

Todos hemos escuchado sobre la importancia de las misiones en la Iglesia, pero a pocos se nos presentan oportunidades de ir de misión. Este año se me ha encomendado esta tarea en un país lleno de belleza, cultura e igualmente de particularidades sociales: Cuba, una isla del mar caribe.
Quisiera compartir contigo algunos puntos que creo, le dan sentido a ir de misión en pro de anunciar la Buena Nueva de Jesucristo, con la predicación y catequesis, pero más aún con el testimonio de vida.
1. La misión purifica tu vocación
Algunos hemos llegado a afirmar que sabemos cuál ha sido el llamado que el Señor nos ha hecho. Pero cuando se tiene la fortuna de vivir una experiencia que se torna en un reto para tu forma de vivir, la vida se llena de interrogantes y todo aquello que sentías seguro se llena de posibilidades. Te ves en un terreno donde hay que comenzar a elegir y a decidir, pero en palabras simples, te encuentras con que ya no eliges solo por ti, sino pensando en el bien de aquellos que te han sido encomendados. Aquellos hijos de Dios que pueden haberse olvidado de su Padre o que no le han llegado a conocer.
Por tanto, la vocación se ve «sacudida», se ve purificada y estoy absolutamente seguro, se ve enriquecida por la experiencia de salir totalmente de ti y darte a aquellos que algunas veces no se tienen ni a sí mismos.
2. No todo será dar discursos catequéticos
En la misión se descubre que no es tan importante que te escuchen, sino que es fundamental que tú escuches. San Francisco decía: «predica con tu vida y solo si es necesario, habla» y es esto a lo que se le llama misión, porque las personas quieren ser escuchadas en un mundo que les hace ser mudos. Quieren que les mires a los ojos cuando te hablan y cuando tú les hablas ante un mundo indiferente, a esto le llamo «la dignificación que el Evangelio da a los hombres», pues no hay mayor dignificación que aquella de hacer ver al otro que somos iguales y que sin importar la realidad en la cual vive, es un ser amado por Dios.
3. No todo será fácil
Para nadie es mentira que se presentan momentos difíciles. El simple hecho de salir de tu entorno familiar y social, despedirte de tu seres queridos y amigos es difícil, pero cuando llegas al lugar de misión encuentras en las personas el rostro de Jesús y en una frase confirma tu llamado.
Cuando llegué a mi comunidad de misión una señora me saludó, me dio la bienvenida y me dijo: «gracias por estar aquí» y con eso entendí que no vine a hacer mi obra, sino que Dios me trajo para hacer su obra en mi.
4. Tendrás momentos de duda o tentación
No puedo negar que habrá ocasiones en las que el cansancio — o hay que decirlo — la pereza, te harán sentir que no eres capaz de continuar. Al igual se presentará la tentación de dedicarte a lo más simple sin involucrarte en anunciar el Reino de Dios a tiempo y a destiempo. Pero la oración constante y el escuchar la Palabra de Dios que te habla directamente todos los días, te permitirá tomar aire y seguir adelante con la convicción de que no es tu obra sino la obra de Dios en ti y en los demás.
Te ánimo a vivir una vida de Evangelio, que el poder escuchar a las personas, mirarles a los ojos y anunciar con tu testimonio sea el camino de misión que lleves diariamente en tu vida. Recuerda orar siempre por quienes estamos en misión y por aquellas personas que aún no escuchan la Buena Nueva del Señor.
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