
Una epidemia silenciosa para la que nadie nos prepara
Se habla mucho de cómo ser padres. De lo que debemos hacer, de cómo prepararnos, de la lista enorme de cosas que debemos comprar para la llegada de un hijo etc. Pero poco se habla de la infertilidad, de cómo enfrentarla, cómo no convertir este obstáculo en un detonante que termine dañando mi relación de pareja. De cómo seguir adelante con el sueño frustrado de convertirse en padre y madre, o de cómo soportar los comentarios sin filtro que la gente lanza como si no tuviéramos corazón.
Si en este momento estás atravesando por la dura prueba de no saber si el «milagro» ocurrirá, comprenderás muy bien de qué hablo. De que los comentarios duelen, y duelen mucho más cuando vienen de parte de nuestros amigos cercanos o familiares. Comprenderás también que nunca habías sentido tantos deseos de que algo funcionara y de que este es el tipo de situaciones que ponen a prueba la fe. ¿Será este un castigo de Dios?, ¿por qué ahora que deseamos ser padres todo se complica?, ¿por qué para algunos tener bebés es como hornear pan?, ¿por qué hay mujeres que conciben tan fácil aun sin querer ser madres y yo no la logro?
Tener un hijo es un acto de arrojo a lo desconocido
Es verdad, hay que estar un poco loco para tener un hijo. Como dice Luciana «dejarse llevar por algo que es mucho más emocional, que racional». Nadie que no sea padre aún, comprenderá el significado que llega a tener la palabra «sacrificio». Es por esto mismo que la palabra amor, trasciende a un nivel casi incomprensible.
Nuestra cultura, centrada en el egocentrismo, nos ha impulsado a creer que en nuestro tiempo, un hijo es «un encarte», «prefiero un perro». ¿Para qué tener un hijo?, ¿para qué sumarle gastos a la vida?, ¿para qué sacrificar mi tiempo y mi libertad? Y conocemos algunos interrogantes aún más fuertes ¿para qué traer más personas a este mundo tan perverso?, ¿acaso no han oído hablar de la sobrepoblación?
Todo esto sucede debido a que hemos centrado nuestros sueños y anhelos en la satisfacción y el placer de los sentidos. De lo material y lo superficial, pero seamos sinceros ¿quién no quiere vivir bien?, ¿quién no desea darse la buena vida? ¡Todos! Todos queremos y estamos llamados a ser felices, porque Dios también quiere que disfrutemos. Lo que hay que replantear en este sentido, es el cómo. Haciendo referencia al tema de ser o no padres, deberíamos reflexionar en el modo en que percibimos la paternidad.
Si queremos convertirnos en padres, muy bien. Si por el contrario hemos descubierto que no estamos en posición de serlo (con esto me refiero a descubrir que la esterilidad es la causa del problema), también debe ser respetada esta decisión, y si aún estoy enfrentando el reto de lograrlo ¡Ánimo! No hay por qué pisotear ninguna de estas posiciones, pero si podemos permitirnos pensar ¿mi vida sería diferente si hace algunos años me hubieran dicho esto?
Toda decisión pesa, tarde o temprano
El testimonio de Luciana y su lucha por convertirse en madre de nuevo, me ha conmovido por dos razones. La primera, es que en momentos de aflicción y sufrimiento – dejando de un lado el ser creyentes o no- surge una necesidad inmensa de creer que algo más grande que yo, alguien más poderoso, algo que no comprende la razón, puede o debería ayudarme a conseguir eso que tanto quiero.
La súplica que brota del corazón de Luciana, aun viniendo de una familia atea -como lo afirma en el video-, es la prueba de que al reconocernos frágiles y necesitados, algo en nuestro interior nos arrastra a elevar la mirada al cielo. A gritar desde la frustración y la desesperanza ¡Dios, si existes, ayúdame! Luciana recurre a la Virgen María, ante la tristeza y desesperación, su experiencia termina dejándola a los pies de nuestra Madre. Y sorprendentemente afirma después, que ese segundo hijo por el que tanto estaba luchando junto a su esposo, llegó «cuando menos lo esperaban».
La segunda razón, es su deseo por compartir con otras mujeres y parejas su experiencia de lucha por la maternidad. El pensar: no quiero que sea tarde para ti, no quiero que tengas que pasar por lo mismo, no quiero que sufras o que te arrepientas en el futuro, no quiero que te des golpes de pecho y pienses ¿por qué nadie me dijo esto cuando era más joven?
Pregúntate a ti mismo en este momento: ¿Qué pasaría si en este instante te dijeran que se acaba para siempre tu posibilidad de tener hijos?, ¿replantearías tu pensamiento de convertirte en padre o madre?
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